Carta del Dr. Jaramillo, Pediatra intensivista dirigida al Dr. - TopicsExpress



          

Carta del Dr. Jaramillo, Pediatra intensivista dirigida al Dr. Arguello, columnista del tiempo Medellín, 10 de noviembre de 2013 Respetado señor Argüello Soy médico hace 12 años; todo mi desempeño profesional lo he ejercido bajo el influjo de la ley 100 de 1993; cuando empecé la carrera se estaba ajustando el marco asistencial para la implementación de dicha ley y me formé escuchando a todos mis profesores quejarse de las inconsistencias y debilidades de la misma; me ha tocado sortear toda clase de impedimentos para ejercer mi disciplina con integridad, buscando el mayor beneficio para mis pacientes y sus familias; me especialicé y sub-especialicé, con el ánimo de ofrecer una atención de alta calidad en un área muy específica del conocimiento médico pediátrico; desde que me titulé pongo todo mi empeño para poder cumplir con mis objetivos profesionales, hago asistencia, docencia, intento generar conocimiento (cosa bien difícil en un sistema de salud centrado en la atención puramente asistencia), participo en vigilancia epidemiológica y me gusta la actividad gremial. Pienso que controvertir con un periodista, que tiene a su disposición la tribuna que ofrece los medios, es una tarea estéril; a la columna siguiente derriba de un plumazo cualquier intento de argumentación seria y sustentada, sin importar si lo acompaña la verdad o la justicia. Sin embargo, después de leer sus últimos escritos a propósito de la discusión actual en torno a la mal llamada “Reforma a la salud” propuesta por el Gobierno actual, me animo a controvertirlo; usted verá como lo recibe. Después de muchos años de creciente inconformismo en el gremio con el actual sistema de salud y más recientemente con la indignación creciente de múltiples sectores de la sociedad colombiana (no somos sólo los médicos, señor Argüello) con la propuesta de “reforma” citada, me parece muy impertinente de su parte tildar de “neoindignados” a todos los médicos que nos oponemos a la forma como se pretende remendar –sin visión y sin corazón– el caos en el que está sumida hace años la salud en el país. Y no porque no sea cierto que nuestras manifestaciones son recientes y reactivas a las intenciones del Gobierno nacional, sino más bien por la forma en que usted lo hizo: hace mofa y da a entender que nuestra indignación es menos valiosa que la suya, sólo por el hecho de que usted lleve algunos años haciendo públicas sus opiniones desde un diario nacional y que nosotros hubiéramos permanecido “callados” tratando de hacer lo mejor posible desde la asistencia. Y no porque no nos importara, como lo afirma en forma contundente y sin escrúpulos, sino porque no habíamos tenido la oportunidad como masa, ni la agallas como gremio, para manifestarlo; desde hace más de una década, distintos agrupaciones de profesionales, quizá en forma segmentaria, han venido adelantando análisis críticos y propuestas serias para una verdadera reforma de fondo; pero adivine: el Gobierno no ha atendido esas propuestas; desde la implementación misma de la ley 100 nos hemos preocupado y mucho por el destino de nuestros pacientes (sí, sí, hemos pensado en quienes debemos pensar, sin afanes egoístas, vea usted). Lo que pasa señor Argüello, es que justamente ahora, luego de que los gobernantes de turno nos quieren meter de nuevo el dedo en la boca a todos los colombianos, nos cansamos de recibir como propuesta de “cambio” más de lo mismo. Porque aunque le cueste creerlo, hemos leído la “Reforma”; y las propuestas alternas; y la letra menuda; y sus columnas y respuestas; y los datos epidemiológicos que demuestran que acá se siguen muriendo maternas, niños de diarrea y desnutrición y repunta la tuberculosis; y hemos tratado de dimensionar las cifras “oficiales” de lo que nos robaron a todos los colombianos (oficiales… ¿cuánto será entonces?); porque pensamos, opinamos, no somos ignorantes y no dejamos que otros nos cuenten la reforma; no nos dejamos manipular, ni tenemos intereses electorales, vea usted. Quizá desde su posición de estabilidad laboral, con la “seguridad social” amparada por un empleador, con medicina prepagada y con su capacidad argumentativa ganada en el privilegio de la academia, le quede fácil a usted sortear las trabas que le llegue a imponer una EPS para acceder a los servicio que requiere y merece. Pero resulta que, para un colombiano del común –que le cuento son la gran mayoría–, agobiado por la carga de la enfermedad propia o de un allegado, cansado de ir de fila en fila (como le escuché a algún abuelo: “donde hay fila, hay corrupción”) para que le den el “visto bueno” a una solicitud que un profesional de la medicina ya determinó como necesaria, con sus recursos minados por la “tramitología” que se le impone, todo esto determina que la dinámica de la enfermedad cambie; y le aseguro que no para bien. Al igual que le ha ocurrido a todos mis colegas, tengo ejemplo palpables de esto: he visto pacientes con neumonía que se complican por falta de atención oportuna; he presenciado la deshidratación garve de niños secundaria a diarrea, porque en su municipio no hay agua potable ni sistemas de salubridad adecuados; me consta como el estadio de un cáncer cambia por retrasos en la autorización de un tratamiento; veo cada mes a mis tías gastando una parte de su salario, a pesar de estar cotizando a una EPS, para comprar medicamentos para regular la presión alta y el colesterol, porque en la farmacia de la aseguradora dizque no hay existencias; también he visto como una familia pierde su estabilidad social por un desplazamiento forzado en busca de una cirugía de corazón que, pudiéndose hacer en su región de origen, la EPS determina que deben ir a otro departamento a obtenerla, porque es allá “donde tienen el contrato”; o como un paciente requiere semanas de atención en cuidados intensivos (con el respectivo aumento del sufrimiento y los costos) porque su “aseguradora” determinó que el seguimiento por un especialista ya no era necesario; no quiero mencionarle los muertos que el sistema ha ido dejando por ahí, regados, para que no crea que estoy recurriendo a argumentos sensibleros. Esta lógica macabra donde el dinero (entre otras cosas, señor periodista, me refiero a NUESTRO dinero) está por encima de la dignidad humana, de la salud de una sociedad, debe terminar de regir el rumbo de nuestro sistema de salud; a mí me lo parece, no sé a usted. En lo personal, ver como algunos pocos se enriquecen con los recursos públicos y como se hace negocio con la vida de todos los colombianos, mientras el grueso de la población mendiga a las EPS una atención digna, me da vergüenza histórica como ciudadano y como profesional. Ver como se abandonó a su suerte la salud pública de toda una nación, me hace sentir fracasado como académico. Percibir que para este gobierno la protesta pacífica es inane, las voces multisectoriales son “arengas, consignas, estribillos, eslóganes…nada más” (como lo manifestó en su twitter el ministro), me deja claro cuál es la democracia que quieren los de turno. No puede ser que tantos sectores de la sociedad estemos siendo víctimas de una “esquizofrenia colectiva” y que sólo los tecnócratas ministeriales, con sus rimbombantes títulos académico, sean el grupo de iluminatti, que en su incólume sapiencia determinen el camino a seguir, bajo la premisa de estarnos salvando de un destino dantesco. La construcción de una verdadera reforma a este perverso sistema debe nacer de una discusión colectiva, donde todos los actores implicados tengan una participación responsable, y no de una imposición economicista; y resulta, señor Argüello, que de nuestro lado ya se han hecho propuestas muy serias al respecto, pero adivine otra vez: no las atienden (o no les conviene; así el ministro insista en que lo ha hecho: oír no es lo mismo que escuchar y escuchar no es lo mismo que concertar, como concertar no es lo mismo que construir); es ahí donde se debe “cuestionar, generar debate y construir país desde otra perspectiva, diciendo lo que algunos piensan y no se atreven a decir”, tal y como usted lo propone en sus columnas. Es ahí donde el Gobierno nacional debe atender a las críticas de sus “gobernados” y recordar que lo que se hizo en el mandato ciudadano electoral fue darles representatividad y no dotarlos de poderes de autócratas. Y es ahí también donde usted, señor periodista, debe informar con altura y sensatez –como lo hace con acierto cuando cita la corrupción rampante que permea todos los poros del país–, porque esa es su valiosa función en esta sociedad, su privilegio entre pocos, pero uno que entraña gran responsabilidad. Yo también albergo su mismo deseo, señor Argüello: “siempre espero algo más de quienes supuestamente tienen un mayor nivel de educación”; por favor, no lo defraude. Cordialmente, Juan Camilo Jaramillo Bustamante Pediatra Intensivista
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 12:05:10 +0000

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