Querida Anna: Me gustaría contarte algo que me sucedió hace ya - TopicsExpress



          

Querida Anna: Me gustaría contarte algo que me sucedió hace ya 35 años. Esta historia la conoce muy poca gente, y tal y como hoy la voy a contar nadie. No se si seré capaz de darle a compartir, porque es tanto como abrir mi alma en canal, pero creo que es mi deber hacerlo. Anna esta es una historia tan triste y vergonzosa que la he escondido en lo más profundo de mi subconsciente desde los 22 años. No entiendo porqué anoche el recuerdo de aquellos hechos se me vino tan vividamente que no me ha dejado dormir, solo sentía la necesidad imperiosa de descargar este dolor. Me dirijo a ti porque has sabido llegarme al corazón ante tus planteamientos contra el racismo. En 1978 viajé a Portugal con una amiga y compañera de trabajo. Fuimos haciendo autoestop y la gente que nos recogió nos dejó muy de noche en una pequeña ciudad costera cercana a Lisboa. Mi amiga y yo nos pudimos a buscar un sitio para dormir, pero al no conocer el lugar le preguntamos a un chico que se dirigía a su casa. El chaval nos acompañó a un par de pensiones. En una nos dijeron que estaba llena, en la otra ni nos abrieron. Al ver nuestro nerviosismo el chaval nos invitó a pasar la noche en su casa y allí nos fuimos. El chico tenía 23 años y se llamaba tomás, era de Guinea Bissau y llevaba apenas un año viviendo en Portugal en casa de su primo, este trabajaba por las noches. En la cama de su primo dormimos mi amiga y yo aquella noche. Al volver este del trabajo nos fuimos nosotras a hacer turismo. Aquella noche volvimos a casa de tomás cuando este salió del trabajo, pero esta vez mi amiga durmió solo y yo con el chico. Aquella noche y las dos siguiente, Tomás me descubrió todo un mundo de ternura, pasión, añoranza y dolor. Para mi fue un grato descubrimiento aquella dedicación y aquel cariño y respeto con el que me trató. En España el aquí te pillo y aquí te mato era lo normal, y los hombre pensaban que todo lo demás era perder el tiempo. Cosas de la época -espero-. Tomás no tenía prisa, me abrazaba, me cantaba me acariciaba como si tuviésemos la vida por delante. A la cuarta noche su primo nos dijo que su casa no era una pensión -normal- y nos pidió que buscáramos otro sitio para dormir. Encontramos una pensión y alquilamos dos habitaciones, una pequeña para mi amiga y una doble para mi y Tomás. Yo le pregunté al dueño si podía llevar a un hombre a dormir conmigo y me dijo que no había problema. Aquella noche, fuera de su barrio todo fue extraño. Los hombres -solo hombres- que estaban en el bar en el que cenamos no paraban de mirarnos y yo no atinaba a saber porqué. Después de un paseo subimos a la habitación. En la puerta de la pensión había un chavalito y no el dueño. Mi amiga se fue a dormir y Tomás y yo nos desnudamos y nos metimos en la cama. No habíamos casi terminado de acostarnos cuando una patada enorme abrió la puerta de par en par. El dueño de la pensión sin mediar palabra, agarró a Tomás por el cuello y lo tiró escaleras abajo, a continuación agarró lo que supuso su ropa y la tiró por el balcón. Hasta aquí Anna es la historia verdadera que he contado algunas veces. Yo misma llegue a creer mis mentiras, y estas fueron que yo me vestí corriendo y salí a buscar a Tomás mientras insultaba al energúmeno y se despertaba mi amiga. La verdad, esa que he vuelta a revivir esta noche, es que me quedé en la cama, durante unos minutos, mientras el tipejo volvía a cerrar la puerta, después me levanté, llamé a mi amiga y nos vestimos, recogimos nuestras cosas y nos marchamos. No sé cuanto tiempo pasó entre que Tomás salio rodando las escaleras abajo y nosotras llegamos a la calle y empezamos a buscarlo. 15, 20, 25 minutos. No tengo ni idea. Solo que en mi subconsciente guardaba ese espacio de tiempo como si fuese una eternidad. Esta noche me he vuelto a ver allí, callada, quieta, mientras ese horror pasaba a mi lado como en cámara lenta. No grité, no tiré de los pelos ni arañe a aquel miserable. Me quedé quieta, callada, impasible. Anna, las mayores injusticias se cometen por dos tipos de personas, las que las hacen y las que callan cuando las ven hacer. Aquello me avergonzó tanto que hasta lo borré de mi mente. Nunca más vimos a Tomás, lo buscamos pero jamas lo encontramos. La noche siguiente volvimos a España. Se nos habían quitado las ganas de vacaciones. Mi amiga y yo nunca volvimos a hablar del tema. No se porqué hoy lo cuento así de esta forma tan pública, no se porqué anoche aquella escena fue recuperada -para verguenza mía- de mi mente. Se lo debo a aquel pobre muchachito cuyo único delito fue querer hacerle el amor a su chica. Tal vez me lo debo a mi misma, porqué nunca supe de donde me salía aquella rabia que me obligaba a no callarme cuando veo algo que creo injusto. Ojalá esto sirva para quitarme esta verguenza que he sentido después de 35 años. Un abrazo.
Posted on: Thu, 22 Aug 2013 12:16:19 +0000

Recently Viewed Topics




© 2015