POR QUÉ TRIUNF EL COMUNISMO EN CUBA VERDADES - TopicsExpress



          

POR QUÉ TRIUNF EL COMUNISMO EN CUBA VERDADES IRREFUTABLES Extractos y Conceptos por: Roberto Torricella A principios del exilio en 1959, reconocimos que desde ningún lugar del continente podía hallarse el rescate de Cuba. El derrocamiento del comunismo en Cuba tenía que contemplarse como el resultado de un proceso ya que el gobierno castrista contaba con el apoyo de una porción considerable de la ciudadanía y había sido reconocido, sin cuestionamiento, por los demás países. Conociendo el poder de las pasiones y de los intereses de individuos y colectividades, era imprescindible que antes se dieran determinados prerrequisitos: • El convencimiento general de que Cuba había sido objeto de una publicidad desnaturalizadora en provecho de Fidel Castro, cuyas diabólicas intenciones fueron sublimadas por esa misma publicidad, aunado a un empeño esclarecedor que trasciende al campo ético, a Cuba y a la seguridad del mundo libre. • La unidad de las fuerzas anticastristas presididas por el anhelo de consumar la independencia de la patria por sobre diferencias personales o sectarias, y el poder de las pasiones y de los intereses. • La lucha tenía que ser librada por cubanos y bajo la dirección de cubanos producto de la voluntad del exilio y de los que luchaban dentro de Cuba, con ayuda foránea aportada incondicionalmente para evitar compromisos mediatizadores para la República. En los primeros años del exilio no era el momento apropiado para derrocar a Castro debido a los factores que lo apoyaban y que darían al traste con cualquier acción. Castro poseía una carta de crédito en lo nacional e internacional originada, en gran parte, por el predominio de consignas falaces y por la tergiversación de la realidad sobre hechos e individuos. Nuestra tarea debió ser el restablecimiento de la verdad en cuanto al pasado y el presente cubanos, o sea, en lo que se refiere a que en Cuba no existían motivos para una revolución democrática y que la subversión de Castro respondía a la internacional comunista con las peculiares deformaciones de su ego perverso que tipifican de anarco-comunismo al régimen. La duración de dicha carta de crédito de la que disfrutaba y al amparo de la cual se le toleraba la destrucción de Cuba, dependía del éxito de esa tarea esclarecedora, de la unidad de todos los cubanos anticastristas, y del progresivo desgobierno de Castro y sus camaradas. DEFORMACIONES, IGNORACIA Y COMPLICIDAD: Hay individuos, instituciones y gobiernos que no quisieron y no han querido enterarse todavía que las acusaciones de rapacidad, corrupción y brutalidad formaron -y forman- parte de la estrategia de los comunistas cuando quieren tomar, o toman el poder. Sus finalidades son desprestigiar el sistema democrático-capitalista y contar con un pretexto para destruir el “aparato represivo de la burguesía”. En todos los casos es acondicionar sicológicamente a la población para ulteriores despojos y asesinatos hasta culminar en la comunización del país que nunca es súbita, sino por etapas. La fidelidad de los difamadores a las consignas rojas va más lejos. Con el obsesionante propósito de justificar la “revolución” fidelista, a las imputaciones de “rapacidad”, “corrupción”, y “crueldad”, agregan la indiferencia de las clases dirigentes a necesidades esenciales del pueblo, consecuentes con la tesis seudocientífica de que el comunismo prospera únicamente en las sociedades primarias. Según Marx, el socialismo y sus seguidores –la dictadura del proletariado- es una fase que subsigue al superdesarrollo capitalista y no parecen observar que los movimientos comunistas no lo dirigen –y apenas lo integran- las masas desposeídas y analfabetas, sino minorías bien dotadas de cultura y hasta de patrimonio. Cualquiera que hayan sido los motivos reales de la cooperación lograda por el Movimiento 26 de Julio de factores que debieron serle hostiles, es cierto que el castrismo y sus compañeros de viaje inventaron malévolamente un conjunto de móviles que echaron a rodar por el mundo incorporándolo a la opinión pública internacional como verdades reales. Y, obviamente, nada sorprende que esas “verdades” hayan devenido tópicos para el hombre común, sin espíritu crítico y privado de las fuentes proveedoras de la realidad, consiguiendo que individuos supuestamente cualificados, instituciones supuestamente serias, y hasta gobiernos supuestamente responsables se transformaran en trompeteros de lo falso en perjuicio, a la postre, de sí propio, sin que estén dispuestos a retractarse del error en que incurrieron, no obstante sus consecuencias catastróficas. MENTIRAS Y EQUÍVOCOS En los gobiernos republicanos de los 40s y 50s, muchos capitalistas abrían su bolsa para ayudar al “Partido” y hasta daban albergue a los dirigentes comunistas cuando eran perseguidos por la policía. Si así reaccionaban ante el mayor peligro que ha confrontado la civilización occidental, no es nada raro que con mayor irresponsabilidad contemplaran el “caso Fidel Castro”. Cuando el gobierno, con pruebas irrefutables, afirmaba que el “héroe de la Sierra Maestra” pertenecía al gremio rojo, es posible que muchos no creyeran; otros que sospechaban o lo sabían, reflexionaban que “era imposible la existencia de un gobierno comunista a 90 millas de los Estados Unidos”. Hubo capitalistas que sin plantearse el problema en toda su terrible magnitud cooperaron graciosamente y encendiendo velas a Dios y al diablo, aseguraban la amistad y protección de todos los regímenes. Los más culpables fueron quienes pensaron llegar al poder por la vía de Castro, sin necesidad de someterse a las “engorrosas” prácticas de la política electoral. UN MOTIVO COMÚN Tan culpables como los antedichos, algunos auspiciadores del triunfo comunista en Cuba entrevieron el peligro inminente pero las bajas pasiones (envidia, odio, hipocresía, resentimiento, cobardía moral y esa malsana inclinación de “pescar en río revuelto”) anularon la sensatez y al amor por Cuba. Miles de veces repetían la frase “cualquiera con tal que se vaya Batista". Era intolerable para esa legión de necios que un hombre sin pergamino universitario, un simple sargento, dirigiera los asuntos del país. Y era tan profundo el odio clasista de tales “señoras y señores” que su animadversión era menor respecto a Castro. Cada vez que algún castrista arrepentido alude a la “traición” de Fidel, cita la promesa de éste de celebrar elecciones y de gobernar con la Constitución de 1940, como si esas circunstancias no hubieran ocurrido o estado vigente anteriormente. LA BURGESÍA Y LA CRECIENTE CLASE MEDIA ¿Qué engendró o potenció la hostilidad de este sector de nuestra sociedad? La frivolidad, la imprevisión, las bajas pasiones, y la ausencia de sentido moral. Parecía no comprender que, desde hacía años, los adeptos a Marx se lanzaron a la ofensiva para “moscovizar” el resto de las naciones mediante la astucia o la fuerza, según las circunstancias. Además, con ingenuidad antihistórica, pensaban que los dirigentes comunistas eran los consabidos “lideres” del Partido Socialista Popular, es decir, criollos agradables y cultos, de simpática sonrisa, incapaces de tomar el poder dado el número exiguo de sus prosélitos, incapaces de escenificar en Cuba los horrores de los países sovietizados “porque ellos eran distintos”. Y no oyeron ni cambiaron su irresponsable actitud a pesar que en 1956, durante la Conferencia de Presidentes latinoamericanos celebrada en Panamá, el gobierno cubano, apoyado con pruebas irrefutables, advirtió al mundo occidental sobre el gran peligro de la continua infiltración comunista en Cuba y en las naciones del hemisferio. TRAICIÓN La infamia deliberada no tiene excusa y si se la ha cometido inconscientemente, sólo puede excusarla el arrepentimiento. En la extensa lista de los que postulaban -y continúan repitiéndolo para justificar su complicidad- que la revolución en Cuba era necesaria y que, una vez en el poder, hubo de traicionarla Fidel Castro, son los que más merecen ser incluidos en el grupo de los difamadores deliberados. Junto a la traición foránea, cabalga la traición de muchos cubanos que corroídos por las bajas pasiones llevaron a la prensa extranjera y a los congresos internacionales una versión distorsionada de la colectividad a que pertenecían con el fin de socavar el gobierno existente. No es censurable el médico, abogado, periodista o maestro que por pertenecer a la internacional roja, obedeció a sus mandatos, pero sí son altamente censurables aquellos, inclusive prelados, supuestamente demócratas y cristianos, que se condujeron conforme al precepto leninista y que todavía continúan bajo su influjo. A ellos débese la pésima fama que sufrió y que sufre Cuba. Es cierto que muchos de los que ayer utilizaron los colores más sombríos para pintar ante la opinión pública exterior la situación de la patria, hoy se desmienten al ubicar a Cuba en el privilegiado sitial que en diversos aspectos de la vida colectiva disfrutaba antes del advenimiento del castro-comunismo. Continúan calificando de “dictadura” o “tiranía” a un régimen que se enmarcó dentro de la Constitución, no obstante el deseo de ellos de privarlo de soporte democrático y provocar desmanes. DICTADURA O TIRANÍA ¿Qué es dictadura? ¿Qué es tiranía? ¿Qué es despotismo? ¿Hubo en Cuba durante la década de los 50s una situación que teórica o factualmente merezca cualquiera de esos nombres? Obviamente no. Veamos: Dictadura es la concentración, en bien o en mal, de todos los poderes. ¿Tal era el caso en Cuba? Honestamente, no. El Congreso ejercía sus funciones con independencia del Poder Ejecutivo y de la judicatura, con una representación oposicionista pequeña debido al retraimiento del Dr. Grau en las elecciones, pero cumplió sus deberes con inteligencia y valor. En oportunidades diversas, leyes-decretos, aprobados por el Consejo de Ministros durante etapas de suspensión de garantías constitucionales y en receso el Poder Legislativo, fueron derogadas por éste al reanudar sus actividades. El Poder Judicial (cuya independencia es suficiente para asegurar el carácter democrático de cualquier régimen), hubo de desenvolverse sin interferencia alguna, no obstante que su lenidad para con los terroristas constituía un estímulo a la sedición. ¿No se dictaron autos de procesamiento contra algunos miembros de la policía y del ejército por supuestos delitos cometidos al calor de la guerra civil? En ningún momento la estructura gubernamental, la “dictadura”, infringió la independencia del Poder Judicial. No sólo los tres poderes del Estado eran interdependientes, sino que se desglosaron funciones del Poder Ejecutivo y se los adscribió a numerosos organismos autónomos y paraestatales cuya dirección y funcionamiento estaban a cargo de personas no vinculadas al gobierno. Tiranía y despotismo poseen como elemento tipificador –adicional al de la dictadura- el ejercicio injusto, abusivo, anonadante de esos poderes. Contestemos con algunas interrogantes: ¿Por qué sobrevivieron Fidel y Raúl del asalto al Cuartel Moncada? ¿Por qué fueron excarcelados mucho antes de cumplir la sanción que le impusieron tribunales ordinarios? ¿Por qué la revista “Bohemia”, órgano del fidelismo, y otros, disfrutaron de las ventajas ofrecidas por bancos paraestatales creados por la “tiranía”? ¿Por qué la generalidad de los dirigentes terroristas y conspiradores claves que estuvieron en poder de la policía sobrevivieron a la “brutalidad” de ésta? ¿Por qué algunas entidades y empresas no fueron objeto de ataques o desaparecieron en aquella época a pesar de la ayuda notoria que prestaban al castrismo? ¿Por qué líderes oposicionistas recibían en el exilio las caudalosas rentas de sus propiedades? ¿Por qué periódicos, revistas, estaciones de radio y de televisión que alentaban la guerra civil no fueron allanados y destruidos sus maquinarias y mobiliario? Cualquiera que sea la respuesta, tendrá que aparecer en ella un elemento: la falta absoluta de crueldad, de prepotencia y de abuso por el gobierno existente. ¿Dónde está, pues, el dictador o el tirano? BRUTALIDAD DE LA POLICÍA La acusación de crueldad atribuida a la fuerza pública es la que más daño hizo ante la opinión pública internacional. Es, sin embargo, la más infame e infundada. La represión de los cuerpos policíacos fue una respuesta y rara vez se practicó descaminadamente. Aun así, como un exponente de que ni el ardor de la lucha ni la conciencia de que estaba en juego la vida, deshumanizaron la actuación del gobierno, ya que muchos pudieran confeccionar una extensa lista con los individuos a quienes protegió, escondiéndolos y atendiéndolos en sus casas, consiguiendo su excarcelación, facilitando su salida del territorio nacional, mientras que se mantenían a sus familiares en las posiciones públicas. No puede aceptarse que la policía castigara con la muerte a quien produce la muerte indiscriminada con un aparato explosivo, pero no puede aceptarse tampoco que mientras se condene la acción policiaca, se cohoneste y aplauda la del terrorista. No puede aceptarse moralmente que el mayor número de víctimas producidas por un “revolucionario” merezca un alto grado en la jerarquía rebelde y que igual acción realizada por un miembro la fuerza pública merezca el pelotón de fusilamiento. EL CLERO Ilustres representativos del clero y otros de “exquisita” sensibilidad, encontraron aceptables los continuos ataques a la vida, a la paz, al orden, a la religión, a la libre determinación ciudadana, a la propiedad, a la cultura, al progreso económico y social, participaron de esas transgresiones y, tergiversando su sentido, convirtieron el crimen en actos heroicos y a los criminales en héroes. Muchos ejemplos podrían citarse: La explosión de un polvorín “rebelde” destruyó considerablemente la Ermita de la Virgen de la Caridad del Cobre que el gobierno apresuradamente reparó. Antes y después de aquello, el santuario servía de cuartel general del castrismo. Cuando el Cardenal Arteaga intervino en la guerra civil buscando un arreglo fraternal, todos los grupos políticos acogieron favorablemente la iniciativa, salvo Fidel Castro que la repudió insolentemente. No obstante, prelados y feligreses consideraron como una colaboración con la “dictadura” la noble gestión de Su Eminencia y se solidarizaron con el brulote fidelista, continuando su apoyo al barbudo de la Sierra. Un simple sacerdote que decía misas en la iglesia de la calle Salud en La Habana, era ayudado económicamente de forma continua por la Primera Dama. En ocasiones, cuando ésta rezaba en ese sagrado recinto acompañada por un grupo de amigas, los rebeldes introducían y escondían armas en la iglesia con conocimiento y aprobación del sacerdote. Al ser esto reportado, se ordenó no se hiciera nada contra el prelado. Una razón del rápido asenso a Obispo de éste sacerdote, se debió a su relación e influencia con Castro. A pesar de las experiencias vividas en Cuba, éste Obispo, el 19 de noviembre de 1961, prestó nuevamente un gran servicio al castro-comunismo, al dar una conferencia en el Palacio de la Música en Barcelona en donde habló como un partidario defraudado y no como un pastor, al decir: “la iglesia católica protestó durante la dictadura de Batista por los atropellos que se cometían y recibió el fidelismo como una esperanza de reforma social y libertad cristiana”. Nunca reconoció el Señor Obispo que la protesta del grupo de sacerdotes se debía a que la fuerza pública actuó por reacción defensiva y la actuación de los prelados fue más bien, no con espíritu cristiano, sino con la intención de ayudar al castrismo, estimulando la conducta salvajemente criminal de los terroristas. Al conducirse así, dieron la impresión de que las felonías del castrismo contaban con la licencia eclesiástica y, de hecho, esto no estaba muy lejos de la triste verdad. LA PRENSA La prensa escrita, el radio, y la televisión habían adquirido un extraordinario desarrollo. Cuba disfrutó siempre de la libertad de prensa. El Código de Defensa Social era un freno al abuso de la libertad de expresión más, ni los particulares ni los gobiernos, reaccionaban ante los abusos porque en la práctica, era peor. Esa libertad irrestricta, ese poder omnímodo, corrompió totalmente la prensa. La prensa estragó la sensibilidad popular y ese estrago exigía cada vez una nota más alta de sensacionalismo que, acompañado a esa impresión de independencia y el afán de lucro, convirtieron el periodismo en el instrumento de la oposición subversiva. A ésos factores, unióse la amenaza que la oposición ejercía sobre los editores hasta que algunos, al percatarse del caos causado por la acción de sus propios órganos, presionaban al gobierno para que suspendiera las garantías constitucionales y decretara la censura previa. Cuando la fuerza pública los detenía, enarbolaban su condición de periodistas y los organismos oficiales de esa profesión intervenían exitosamente y, asegurándose de esa impunidad, se convertían en agentes directos del comunismo. LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA Un grupo de alumnos más interesados en prevalecer políticamente que en formarse académicamente y con complicidad de ciertos profesores, mancharon la luminosa tradición del Alma Mater. La actitud agresiva de dicho centro, no fue exclusivamente contra el gobierno vigente y nunca tuvo como móviles, generalmente, objetivos públicos plausibles. La finalidad de los agitadores era adquirir notoriedad o propender a la desintegración social, y todos los regímenes fueron objeto de sus agresiones con cualquier pretexto. En sus patios se perpetraban asesinatos. Profesores y alumnos perdieron la vida como consecuencia de la rivalidad entre grupos aspirantes a controlar el plantel. En sus dependencias existían verdaderos arsenales y, especialmente en el Hospital Calixto García, hallaron muchos delincuentes -estudiantes o no- guarida protectora. Allí nacieron los bonches, versión estudiantil de los gangs de Chicago, cuyos integrantes, señoreando al profesorado, recibían las mejores notas sin someterse siquiera a exámenes. Durante los gobiernos auténticos, los líderes de la universidad habanera y de los demás centros docentes como institutos de segunda enseñanza, fueron “sometidos” con crecidas cantidades que repartía el propio Ministerio de Educación. El estudiante Fidel Castro es un destacado producto de aquel ambiente disoluto. LOS ESTADOS UNIDOS Tan lógica era la animosidad del Kremlin hacia Cuba como que Norteamérica, por ser líder del mundo libre, contemplaba al régimen cubano como el mejor combatiente contra el enemigo común. Era evidente que el gobierno no trataba de perpetuarse en el poder sine die, como evidente resultaba su vocación electoralista. La crisis política en medio de la bonanza económica y social, pudo ser resuelta fácilmente mediante elecciones. Los EE. UU., lejos de apoyar abiertamente a Castro como lo hicieron, debieron haber usado su influencia con los políticos insurreccionalistas para que aceptaran el proceso electoral como única vía democrática para resolver el conflicto. No fue así. Se comportaron como si el gobierno fuera su acérrimo enemigo y pusieron sus recursos al servicio del verdadero enemigo número uno de la democracia, dieron su respaldo a una revolución que estuvo apoyada por el comunismo internacional y que nunca estuvo bajo el control de los políticos abstencionistas y opositores. Esta actitud de “nuestro amigo” del norte, bendecida por el Presidente Eisenhower y gestada por agentes del Kremlin ubicados en el cuarto piso del Departamento de Estado de los EE. UU., quebrantó la disciplina de las fuerzas armadas y sugirieron a las fuerzas económicas que dieran la espalda a la Ley bloqueando el cauce comicial. LATINOAMÉRICA - AUTODETERMINACIÓN Y NO INTERVENCIÓN Es obvio que la intervención de Estados Unidos en la conspiración del comunismo internacional en Cuba y en su gobierno que resultó colosal y definitiva, no fue la única. Participaron de forma directa y efectiva varios pueblos del continente y la acción de estos, más que la de Rusia, China y sus satélites, determinaron el infausto resultado. En algún país “hermano” recibió entrenamiento el grupo de terroristas que desembarcó en la provincia de Oriente y de algún puerto vecino salió el “Gramma”. Otro país se convirtió en una especie de sede de los antibatistianos y aviones oficiales de ese gobierno conducían hombres y armas a la Sierra Maestra. Políticos de otros pueblos “hermanos” calorizaban la subversión castrocomunista y obtenían de sus respectivos gobiernos una política de tolerancia para los agentes de dicha subversión. Entonces, la autodeterminación y no intervención eran conceptos desconocidos u olvidados, a pesar que el gobierno cubano era el producto de elecciones cuya legitimidad aceptaron todos los países, salvo los soviéticos. Los dirigentes de los países del continente tienen conciencia de la profunda enemistad de sus pueblos hacia Estados Unidos y que la simpatía que Castro suscita en aquellos obedece exclusivamente a su trato despectivo, insolente, y provocador contra el poderoso vecino del Norte. Debe tomarse en cuenta que la propaganda que hizo “criminales de guerra” a los defensores de la Ley y el orden en Cuba, ha introducido en las fuerzas armadas y policiacas de algunos países el temor de que un día puedan ser fusilados implacablemente con la aquiescencia general y esa propaganda ha magnificado las “revoluciones pseudodemocráticas” en nuestro hemisferio. Hoy, profesores universitarios, políticos, jueces, escritores, e individuos de todas las clases norteamericanas apremian al gobierno para que coexista con Cuba bolchevizada, creando una política titubeante y errática que contribuye con el régimen comunista de Cuba. LÓGICA PREDICCIÓN Era extremadamente fácil predecir el futuro partiendo del sujeto y del medio ambiente. El sujeto era harto conocido y sus “proezas” muy notorias. Su misma “ideología”, que es un punto discutible, podía conocerse por sus actos. Comunista o no, había procedido, antes del ataque al Cuartel Moncada, como aventurero criminal, aferrado a una ambición de poder y de notoriedad que no reconocía frenos y, asociado generalmente con los “camaradas”, toda su conducta tendía a la disolución social. Aunque no fuera entonces del “Partido”, era poseedor de dos negaciones que lo maridaban a Moscú: el ateísmo y el anti-norteamericanismo. El uso de los “no comunistas” para los fines comunistas ha llegado a constituir un verdadero arte de sutileza, de duplicidad, de maniobra sicológica, y son muchas las personas que, pese a sus deseos de ingresar públicamente en el “Partido”, permanecen fuera de sus cuadros oficiales y hasta aparentemente combatiéndolos, porque así sus servicios a la causa son mayores. El denominado “mundo libre” está plagado de esos especímenes que actuando lo mismo como espías que como reformadores, desde un cargo público o privado que puede ser desde mozo de limpieza, o de profesor universitario, o de planificador de la política de un gobierno, son los herederos de los griegos que tomaron a Troya allanando sus murallas escondidos en el vientre del Caballo. Hagamos una reflexión que aplicamos hoy: el comunismo para un demoliberal y para un cristiano es el peor mal, pero ¿es el único mal? ¿Basta que una persona no sea comunista para considerarla apta como conductor social en este decadente mundo “libre”? Parece que sí en el criterio de ciertas gentes, instituciones y cancillerías. El marxismo-leninismo golpea persistentemente sobre los flancos de los Estados Unidos y el ablandamiento progresivo de la América del Norte contagiará, como ha sido fácil observar, al resto de las naciones que forman la Organización de los Estados Americanos. LOS QUE HUYERON Huyeron todos a refugiarse bajo la capa roja del “Robin Hood” de la Sierra Maestra inventado por el abominable agente rojo Herbert Mathews en las páginas del “The New York Tmes”. • Huyó el militar que al saberse sin respaldo de los Estados Unidos, traicionó a Cuba y al Ejército Constitucional en no menos de una veintena de actividades y transacciones vergonzosas. • Huyó el Departamento de Estado norteamericano al apoyar decididamente a los comunistas sin poder alegar que no los conocían porque allí estaba la presencia moscovita del “che” Guevara y por los informes de sus propios Embajadores. • Huyeron todos los que desertaron del deber. • Huyó el comercio. • Huyó la industria. • Huyó la banca. • Huyó el capitalismo. • Huyó el Poder Judicial • Huyó el clero. • Huyó la prensa. • Huyeron los colegios profesionales y los políticos abstencionistas. Y todos huyeron en la fuga vergonzante que dio al traste con la República. Sí, Batista se fue el 1ro de enero de 1959. Abandonó la Isla cuando se convenció de la inutilidad del esfuerzo; cuando lo traicionaron algunos oficiales de alto grado en los mandos de las Fuerzas Armadas; cuando el gobierno norteamericano retiró su apoyo y lo dio al castrocomunismo y, sobre todo, para tratar de aminorar la cuota de sangre innecesaria. Mas, “la fuga” no fue de él, sino de los que huyeron del puesto que les correspondía en la batalla que libraba Cuba contra el comunismo internacional que era el enemigo común de todos los “fugados”. ALGUNOS ESCRIBEN –Y SIGUEN ESCRIBIENDO- LA HISTORIA AL REVÉS La objetividad y la previa verificación desapasionada de los antecedentes, deben ser normas obligadas del comentarista, escritor, y mucho más del historiador. Sólo los que estén al servicio de facciones, de doctrinas embaucadoras, y de tendencias sectarias en las que los valores éticos no cuenten, pueden favorecer la mentira como regla en el decursar de los acontecimientos históricos. Lamentablemente, la tragedia cubana tuvo como soporte la difamación que ha prevalecido no sólo en el gobierno rojo de Castro y en el comunismo internacional, sino también en individuos y órganos de publicidad –de ayer y de hoy- considerados democráticos pero convertidos, paradójica e inexplicablemente, en parigual caja de resonancia. MENSAJE AL CUBANO Analiza desapasionadamente todo esto. Discútelo si quieres punto por punto y llegarás a la conclusión de que los únicos responsables de tu destierro, de la prisión de cientos de miles de cubanos, de la destrucción de la Patria, y del fusilamiento inmisericorde de cientos de hermanos, son los líderes fracasados de ayer, fracasados de hoy, y que serán siempre fracasados, ya que los guía el odio, los alimenta el rencor, y los ciega la pasión y la ambición de poder. No tratamos convencerte de nada pero si algo conseguimos con este escrito, es que usando la inteligencia que Dios te dio, analices la verdad aquí expuesta en forma desapasionada y despojado de odios y rencores para que estemos muy claros de la realidad y del peligro del amenazante comunismo que nos invadió y que sigue persistiendo en invadir nuestro hemisferio usando los mismos o distintos métodos pero, el objetivo final, es exactamente el mismo vivido por nosotros los cubanos. Nos guían solo dos propósitos: 1. Darle al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios, demostrando al mundo que Cuba y Fulgencio Batista fueron unas víctimas más de la TERCERA INTERNACIONAL COMUNISTA; y, 2. Que estés informado y alerta para no dejarte engañar nuevamente por la continua amenaza roja en las actividades que se vayan desarrollando para traer una verdadera y democrática libertad a Cuba y evites caer de nuevo en la engañosa estrategia y en la trampa con que se disfrazan los comunistas y sus aliados para conseguir sus metas. Cuba era, es, y seguirá siendo, su principal objetivo en este hemisferio. RESUMEN Nathaniel Weyl en su libro “Red Star Over Cuba” expresó lo que siempre fue Castro y su revolución con éstas palabras: “Nunca debía de haber existido un motivo de duda con respecto a la persona de Fidel Castro o a la índole de su revolución. Ambas cosas fueron siempre evidentes y estaban al alcance de cualquier persona que tuviese ojos para ver y cerebro para pensar”. El periodista cubano Ernesto Montaner escribió: “Mañana, en la perspectiva del tiempo, los historiadores recogerán los hechos en justo y verdadero acopio. Y no aparecerán entonces los paisajes desvertebrados por la propaganda comunista. La verdad se abrirá paso hasta ocupar su sitio, pasando por entre montañas de mentiras, tan altas como la Sierra Maestra. Los Malvados –tales como los comunistas- creen que la verdad se puede sepultar en el fondo del océano. Y se equivocan. Porque la arrojan al mar y se hunde, aparentemente. Pero, con el tiempo, vuelve a la superficie. Por eso la verdad flota a través de los siglos en los mares de la Historia”. Esta es la verdad. La que recogerá la historia en definitiva. Pero al margen de esta verdad, la ignorancia y la malevolencia tejen su versión falaz. ¿ERA NECESARIA UNA REVOLUCIÓN EN CUBA? Extractos por Roberto Torricella Verdaderamente no. En otras épocas, la violencia revolucionaria y sangrienta ha sido muchas veces un instrumento de progreso en el curso de la historia frente a la terquedad, el egoísmo, y la incomprensión de los grupos o clases dirigentes pero tradicionalmente, las revoluciones presentan un aspecto destructivo –y hasta regresivo- que lesiona en lo hondo el cuerpo social haciéndose muy difícil después reparar los daños. Solo debieran fomentarse cuando en verdad no sean dables los procedimientos pacíficos. En toda revolución –justificada o no- se observa que lo obtenido costó un precio demasiado alto que, desde luego, lo paga la nación. Contemporáneamente, las “revoluciones” o guerras civiles prolongadas, totalitarias en su métodos destructivos, que pretenden imponerse por cualquier medio a la población y que rechazan sistemáticamente las ofertas de parlamento del poder constituido, son típicamente comunistas pues están animadas, generalmente, del propósito secreto o público de sustituir radicalmente el sistema político, social y económico más que movidas por la intención de producir un cambio en el gobierno. Éstas nuevas insurgencias, como la cubana, que empiezan creando móviles en el curso de la lucha con el empleo de tácticas inescrupulosas y con los recursos de la propaganda, desarrollada en los sectores sociales propicios, es el Caballo de Troya con que se está minando América, ya que detrás de esas ambiciones y actuando sus personeros como mascarón de proa, está la nueva estrategia que viene aplicando el Kremlin en nuestro hemisferio. Tal fue el caso de Cuba en que el comunismo internacional le ha ganado a las democracias la más brillante batalla porque además de conquistar una base en el continente (que no logró hacerlo en su primer intento en Colombia con el Bogotazo en 1948), esa victoria se debió, en primer lugar, a la ayuda prestada a Castro por los propios demócratas –dentro y especialmente fuera de Cuba- que nuevamente deslumbrados por el vocablo “revolución” no quisieron ver que en el país no concurrían las circunstancias que normalmente hacen necesaria la violencia para resolver los problemas políticos; ni vieron o no quisieron ver como el comunismo internacional ligado con Fidel Castro y apoyado por sus agentes (Raúl Castro, el “ché” Guevara, el General Bayo, Carlos Rafael Rodriguez, y otros “agentes” ubicados en posiciones claves en el gobierno de Estados Unidos y gobiernos latinoamericanos de izquierda), fue creando mediante el terror y la propaganda hábilmente dirigida, un “clima revolucionario”, fortaleciendo notablemente a los cómplices y los tontos útiles que fueron usados como marionetas dentro y fuera de Cuba. Los planes económicos y sociales del gobierno crearon un impetuoso desarrollo de la riqueza que alcanzó a todos los estratos de la población. Empresas antiguas se fortalecieron y extendieron sus negocios y cientos de otras nuevas surgieron a lo largo de la Isla bajo el calor del gran auge económico que vivíamos. Las pugnas obrero-patronales fueron superadas y bancos paraestatales listos a calorizar iniciativas viables y útiles al país especialmente aquellas que nos daban independencia del exterior. La burguesía creció en número y caudales y también la clase media al aumentarse los cargos de directores y las retribuciones en general que permitieron a muchos obreros el cambio de condición. Proliferaron en todo el país los centros hospitalarios y de enseñanza, expansión de las construcciones y hasta los que integraban el grupo pasivo o estaban en víspera de integrarlo, se beneficiaron al crearse por el régimen las cajas de retiro. No merecía el gobierno ni el pueblo la hostilidad implacable de una minoría integrada por algunos burgueses, estudiantes, políticos, periodistas, y profesionales que, haciéndole el juego a la propaganda comunista, contribuían a desgarrar las mismas entrañas de la patria así como la tranquilidad y el progreso en que se vivía. En general, el cubano asumía ante el comunismo una actitud frívola y parecía no comprender que los rojizos lanzaron una gran ofensiva para uncir al carro moscovita el resto de las naciones, especialmente latinoamérica y con enfoque especial en Cuba, por su posición geográfica, por sus riquezas, y por su gran progreso en todos los aspectos. Esta realidad fue advertida con evidencias por el Presidente Fulgencio Batista a todos los gobernantes hemisféricos en la conferencia de presidentes de Panamá en julio de 1956. Es doloroso escarbar e ir hacia atrás en busca de la verdad histórica y analizar imparcialmente los hechos y los causantes de la destrucción de la patria. Los hermanos Castro, “ché” Guevara, y los demás secuaces del castrato no fueron solamente los que se distinguieron en destruir a Cuba. También participaron en la “revolución” cubanos de alto prestigio, cultos y adinerados, industriales, intelectuales, profesores, periodistas, locutores, religiosos, militares, profesionales, estudiantes y dirigentes políticos que fueron adhiriéndose a la mentira roja iniciada un 26 de julio de 1953 y elevada a nivel internacional por el comunista Herbert Mathews del New York Times, a la vez que el nuevo líder, ya convertido en el “Robin Hood” de América, era venerado por sus siervos mientras que la falacia seguía siendo diseminada con gran eficacia por la propaganda comunista dirigida desde el Kremlin. Muchos cubanos cegados y frustrados dentro y fuera de Cuba se integraron y unieron sus nombres al del bonchista universitario de bagaje gansteril, firmando pactos en 1957 y 1958 como la Carta de la Sierra y el Pacto de Caracas, donde hacían promesas que no podían cumplir porque no controlaban el movimiento, declarando la guerra, y financiando el terrorismo a pesar de seguir ofreciéndose gran cúmulo de pruebas que evidenciaban el involucramiento y apoyo soviético al movimiento revolucionario y la infiltración comunista en las filas castristas. Hay dignos y valientes cubanos que reconocieron y admitieron su error al mismo comienzo de lo que hoy sí es verdaderamente una dictadura tiránica en Cuba, pero otros guardaron silencio y permanecieron en conveniente complicidad haciendo el juego a la revolución, vistiendo el uniforme verde olivo, manchando algunos sus manos y otros sus conciencias de sangre inocente, convalidando todo lo que hacían “los libertadores”, por deplorable que fuera, hasta que les “pisaron el callo”, y de pronto, “aparecieron” como arte de magia en el exilio, muchos en ese exilio “imperialista” que criticaban fervorosamente desde Cuba. Y entonces se empezó a oír en el exilio el insolente y ofensivo mito de “la revolución traicionada” o “Fidel nos engañó”, cuando en realidad nunca hubo revolución traicionada o engaño alguno. La conducta vituperable del cubano pudo estar atenuada por la imprevisión, la torpeza, la necedad, los intereses personales, la frustración individual, el odio desmesurado e irreflexivo, y las ansias de poder. Ahora, está preñada de agravantes y la lección que debían de haber aprendido producto de la experiencia vivida, no ha ayudado a eliminar los vicios y las ambiciones personales que contribuyeron a la destrucción de la patria. Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano. Asesinoss alevosos, ingratos a Dios y enemigos de los hombres, son todos aquellos que con el pretexto de enseñar doctrinas modernas, dejan caer en los oídos de las juventudes un cúmulo de ideas, infiltrándoles el evangelio bárbaro del odio, en lugar de la doctrina sublime del amor. José Martí
Posted on: Sat, 24 Aug 2013 02:22:55 +0000

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