LA HISTORIA DE HOY: La historia de doña Cruz - Jorge - TopicsExpress



          

LA HISTORIA DE HOY: La historia de doña Cruz - Jorge Montenegro Se decía que esta mujer tenía poderes para curar toda clase de enfermedades y era excelente para amarrar hombres, hacer brujerías y curarlas. Honduras Hubo en un pueblo de Honduras una señora conocida como doña Cruz. Se decía que tenía poderes para curar toda clase de enfermedades y también era excelente para amarrar hombres, hacer brujerías y curarlas. Cientos de personas llegaban a buscarla a la montaña de la zona norte donde vivía. Su fama corrió rápidamente por el país y de las naciones vecinas venía gente de diferentes lugares y se asegura que algunos gringos llegaban a consultar a Crucita. Los visitantes hacían cola desde temprano para ser recibidos por la famosa señora. —A mi prima Carmen la curó Crucita. Le habían hecho mal. Fue la amante del marido que la tenía postrada en una cama hasta que la trajimos aquí. Los comentarios viajaron de boca en boca hasta llegar a oídos de Anselmo, un hombre malvado que todo lo arreglaba con dinero. Se sintió enfermo un día: le dolía el estómago y sentía que algo se le movía por dentro. Una señora que lo conocía le habló de doña Cruz. —Esa señora ya lo cura, don Anselmo. Estoy segura de que ese es un mal que le hicieron. Alguna papada le han metido en el cuerpo. Convencido por lo que su amiga le dijo, don Anselmo emprendió viaje al cerro donde vivía doña Cruz. Mientras hacía fila escuchó los comentarios sobre las maravillas que hacía Crucita y su interés en ser sanado aumentó inmediatamente. Cuando lo llamaron lo recibió la mujer de baja estatura, regordeta, de penetrante mirada. Al verlo le indicó que se sentara. —Hombre —le dijo—, te tienen bien jodido. Te han metido un animal en la panza y de eso te vas a morir. El hombre palideció. Ni siquiera lo había examinado ni había preguntado nada. —Pero cálmate que has llegado al lugar adecuado. Veo que tienes mucho dinero que has hecho con trampas. Has arruinado la vida de muchachas inocentes comprándoselas a las mamás y también veo que sos un hombre solo. Te voy a sacar a ese animal. Tu buen dinero te va a costar y durante un mes vas a tomar por cucharadas el líquido que hay en este bote. Así que te espero dentro de un mes. Anselmo pagó la consulta y regresó a su pueblo con el chofer de su carro, siguió las instrucciones de la vieja Crucita y al mes volvió a consulta. —Veo que has cumplido, pero anda rondando un espíritu alrededor de tu vida. La mujer que te hizo el mal es la madre de una muchacha a la que vos le provocaste la muerte después de violarla. La suerte tuya es que tenés dinero para pagar la curación. Entrá en ese cuarto y te desnudás completamente. Vas a encontrar una tina, te sentás en ella mientras yo hago aquí mi trabajo. El animal que tenés te va a salir por el recto. Anselmo comenzó a sudar y sentir un terrible dolor en la espalda y en el estómago. Se agarró fuertemente de la orilla de la tina y sintió que algo le salía del cuerpo. Asustado, se puso de pie. La tina estaba llena de sangre donde se movía, agonizante, una serpiente. —Doña Cruz, acabo de echar una gran culebra. La vieja contestó en la otra habitación: —Ya lo sé. Limpiate en el baño y te vestís. Ya estás curado. Al verlo, doña Cruz comentó: —Vaya, te ves más delgado y en forma. Me debes 30 mil lempiras. Anselmo canceló la deuda, abrazó a doña Cruz y le dijo: —Si necesita algo, no vacile en pedírmelo. Ya sabe dónde vivo. —Antes de que te vayás —dijo la bruja— quiero decirte que ya no volvás a causarles daño a las mujeres jóvenes. Acordate de que ya debés una muerte. El día que hagás eso te vas a arrepentir. Que te vaya bien, Anselmo. El viejo Anselmo regresó a su pueblo y causó la admiración de los vecinos; ya no se le miraba la gran barriga y lucía más joven. Una tarde, uno de sus trabajadores le informó: —Mire, don Anselmo, todas las tardes, casi a las siete de la noche llega una muchacha al parque. Es muy linda, ese es un bocadito para usted. Además siempre llega sola. Intrigado, el viejo esperó la llegada de la tarde, montó su caballo y durante varios días llegó al parque sin bajarse de la bestia. No se atrevía a bajarse para hablar con la bella joven. Un día fue ella quien lo llamó: —Señor, señor, venga. El viejo se bajó del caballo y fue donde ella. —Ya días lo veo por aquí. ¿Acaso vive cerca de aquí? El viejo, sonriente, la saludó, le dijo quién era él y dónde vivía. Sin perder el tiempo, la invitó a que conociera su casa y la joven aceptó. —Caramba —dijo la muchacha—, qué casa más linda la suya, don Anselmo. —Ya sabía que te iba a gustar —presumió el viejo— y esta casa también puede ser tuya. La convenció ofreciéndole riquezas y bienestar y la llevó a la habitación. La joven se dejó besar por el viejo, él miraba su rostro y decía: —Te parecés a alguien que ya he visto, sos tan bonita. Esperame aquí mientras me baño. Quiero estar limpio a tu lado. La joven se sentó en la cama y le respondió: —Vaya al baño que aquí lo espero, no me voy a ir. Don Anselmo llenó la bañera de agua y se metió en ella. De pronto, en medio del agua apareció una gran serpiente. El viejo quiso gritar y la serpiente se le metió por la boca. Mientras agonizaba ahogado por el animal, vio a la joven, que le dijo: —Anselmo, soy yo, la muchacha que usted asesinó, ¿se acuerda? Ja, ja, ja. Mientras Anselmo moría le pareció escuchar a la bruja Crucita: “¡Debes una muerte!”. Cuando los trabajadores encontraron el cuerpo sin vida del viejo Anselmo se dieron cuenta de que por su boca se asomaba la cabeza de una serpiente.
Posted on: Wed, 17 Jul 2013 22:19:10 +0000

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