Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas - TopicsExpress



          

Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio –digo la verdad, no miento– yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones. Sal 27 R/. Salva, Señor, a tu pueblo Escucha, Señor, mi súplica cuando te pido ayuda y levanto las manos hacia tu santuario. R/. El Señor es mi fuerza y mi escudo, en él confía mi corazón; él me socorrió y mi corazón se alegra y le canta agradecido. R/. El Señor es la fuerza de su pueblo, el apoyo y la salvación de su Mesías. Salva, Señor, a tu pueblo y bendícelo porque es tuyo; apaciéntalo y condúcelo para siempre. R/. Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7,1-10: En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaum. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado, a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "ve", y va; al otro: "ven", y viene; y a mi criado: "haz esto", y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano. II. Compartimos la Palabra “Dios quiere que todos los hombres se salven” Pablo, inicia este capítulo recomendando que se hagan oraciones por todos los hombres, de modo especial por los reyes, no por su dignidad, ni porque sean superiores o mejores que los demás, (el emperador de entonces era Nerón), sino por la misión que tienen para el bien común; su conducta y su mandato, repercuten en pro o en contra del pueblo, de ellos depende, en gran parte, la paz. Además de pedir oraciones, indica como se deben hacer: En todo lugar, alzando las manos, sin iras ni discusiones. La oración es grata a Dios; cuya voluntad es: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. Nuestro Dios es un Dios salvador, no condena, por eso envió como mediador a su Hijo Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate por todos. No olvidemos, el Plan de Dios, es la salvación de todos los hombres, nos envió al único Salvador, Cristo que es camino, verdad y vida para salvarnos. Es este el mensaje que promulga el apóstol como maestro en la fe y la verdad. Este es también el mensaje que los cristianos debemos seguir lanzando al mundo: Dios quiere la salvación de todos; Dios no condena, salva. “No soy digno de que entres en mi casa” El centurión, ejerce su autoridad procurando el bien del pueblo, ayudándole en sus necesidades y preocupándose del siervo enfermo. Sabe que, por ser gentil, ningún judío puede entrar en su casa sin contaminarse, pero tiene fe en Jesús que puede curar a su siervo; necesita ayuda y busca mensajeros entre los judíos. Los ancianos del pueblo, piden a Jesús que atienda al centurión; están agradecidos por los favores recibidos del centurión, por eso, aunque es gentil, creen que debe ser atendido. Jesús, no duda, se pone en camino, dispuesto a entrar en casa del romano, el cual, que había pedido que viniera, se siente confundido por este gesto, expresa su indignidad a la vez que su gran fe. No es necesario que Jesús se contamine entrando en su casa, cree que con sólo su palabra, el criado quedará sano, reconoce la superioridad de Jesús que puede mandar a la enfermedad, como él manda a sus criados y le obedecen. Jesús, movido por la súplica de los ancianos, pero especialmente por su fe, realiza el milagro, expresando su admiración por la fe del centurión:”Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe. Vivamos las grandes lecciones que nos da este pasaje bíblico. Hna. María Pilar Garrúes El Cid Misionera Dominica del Rosario
Posted on: Mon, 16 Sep 2013 08:58:05 +0000

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