Por Eduardo Aliverti Hay quienes se manifiestan sorprendidos por - TopicsExpress



          

Por Eduardo Aliverti Hay quienes se manifiestan sorprendidos por el bajísimo nivel que muestran, si no todos, la gran mayoría de los spots de campaña lanzados esta semana. ¿La sorpresa no sería que sucediese lo contrario? En líneas generales, las críticas apuntan al papel del ridículo en que caen fuerzas y candidatos. Algunas piezas son francamente desopilantes en ese sentido, al punto de tener que preguntarse si los creativos publicitarios sufrieron un ataque masivo de pereza o falta de ingenio. También cabe admitir que, por mayor inventiva de que pudiera disponerse, es imposible que el chancho chifle. En todo caso, sería exigible que, si no cae una idea, por lo menos no se incurra en el grotesco. Es preferible la reiterada insipidez absoluta de ciertas convocatorias, del tipo de “Juntos Podemos” y en el que confluyen Vilma Ripoll y el rabino Sergio Bergman; o de remarcar la necesidad de abrazar a un enfermo y sonreír, a poner gente grande como cocinera de menús políticos. O mostrar a una familia dividida entre Argen y Tina. Pero: tanto la bobería de juntar a no se dice quiénes para poder no se dice qué, como mostrar que estamos partidos al medio y que se cuenta con una fórmula mágica igualmente invisible, a fin de amucharnos a todos en el paraíso cual si la política no fuese el ejercicio del conflicto, responden a la misma concepción de no tener nada que decir que pueda decirse. El sociólogo Luis Alberto Quevedo subraya en torno de eso la profunda contradicción del generalizado mensaje opositor. Por un lado, llaman a la concordia nacional, a terminar con las diferencias de una vez por todas, a esa cosa insultante contra el sentido común que es estar a favor de la felicidad. Pero por otro, disparan que se trata prioritariamente de acabar con el kirchnerismo, de frenarlo a como dé lugar, de ignorar a la amplia porción de la sociedad que por los motivos que fueren continúa respaldando al Gobierno tras diez años de gestión. Ella o Vos, estamos hartos, cambiar el fracaso, parémosla, y tantos símiles, trazan un eje que excita lo imperioso de confrontar, bien al revés de lo pregonado. Los exabruptos de brusquedad u ordinariez que hay en el oficialismo, en cambio, son más excepción que regla. La línea propagandística del Gobierno no es la tontería de los llaveros de Moreno, objetivamente. Está asentada en mostrar gestión con Cristina a la cabeza y a partir de ahí se puede estar de acuerdo o estallar de bronca, porque la imagen de la Presidenta no suele generar términos medios. Justamente, también podría cuestionarse que esa centralidad es excesiva; que minimiza, sobre todo, a un encabezamiento de lista bonaerense necesitado, todavía, de mayor conocimiento público. Pero, en su conjunto, la campaña oficialista no es acusable de instalar difamaciones, ni de emplazar a choques frontales y fundados en el antitodo. Podrá ser imputable en otros aspectos. No en ése. ¿Qué diría, entonces, la lógica más estricta, si se le pregunta quiénes son los que verdaderamente portan un mensaje de odio o enfrentamiento?
Posted on: Mon, 29 Jul 2013 11:44:32 +0000

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