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viernes 15 Noviembre 2013 San Roque Gonzalez image Saber más cosas a propósito de los Santos del día Roque González, Alonso Rodríguez Olmedo y Juan del Castillo El corazón, esa víscera que acostumbramos a señalar metafóricamente cuando aludimos a los buenos sentimientos (y también a los que no lo son), fue el único resto que quedó de lo que fue este gran apóstol después de la dramática muerte que le asestaron sus verdugos. La incorruptibilidad del corazón parece hablarnos del pálpito del verdadero amor que planea siempre por encima de la barbarie humana trayendo aromas de eternidad. Y hoy, día en el que la Iglesia también conmemora a San Alberto Magno, tenemos en cuenta que en muchos lugares –entre otros, Paraguay, país del que Roque fue oriundo– se venera a este mártir que nació en Asunción en 1576, y fue llamado a derramar su sangre por Cristo. ¿Dónde radica el origen de su vocación? Básicamente en las lecturas de las biografías de santos. Como otros muchos, las páginas que le enseñaban cómo se encadena a Cristo todo aquel que ha quedado seducido por Él, tocaron las fibras más hondas de su ser al punto de decidir convertirse en otro seguidor del Maestro. Emulando a sus héroes se afanaba en hacer de su vida un dechado de virtudes fraguadas en la oración y la penitencia. Así pues, siendo casi un niño tenía claro el horizonte de su acontecer. De hecho, con poco más de 20 años ya era sacerdote. El tiempo le urgía a libarse por amor a Cristo y aunque le aguardaban importantes misiones, en su punto de mira apostólico estaba la evangelización de los indios. Las riberas del río Paraguay sembradas de haciendas labradas por los indígenas fueron el lugar donde Roque depositaba las semillas de la fe y extendía su devoción a la Virgen María, que le acompañó hasta el fin de sus días. A Mons. Martín Ignacio de Loyola no le pasó desapercibida su labor, designándole párroco de la catedral de Asunción y posteriormente le ofreció ser vicario general de la diócesis. Pero Roque declinó este último nombramiento ya que aceptarlo le hubiera impedido convivir con los indios y proseguir su labor evangelizadora. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1609 y a partir de entonces comenzó una fecunda e incesante trayectoria fundacional que le condujo a vastos territorios de Paraguay, Argentina, Uruguay, Brasil y Bolivia. Viendo la extensión y distancia geográfica existente entre estos países en una época en la que los medios de transporte no reunían las condiciones que hoy tenemos, no es difícil imaginar la impresionante labor apostólica que Roque llevó a cabo y además en poco tiempo yendo por encima de las propias fuerzas confiado plenamente en la gracia divina. Esta época de esplendor misionero en la que apóstoles como él se dejaron literalmente la piel por amor a Cristo clavando la cruz como signo primigenio de cada una de las fundaciones que iban poniendo en marcha (así lo hizo fray Junípero Serra) constituyen el vivo testimonio de la grandeza humana y de lo que el hombre puede hacer como Cristo vaticinó a sus apóstoles: “Cosas mayores haréis” (cf. Mt 21, 21). En 1628 se hallaba en una zona que hoy corresponde a Brasil, las riberas del rio Ijuhi, donde habían abierto una nueva reducción que pusieron bajo el amparo de la Asunción de María. A continuación fundaron Caaró. Pero el cacique del lugar, Ñezú, seguía hartamente incomodado las acciones apostólicas que Roque y otros religiosos llevaban a cabo entre los indios. Así que el 15 de noviembre de ese año de 1628, mientras el insigne misionero se ocupaba de instalar la campana de la iglesia, unos indios de otras tribus, a instancias del cacique le asesinaron a mazazos (con un hacha de piedra). En pocos segundos acabaron también con la vida del español P. Alonso Rodríguez Olmedo que salió al oír el tumulto. Prendieron fuego a la capilla que al ser de madera quedó reducida a cenizas en un santiamén y entregaron a las llamas los cuerpos de los dos mártires. Entre los restos de la hoguera quedó intacto el corazón de Roque y el hacha homicida. El 17 de noviembre también terminaron con la vida de otro jesuita español, Juan del Castillo. Juan Pablo II los canonizó el 16 de mayo de 1988. Envìa esta noticia a un amigo arriba Santa Sede Benedicto XVI: La nueva evangelización y el ecumenismo y piden nuestra conversión No conformarse hasta el final del camino y entender que la unidad es un don de Dios CIUDAD DEL VATICANO, jueves 15 de noviembre de 2012 (ZENIT.org).- La finalidad del ecumenismo es la unidad visible entre los cristianos divididos, entretanto no hay que conformarse ante las contradicciones aceptándolas como lo mejor que se puede obtener y hay que caminar hacia el objetivo de unión sabiendo que es un don de Dios. Sin ignorar entretanto la crisis de fe que existente partiendo de los países que recibieron primero el anuncio del evangelio. Y que tanto el ecumenismo como la nueva evangelización piden ambos el dinamismo de la conversión. Lo indicó hoy Benedicto XVI al encontrar a los miembros y consultores del Pontificio Consejo para Promover la Unidad de los Cristianos, en ocasión de la plenaria reunida en Roma, en un congreso sobre el tema “La importancia del ecumenismo para la nueva evangelización”. El papa consideró positivo que el dicasterio encabezado por el cardenal Kurt Koch quiera dar a lo que se vio en el sínodo sobre la nueva evangelización una forma concreta, “según la particular perspectiva del dicasterio”. Añadió que “la reflexión que están conduciendo se inserta muy bien en el contexto del Año de la Fe” para “reproponer a todos el don de la fe en Cristo resucitado en el año en el que celebramos el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II”. El papa recordó que los padres conciliares “quisieron subrayar la profunda relación que existe entre la tarea de la evangelización y el superar las divisiones existentes entre cristianos”. Añadio entretanto que “un auténtico camino ecuménico no puede ser perseguido ignorando la crisis de fe que están atravesando vastas regiones del planeta, entre las cuales las que primero acogieron en anuncio del evangelio y donde la vida cristiana floreció durante siglos”. “De otra parte --prosiguió el santo padre- no pueden ser ignorados los numerosos signos que testimonian que existe una necesidad de espiritualidad que se manifiesta de diversas maneras. La pobreza espiritual de muchos de nuestros contemporáneos que no perciben más como privación la ausencia de Dios de sus vidas, esta pobreza espiritual representa un desafío para todos los cristianos”. Por ello nos es pedido a los creyentes “volver a lo esencial, al corazón de nuestra fe para dar testimonio al mundo”de “un Dios que nos conoce y nos ama”. E instó a proseguir en el camino ecuménico “mismo cuando no se entrevé en un futuro inmediato la posibilidad de restablecer la plena comunión” sin olvidar que la unidad “no es una obra que podemos simplemente realizar los hombres” porque tenemos “que reconocer que en último análisis esta unidad es un don de Dios”. Benedicto XVI consideró postivo caminar hacia la meta ecuménica, si bien reivindicó como condición “que las Iglesias y comunidades eclesiales no se detengan por el camino, aceptando las diversidades contradictoras como algo de normal o como lo mejor que se puede obtener”, porque sólo “en la plena comunión en la fe, en los sacramentos y en el ministerio que se volverá de manera concreta la fuerza presente y operante de Dios en el mundo”. “Al final de cuentas --concluyó el santo padre- el ecumenismo y la nueva evangelización piden ambos el dinamismo de la conversión, entendido como sincera voluntad de seguir a Cristo y de adherir plenamente a la voluntad del Padre”.
Posted on: Fri, 15 Nov 2013 14:48:29 +0000

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