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-No -dijo el Principito-. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? -¡Ah!…, es una cosa muy olvidada -respondió el zorro-. Significa “crear lazos”. -¿Crear lazos?-preguntó el Principito. -Así es -confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas…, sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo. -Creo que empiezo a entender -dijo el Principito-. Hay una flor… Creo que me ha domesticado. -Es probable- contestó el zorro- ¡En este planeta, en la Tierra, pueden ocurrir todo tipo de cosas! -¡Oh! No es en la Tierra -se apresuró a decir el Principito. El zorro se quedó no menos que intrigado. -¿Acaso en otro planeta? -Sí. -¿Puedes decirme si hay cazadores en ese planeta? -¡Oh, no! No los hay. -Me está resultando muy interesante. ¿Hay gallinas? -No. -No existe nada que sea perfecto -dijo el zorro suspirando. Luego prosiguió: -Mi vida es algo aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que…, si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. ¡Mira! ¿Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. ¡Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo… El zorro en silencio, miró por un gran rato al Principito. -Por favor… ¡Domestícame! -suplicó. -Lo haría, pero… no dispongo de mucho tiempo -contestó el Principito-. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas. -¿Sabes…? Sólo se conocen las cosas que se domestican -afirmó el zorro-. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y… como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, domestícame! -Y… ¿Qué es lo que debo hacer? -preguntó el Principito. -Debes tener suficiente paciencia -respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca. Al otro día el Principito volvió: -Lo mejor es venir siempre a la misma hora -dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a descubrir el precio de la felicidad. En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 16:22:44 +0000

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