Te cuento un cuento para que lo medites. Había una vez un hombre - TopicsExpress



          

Te cuento un cuento para que lo medites. Había una vez un hombre que vivía cerca de un pantano. Un buen día el pantano se llenó de mosquitos que le picaron sin piedad. Como le picaba, él empezó a rascarse. Entonces el veneno que los mosquitos le habían inoculado se le introdujo en la piel, le aparecieron muchos granos y cada vez le picaban más y más. Desesperado consultó al brujo de la tribu, que le explicó que cuanto más se rascara más le picaría y que el problema estaba en rascarse y no en el picor. También le vendió, a precio de oro, un insecticida para que acabara con los mosquitos que le tenían desesperado. Como buen cumplidor que era, se aguantó las ganas de rascarse, con lo que los granos se fueron secando y los picores se pasaban. Los mosquitos seguían atacando, pero los picores se hacían más soportables. Empezó a resolver el problema real, utilizando el insecticida. Era muy eficaz y mató a todos los insectos. El hombre se sintió feliz y contento y pensó que sus picores se habían acabado. Pero un buen día apareció otra plaga. Esta era diferente. Los mosquitos eran más grandes y tenían unas inmensas trompas. Los picores empezaron de nuevo y más fuertes, si cabe. El hombre pensó que el insecticida no valía para nada y que los picores volvían sin remedio. Comenzó a rascarse y se le formaban grandes granos que picaban hasta la desesperación. De nuevo volvió al brujo de la tribu, que le volvió a decir que el problema no eran los picores, sino los mosquitos, que se habían hecho resistentes al insecticida y que si no se rascaba podría vivir mejor. Le dijo que para acabar con aquellos mosquitos tenía que plantar unos árboles y esperar a que crecieran y mientras si se rascaba ya sabía lo que pasaba. El hombre siguió los consejos del brujo, que lo cobró lo suyo por los árboles. Esperó a que crecieran los árboles y efectivamente los mosquitos gigantes se fueron. Pero el hombre había aprendido la lección. Sabía que podían volver otros mosquitos resistentes al insecticida y los árboles y que él tenía que acordarse de no rascarse y de buscar la solución al problema que se presentara. Para acordarse siempre de la lección, se pinchaba cada noche con un alfiler y aguantaba sin rascarse. De esta forma, cuando apareció la siguiente plaga, estaba preparado y no se rascó y pudo aguantar sufriendo, pero centrado en acabar con la plaga, en lugar de acabar con los picores, porque sabía que se pondría mucho peor.
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 03:30:35 +0000

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