Con el episodio de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:20-33) - TopicsExpress



          

Con el episodio de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:20-33) comprobamos que Dios es justo y misericordioso, y que no actuó hasta que la maldad de estos pueblos alcanzó extremos insospechados de perversión y violencia. El juicio de la destrucción de esas ciudades mediante fuego no se hubiera producido si al menos hubieran habido diez justos en esas ciudades, como se deduce de la piadosa intercesión de Abraham con Dios La maldad, violencia y guerras son fruto de la depravación del ser humano caído, y de las equivocadas decisiones de su libre albedrío. Dios se vio obligado a intervenir para destruir, por medio del Diluvio, a los seres humanos cuya maldad había alcanzado cotas insospechadas en esa época del mundo. Y más tarde, de forma puntual, también actuó directamente destruyendo por fuego las depravadas ciudades de Sodoma y Gomorra. El llamado, elección y formación del pueblo de Israel inicia una nueva estrategia de Dios para darse a conocer al mundo caído, para combatir y controlar la violencia, enfocándolo todo hacia el Mesías venidero, Jesús, el Príncipe de la paz (Isaías 9:6); Mateo 1:20-25) que se revelaría como el Redentor y salvador de la Humanidad. Dios, intervino de forma directa, especial y única en la historia de la Humanidad, por medio de su pueblo elegido, para poner límite y fin a la violencia y maldad cuando ellas colmaban el vaso de la paciencia de Dios. Israel, pues, dio testimonio del Dios vivo, preservó su Palabra, y en su seno nació Jesús, Dios manifestado en carne (1ª Timoteo 3:16). La formación de Israel se realizó en tiempos de gran violencia y maldad. Las naciones de alrededor eran totalmente corruptas, adoraban ídolos y les ofrecían sacrificios humanos para conseguir sus favores (Deut. 12:31; 18:9-14; etc.). La destrucción y conquista de Canaán se produce, como un juicio de Dios, cuando la maldad de esos pueblos ha llegado al colmo. Dios les dio más de cuatrocientos años, de tiempo de gracia, para que se arrepintieran. Ellas habían oído del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, también oyeron de las maravillosas señales y prodigios que Dios hizo con el pueblo de Israel para liberarles de la esclavitud de Egipto (Josué 2:9-10; 9:1-4), y sin embargo no se arrepintieron de su maldad. Las guerras que Dios ordenó fueron necesarias para que Israel pudiese sobrevivir, y para que las otras naciones conocieran cual era el Dios vivo y eterno. Y la preservación de Israel fue imprescindible para que el Mesías prometido llevara la salvación y el perdón de pecados a todas las naciones. Las guerras santas (Deuteronomio 20; 1ª Samuel 15:3,18) eran para la ejecución de los juicios de Dios sobre esas naciones, y debían realizarse cumpliendo estrictamente las leyes que Él había dado. Los pueblos paganos precisaban conocer que se trataba de un castigo del Dios verdadero, el Dios de Israel, ejecutado por la mano de este pueblo. Además, Israel debía de aprender en su propia carne lo que le ocurriría cuando, apartándose de Dios, se volviera a los dioses de las naciones que le rodeaban, cometiendo, al igual que ellas, todo tipo de perversiones. Las guerras sólo las ganaban cuando coincidían con la voluntad de Dios. Cuando, por su propia iniciativa acometían una invasión, por mucho ejército que tuvieran, eran vergonzosamente derrotados. Esto se hizo evidente en multitud de ocasiones, y finalmente, cuando se contaminaron de la idolatría de las naciones y adoptaron sus costumbres depravadas, Dios permitió que fueran vencidos por Babilonia y deportados allí. Cuando nos situamos en la perspectiva correcta, entendemos que se trata de la extraña obra de juicio y de castigo de Dios a los pueblos que han sobrepasado los límites de la perversión (Isaías 28:21). Esta extraña operación es llevada a cabo en un momento concreto de la historia y en unas circunstancias especiales. Un momento único y crucial en el que Dios interviene directamente en la historia de la humanidad para darse a conocer como el Creador, el único Dios verdadero y eterno, y para evitar que la maldad y la violencia volvieran a multiplicarse. Es el inicio del plan de salvación para la humanidad. Por tanto, con ese propósito, elige, prepara y forma un pueblo del que vendría el Mesías, por el que recibimos la salvación. Aunque sabemos que las guerras santas del pueblo de Israel, plantean serios interrogantes morales, difíciles, todavía, de comprender, y que no pretendemos haber contestado a todos, creemos que lo escrito en este ensayo presenta argumentos y cauces razonables de interpretación de las citadas guerras ordenadas por Dios mismo. Con la vida, muerte y resurrección de Jesús se inicia la dispensación de la iglesia de Cristo, y ya nunca más son permitidas las acciones violentas y las guerras de cualquier tipo, ni hay ninguna justificación de las mismas (Mateo 5:21-24, 44, 45). Mateo 5: 43-45 “43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.”
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 04:08:10 +0000

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