Aquí les dejo un cuento que se incorporó al libro "Al fondo del - TopicsExpress



          

Aquí les dejo un cuento que se incorporó al libro "Al fondo del océano", homenaje, de alguna manera, a Raymond Carver libro, que publicará el Fondo de Cultura Económica. Sé que les gustará; mi otro yo es muy certero, aunque a veces falla. "Carta a Evelyn" por Guillermo Samperio Anoche vi una película donde la esposa de un programador-inventor, de éxito, se suicida. Le deja una carta que él no abre sino hasta el final de la película. No te la voy a contar toda, pero haré una síntesis. Es un hombre que le gusta volar aviones a control remoto de juego y su imaginación creativa y en general su manera de proceder es un tanto infantil. Es indudable que me identifico con el suceso fúnebre y también con el protagonista del filme. Para el hombre, el suicidio de su mujer es de una conmoción severísima; no nada más se queda solo, sino que la única manera de tolerar el acontecimiento es drogarse, cada vez con más intensidad. Aspira gasolina con un trozo de tela. Lo corren de su trabajo, no hay quien pueda traerlo a la realidad ni menos consolarlo. En medio hay toda una serie de peripecias, en especial con una suegra que es una lacra y un amigo que medio lo anda cuidando. Una compañía importante sabe que ya no trabaja en la otra y lo invitan a laborar con ellos con un sueldo impresionante; no les importa lo que le paguen, sino la capacidad creativa del programador-inventor. Trabaja en su casa y le mandan el equipo y los materiales de trabajo, pero el viudo no da golpe y sigue perdido en la gasolina, única manera de sortear o eludir las emociones provocadas por el suicidio de su pareja. Al final de la película, se decide a leer la carta de ella y son palabras sencillas, tres o cuatro líneas, en las que le dice que él merece una mejor mujer, que se va amándolo de cualquier manera y le pide que queme todo eso; dentro del sobre viene un cerillo. El hombre empieza a quemar la carta y luego todas las fotos y cosas de ella; de pronto la ropa de él se empiezan a quemar, se desviste, quedándose en calzoncillos y termina quemando toda la casa. Sale de ella ataviado sólo con boxers y empieza a caminar al anochecer. El filme termina cuando, ya muy noche, se ve al hombre caminando por el centro de un freeway, todavía puestos los calzones, con vehículos que le pasan cerca, tanto los que van como los que vienen, y luego aparecen los créditos de quienes hicieron el filme. Al final, me entró una tristeza profunda, con la idea de no querer ir a mi grupo. Pensé que mi Padrino me había puesto la película enfrente para poder verme, para poder meditar en lo que me había sucedido y lo que había tenido que soportar (no en vano la psiquíatra me dobló la dosis de Efexxor). Y lo digo así, como si me hubiera sucedido a mí, también como si fuera una cosa común, porque cuando leí tu carta las imágenes que vinieron a mi mente me llevaron a diversas posibles situaciones en las que te veía muerta. En ese momento me entró la conmoción y viví en tales momentos tu muerte, caminé por el pasillo, inspeccioné el baño, la otra habitación, hasta que al fin me decidí a entrar en lo que, en rigor, nunca fue nuestra recámara y todavía al verte en la cama yo sabía que ya estabas muerta, hasta que te moví y diste signos de vida. En ese momento, lo único que se me ocurrió, como a cualquier mortal, fue intentar la manera de que no terminaras de morirte y lo demás ya lo sabes. Al ver la película me di cuenta de que la conmoción que había experimentado, semejante a la del protagonista del filme, me la guardé y se quedó en mi seresperando ver la película y al fin vivir la tristeza, la congoja profunda, el dolor y el pánico que me invadieron —tres emociones que todavía cargo—. Pensé también que sólo tú y yo vivimos tu muerte; desde distinto lado, claro está. Los demás sólo experimentaron lo que tu psiquíatra denominó “intento de suicidio” que, en realidad, visto del lado judicial se llama “intento de autoasesinato en primer grado”. Gracias a Dios que no te moriste porque me hubiera derrumbado de manera rotunda y hubiera tardado años en reponerme o habría incendiado la casa contigo dentro. Y también gracias Dios me encontraba yo dentro de un programa de recuperación de doce pasos y con una psiquíatra; de lo contrario, me hubiera sucedido algo semejante al de la película. Lo que quiero decir es que me sucedió lo mismo que ese hombre, pero yo no lo llevé a cabo y mi película se quedó dentro de mí, enlatada y prohibida, pero apuñalándome, dándome de martillazos en el corazón. Yo sé que me has pedido perdón y que te he perdonado, pero te cuento todo esto para que sopeses la despeñadero —yo también lo estoy haciendo— de esa fatal, funesta e ineludible experiencia que me martiriza. También lo escribo para decírmelo a mí mismo, para verlo fuera de mí, y para que re-evalúes tu visión de mi proceder después de que recuperé tu vida; al salvarte a ti me estaba también salvando a mí, pero de las terribles consecuencias que hubiera acarreado tu muerte. No me debes nada ni yo a ti. Lo que quiero decir es que cualquier comportamiento que tuve o hubiera tenido, luego del suceso funesto, no sólo estaba justificado y era a plenitud explicable, sino que no merecía ninguna censura ni tampoco mínima crítica, mi un pequeño reclamo, de parte tuya ni en absoluto de nadie. Sólo el Poder Superior sabe que así era y así es. Es en este sentido que te pido que re-evalúes tus opiniones, tus pensamientos, tu comportamiento, tus reclamos de cualquier índole, después de tu intento de autoasesinato. Quiero decir que lo que nos sucedió (experimentar la muerte) va más allá de cualquier “detalle” postfestum. Creo que una re-evaluación de tu parte no sólo es necesaria para tu salud mental y emocional, sino para la salud de lo que hoy estamos re-intentando. Sería para mí el mejor regalo de mi cumpleaños 56. Por otro lado, lo que te sucedió —ambos lo sabemos bien, así como nuestros psiquíatras— no fue resultado sólo de problemas físicos y hereditarios tuyos, sino también del proceso de vida (real, psicológico y psiquiátrico) que llevaste hasta el momento en que decidiste matarte. En este sentido hay un antes y un después. Recuerdo que una vez dijiste que por algo te habías salvado y me atrevo a pensar que es una nueva oportunidad que te dio el Poder Superior, o como le quieras llamar, para hacer una nueva y distinta vida a la que llevaste antes de aquella noche de lluvia. Si llevas la misma existencia, con los mismos fundamentos, a pesar de las medicinas, me atrevo a suponer que volverás a caer en semejantes circunstancias. Por ello también te pido que re-evalúes los modos de tu comportamiento hacia a mí en ese antes, porque en ese antes yo era para ti “un alcohólico en recuperación al que le estabas brindando tu apoyo”; aunque es verdad que soy un alcohólico en recuperación y siempre lo seré, gracias a ello pude actuar con buen tino esa noche y salvarte la vida –con base en los principios de doble AA— y me he mantenido sobrio hasta este día, gracias al Poder Superior. Esto me permitió no conducirme como el hombre de la película, quien no sólo se drogó hasta acabar con su vida y su prestigio, sino que terminó loco en serio. En esta nueva oportunidad que nos estamos dando, las cosas tienen que ser muy diferentes a las del “antes”, sobre todo por ti, pero en especial con el fin de que lo que estamos intentando perdure un algo, un poco. Yo también soy responsable de cambiar mis conductas y lo estoy intentando, pero te pido que no me juzgues con la misma mirada de antes y que en verdad tu forma de comportamiento hacia mí —y hacia ti— esté dentro de esta nueva vida que se te ha otorgado, aunque digas que todavía quieres morirte. Bueno, son las reflexiones que deseaba trasmitirte porque me parece muy importante que las sepas. Aunque con ganas de beber, deprimido y triste, me fui a mi junta del grupo “29 de febrero” de Torreón y salí reconfortado. Sé bien, cuando no quiero ir a mi junta, lo que necesito hacer.
Posted on: Tue, 16 Jul 2013 02:14:45 +0000

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