JUGANDO CON EL GRAN MAULNES PARA FELICITAR A CARMEN EN SU - TopicsExpress



          

JUGANDO CON EL GRAN MAULNES PARA FELICITAR A CARMEN EN SU CUMPLEAÑOS “Quisiera, hijo mío, que conservaras en la memoria lo hermoso de estos días; tendrás necesidad de su recuerdo cuando, como yo, hayas entrado en edades sin retorno”. Carmen Avendaño, Henri Alain-Fournier, nació el mismo día que tú, y es verdad es una gran alegría, que a alguien lo cobije la sombra de alguien como él; en la madrugada dude en mencionar o no tu nombre en las efemérides, pero sé de tu humildad, y hasta molestia si lo hubiera hecho; pensé en felicitarte, escribiendo en tu muro, pero la cautela me hizo dudar; ahora me das la pauta para hacerlo y lo aprovecho. Recordaras que “…la máquina no explica todo: es un pretexto que se da el espíritu para pasar de una concepción a otra: de la concepción de un mundo donde se puede volar a aquella de un mundo en donde se vuela”. Y sabes, en alguna parte de las notificaciones que aparecen en el muro conocí una imagen de tu hija, y me alegro saberla tan guapa y con esa mirada interesante, como la de sus padres, y ahora me hace pensar en ese final de Fourniere, cuando afirma: “-Es tu hija. Tuvo un sobresalto; me miró. Luego se acercó y la tomó en brazos. Al principio no pudo verla bien, pues se lo impedían las lágrimas... Y entonces, para disimular su inmensa ternura y el llanto que lo ahogaba, sentando a la niña sobre su brazo derecho y estrechándola con fuerza, se encaró conmigo, cabizbajo, y me dijo: -Los traje a los dos. Los verás en su casa... Y en efecto; cuando me marché, pensativo y casi feliz, aún temprano, rumbo a la "casa de Frantz" que un día Ivonne de Galais me había mostrado desierta, distinguí a lo lejos una mujer joven, con aires de ama de casa, que barría el umbral de la casa, provocando la curiosidad y simpatía de varios pastores endomingados, que iban a misa. En el dormitorio, entretanto, la niña empezaba a cansarse de que la abrazaran así, y como Agustín, con la cabeza gacha y desviada, para ocultar y secar sus lágrimas, seguía sin mirarla, ella le golpeó fuertemente con su manita la boca barbuda y molada. Esta vez el padre levantó muy alto a su hija, la hizo saltar en sus brazos y la contempló con una mueca sonriente. Ella palmoteó satisfecha. Yo me había apartado un poco para verlos mejor. Un poco desengañado, y sin embargo maravillado, comprendía que la niña había hallado por fin al compañero que esperaba, presintiéndolo oscuramente. Advertía también que el gran Meaulnes, al regresar, me quitaba la única alegría que me había dejado. Y ya me lo imaginaba, alguna noche, envolviendo a su hija en una capa y marchándose con ella en busca de nuevas aventuras”. Carmen, no sé el porqué, aún no hemos tenido ocasión de conocernos más, han de ser mil cosas, seguramente, que el destino si ha de saber. Pero por lo pronto te mando con estas palabras un fuerte abrazo y mis mejores parabienes y deseos esperando que siempre, siempre, siempre, siempre estés rodeada de la gente que amas y te ama, y te acompañe la sombra del gran Meaulnes y la mejor de las suertes posibles. * Los entrecomillados son fragmentos de El gran Meaulnes de Henri Alain-Fournier.
Posted on: Thu, 03 Oct 2013 18:18:51 +0000

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