Ley de medios: LEY DE MEDIOS LO QUE NO FUE POR ERNESTO - TopicsExpress



          

Ley de medios: LEY DE MEDIOS LO QUE NO FUE POR ERNESTO TENEMBAUM Nunca estuve a favor de la ley de medios aunque, lo admito, hubo tres motivos que me generaron dudas. El primero es que una cantidad enorme de amigos de toda la vida estaban entusiastamente a favor. Eran los tiempos en los que hasta Jorge Lanata estaba de acuerdo. Discutí con algunos de ellos mucho en el 2009. Creo que mis argumentos --y ahora lo creo mucho más-- eran sólidos. Pero me dejaba pensando: que tantas personas cercanas, probadas, democráticas, estuvieran a favor no puede sino generar dudas. El segundo motivo era que la concentración de medios en manos del grupo Clarín me parecía entonces, y me parece ahora, excesiva. Y el tercero era que en toda mi vida me generaron simpatía los gobiernos que enfrentaban a sectores del poder económico. Y la ley de medios era un desafío fuerte contra al principal multimedio del país. En ese contexto, mi argumento en contra de la ley tenía que ver con la historia reciente del país, y particularmente con la historia de los Kirchner. Uno de los temas centrales de debate público en la década del 90 había sido la relación entre el periodismo y el poder político. Carlos Menem brindó luego de su triunfo en 1995 con Bernardo Neustadt. "Derrotamos a los medios", dijo esa noche. Las denuncias por aprietes eran tales que se conformó una agrupación llamada "Periodistas" que congregaba desde Horacio Verbitsky, María Seoane hasta Mariano Grondona y Rosendo Fraga pasando por las cúpulas de Clarín, La Nación y Página 12. En aquellos años, la prensa no menemista --uno de cuyos referentes principales era Verbitsky-- denunciaba que el Gobierno estaba conformando un multimedio propio para controlar la información en el país y que para eso había reunido a banqueros, empresarios de medios, periodistas cercanos, a los que financiaba generosamente con préstamos y publicidad oficial. Ese mutimedio sumaba a telefé, canal 9, canal 7, América, entre otros. Y era profundamente anticlarín. Años después, el kirchnerismo lograría instalar en algunos sectores la idea de que los medios son esencialmente conservadores y conspiran contra los gobiernos progresistas. Pero lo cierto es que ese conflicto estuvo allí muchas veces: cuando el poder era de Menem o de Kirchner, de Alfonsín o de López Rega. Sea como fuere, el intento de debilitar Clarín y construir medios alternativos podía ser, como sostenían otros, un paso a la democratización. Pero también una reedición de la experiencia menemista de los 90, ahora con pátina de prestigio progre (algo que ocurrió muchas veces en estos años: con la corrupción, con las tragedias que asesinan gente, con la re-reelección, con la minería a cielo abierto). Entre mis argumentos también figuraba el pasado de los Kirchner, quienes en Santa Cruz habían destinado mucho dinero a la conformación de un multimedia dócil y adicto, y también a generar miedo en el resto del periodismo. En Santa Cruz no había corporaciones ni golpes de estado, ni conflicto rural: solo era ambición de poder, necesidad de controlar todo. Esos eran los argumentos a favor y en contra. Le desconfiaba enormemente a esa ley. Pero dudaba. Un amigo me dijo por entonces: "Es cierto que no sos categórico. Pero se nota que estás en contra". Es posible que fuera así. También era cierto que era el comentario de alguien que estaba a favor. Y, se sabe, cualquiera que expresara dudas, era visto como alguien raro por quienes tenían posición tomada, de un lado o de otro. La pregunta básica era: "¿Se trata de una ley para que haya más voces, o para debilitar a las voces alternativas mientras se crea un multimedio obediente donde solo hay una voz?". Pasó mucho tiempo. En estos momentos se desarrolla, una audiencia pública antes de que la Corte Suprema defina si es constitucional o no. A mi no me resulta central ese punto, aunque entiendo lo importante que es para una sociedad. Lo que sí se es que, cuatro años después, no tengo demasiadas dudas: el Gobierno me convenció de que esa ley es apenas un instrumento más de una política de medios reaccionaria y oscurantista. Y creo que no solo a mí: mucha gente pasó por el mismo proceso, aun teniendo posiciones más claras a favor de la ley. Inclusive algunos de sus autores, como la ex diputada Silvia Vazquez. Y creo que allí está una de las causas de la derrota de la ley de medios. Un sector intermadio, que podría haberla respaldado, o que la respaldó, fue sistematicamente alejado por la demostración categórica que hizo el kirchnerismo, una y otra vez, cada día, cada minuto, cada segundo, de cuales eran sus objetivos en la realidad. Como parte del proceso de respaldo a la ley de medios el Gobierno hizo todo esto junto: - Discriminó escandalosamente con la publicidad oficial a todos los medios --grandes o chicos-- que no estuvieran alineados. - Realizó juicios públicos contra periodistas de probada integridad, solo porque criticaban las políticas oficiales. - Financió programas de televisión diarios para tergiversar y degradar la opinión de disidentes. - Realizó marchas callejeras donde se exhibían caras de periodistas como si fueran enemigos del pueblo. - Permitió que grupos económicos que hicieron fortunas monstruosas en la década ganada compraran medios muy importantes. Y lo primero que hicieron al desembarcar fue despedir a los periodistas más populares, porque eran críticos al Gobierno. Ergo: destruyeron la audiencia de esos medios. - Habilitó a que militantes organizaran escupidas públicas de colegas o los pusieran en cuadros comparándolos a Videla durante los actos de conmemoración del 24 de marzo. - Armó campañas miserables utilizando temas que deberían haber sido sagrados como la resittución de niños desaparecidos durante la dictadura. Desde la televisión oficialista se estimulaba que les gritaran "Devuelvan a los nietos", a periodistas y camarógrafos, por ejemplo. -- Construyó la herramienta más formidable y masiva que existe --el Futbol para Todos-- y lo usó para que se exprese allí una sola voz. -- Promovió el boycot publicitario no solo a grandes medios no alineados sino también a diarios pequeños, como Crítica, que competían con esos grandes medios. --Puso en marcha una reforma oscurantista del Poder Judicial, enojado porque las cosas no salían como querían en la Justicia. --Organizó manifestaciones contra la mejor Corte Suprema de la democracia, en las que se burlaron de los jueces por su edad, los calificaron de chorros y miserables, y amenazaron con tomar el Palacio de Tribunales. Uno relee todo eso junto, y recuerda lo que ocurrió en Santa Cruz, y es difícil tener dudas. A estas alturas, quienes apoyan la ley de medios, muy probablemente estén convencidos de que en la Argentina debe haber una sola voz: la del Gobierno. Es una misión imposible. Eso no va a ocurrir. Pero es un punto de vista. Claramente, no es el mío. No he visto en estos años una sola medida, un solo movimiento, dirigido a la democratización de la palabra, ni de nada. Con lo cual, insisto: el Gobierno se encargo de convencerme solito sobre cuales eran sus intenciones. Pero no es solo por eso que fracasó la ley o, al menos, sus objetivos declarados. Mientras ocurría todo este proceso, el Gobierno destinó cifras multimillonarias para construir una red de medios propios. Tuvieron tiempo y tuvieron mucho dinero. Sin embargo, no lograron crear medios populares. Quienes trabajamos en la prensa comercial sabemos lo que cuesta mantener el contacto con un público masivo. Desde la gente de Pronto hasta la de radio 10, desde el grupo Clarín hasta la productora Ideas del Sur, desde la revista Noticias hasta cadena 3, sabemos que requiere una búsqueda constante, un cúmulo de talento y dedicación, y mucho, pero mucho, laburo. El intento oficial de construir una red de medios propia fracasó. No llegaron a la gente. Quizá porque estuvieron demasiado preocupados en bajar línea. O porque cuando los subsidios son definitorios en los ingresos de una empresa puede ser que se descuide los ingresos por venta o por publicidad. O por lo que fuera. Pero no funcionó. Peor aun. Compraron medios masivos a los que empequeñecieron. No hay un solo ejemplo en sentido contrario. No descubrieron un periodista que influya en serio, o un artista diferente. Con todas sus limitaciones, la gestión menemista en ATC puso al aire por primera vez a Mario Pergolini, a Roberto Petinatto y a Mariano Gondona, recién separado de Bernardo Neustadt. El alfonsinismo puso al aire por primera vez el programa de Susana Gimenez. Hasta en el breve lapso delarruísta, descubrieron Todo por dos pesos, del que luego se desprendió Capusotto. ¿Que tiene para mostrar la gestión oficial, ahora que pasaron tantos años? ¿En Terapia, una gran serie, notablemente actuada, con formato comprado en el exterior? ¿678? Y no hay ley que reemplace la construcción cotidiana de un medio. Decida lo que decida la Corte, eso no cambia. Hay medios que se escuchan, se leen y otros que no, o que se escuchan y se leen menos. Hoy se discute en la Corte. En unas semanas estará el fallo definitivo. Pero de aquellas ideas, que a algunos les parecían nobles, quedó esta desolación. Lo que no fue. Tomado de su blog ertenembaum.blogspot.ar/
Posted on: Sat, 31 Aug 2013 21:44:21 +0000

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