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A PROPÓSITO DE MI HALLAZGO DEL LIBRO CON LA DEDICACIÓN DE ERNESTO....UN MICRORRELATO PARA TODOS "Ernesto y los otros" Cuando mi vecina murió tuve que avisarle a su familia. O más bien, a lo que quedaba de su ella. Sus tres cuñadas llegaron unos días después a levantar la casa. Me pidieron las llaves y desmantelaron los dos ambientes en tiempo record sin privarse de hacer comentarios de mal gusto acerca de la intimidad de esa mujer a la que no veían jamás. De esa mujer cristiana, recatada, sosa y tan soltera que sólo había dejado papeles ordenados, ropa limpia y zurcida, chequeras usadas, biblioratos de facturas y cuatro o cinco tarjetas viejas de Navidad “- muchas navidades y ninguna noche buena –“ dijo la que parecía mayor, agregando el toque de vulgaridad que faltaba y despatarrándose en la cama de la señorita Elisa, mientras las otras se apuraban a embalar, como un botín de guerra, la loza que pensaban llevarse. Sobre la misma cama estaban las cajas con parte de la biblioteca que se llevaría el Ejército de Salvación junto con el resto de cosas inservibles y porquerías anticuadas que no le interesaban a nadie. La que parecía mayor, aburrida, revisó algunos de los títulos hasta que se incorporó enérgica y empezó a abrirlos de a uno, con cuidado, recordando que “hay que fijarse bien acá en los libros la gente suele guardar plata y después se olvida”. Plata no había, pero uno de ellos le reveló lo que no esperaba: una dedicatoria apasionada de un tal Ernesto, fechada en 1980. Siguió entonces revisando, con voracidad, el resto de los libros, ahora buscando primicias para divulgar sin pudor por el barrio, en cuanto pudiese. Los miró uno por uno y obtuvo su recompensa al descubrir que no sólo Ernesto la había amado y deseado más allá de lo imaginable sino que Elisa había despertado el mismo ardor en Julio, en Juan Carlos, en Eduardo, en Andrés y hasta en un Marcelo o, para mayor escándalo, Marcela ( la hoja estaba muy rota y por más que quisiera, no podía descifrarlo) Todos le habían regalado libros de poemas, antologías completas y hasta dos novelas eróticas en portugués – nadie en la familia sabía que Elisa hablara portugués- ilustradas con grabados refinadísimos, con dedicatorias encendidas que hablaban de cartas, de encuentros secretos y de noches interminables. A mí, por compromiso, me ofrecieron llevarme algo como recuerdo. Elegí un diccionario de Arte Francés, no porque me interesara demasiado, sino porque lo habíamos comprado juntas, en el puesto de libros usados del Mercado de Dorrego. Allí, Nilda, la encargada, cada vez que llegaba una nueva remesa de libros, reservaba especialmente para Elisa el material más exquisito, el más digno de la colección de su mejor clienta: los escasos ejemplares con dedicatorias de amor.
Posted on: Tue, 13 Aug 2013 18:48:30 +0000

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