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Ahora me aguarda la corona merecida Por otro lado, Pablo, en las palabras que al final de su cautiverio dirige a Timoteo, nos ofrece su testamento. Recordando las palabras que hemos escrito en el párrafo anterior, el Apóstol de los gentiles es consciente de que ha conseguido aquello por lo que ha corrido hasta la meta: si entregas tu vida mantenida por la fe a la predicación del Evangelio, el Señor te ayuda a ser su mensajero y a obtener tu premio. Mas, ¿qué tipo de premio es aquel que se asemeja con la muerte? Las palabras de Pablo -«ahora me aguarda la corona merecida»- tienen un sentido cultual y escatológico. Cultual en cuanto a que sabe que su testimonio va a culminar con el sacrificio; escatológico, su corona la pospone a «aquel día», sabiendo que el premio que el Señor nos tiene reservado es comunitario. Dios premia a toda su Iglesia reunida en el cielo, como bienaventurada amada. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia Y es que los testigos del Hijo de Dios somos las piedras en la edificación de la Iglesia al igual que Simón. Jesús nos lo explica a través de una imagen aplicada al hijo de Jonás y empleando símbolos fáciles de comprender en aquella época y contexto y que, quizá, nosotros necesitemos analizar. Así, con el cambio de nombre de Simón, Jesús está anunciándole que le encomienda una nueva misión como es la construcción de una nueva comunidad de creyentes. Kephas -piedra en arameo- se convierte en el cimiento de todos los cristianos, en prototipo del discípulo de Jesús, ocupando un lugar fundamental pues, a la vez, le hace único poseedor de las llaves del Reino de los Cielos y le da la facultad de atar y desatar en el cielo y en la tierra. La entrega de las llaves nos recuerdan las palabras del profeta Isaías -«Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David: abrirá y nadie cerrará; cerrará y nadie abrirá.» (Is. 22, 22)-, mientras que el poder atar y desatar es una imagen semítica que implica tener autoridad doctrinal y ser garante de la interpretación de las enseñanzas del Rabí -atribuida por la tradición católica posteriormente al primado del Papa-. Simón supo ser Pedro, aunque puede que no desde aquel mismo instante, sino algún tiempo después, y que no sería grata su presencia y su palabra ante los dirigentes políticos y religiosos judíos; de ahí que con el pasar del tiempo, finalmente, fuera apresado y encarcelado por anunciar el Nombre de Jesús. Hoy, Pedro y Pablo, reflejo de cómo vivieron nuestros primeros hermanos en la fe, siguen comunicando que la vida del testigo está perdida sin el anuncio íntegro; que la vida del testigo es una carrera sostenida por la fe; que la vida del testigo es firme y fuerte como roca bien cimentada; que la vida del testigo es contemplar al Señor, el cual hace radiar nuestro rostro y sosegar nuestras ansias y angustias en los momentos de duda y aflicción porque quien a Él consulta, encuentra respuesta.
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 00:29:15 +0000

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