15 de julio San Buenaventura, obispo Por Francisco Roberto - TopicsExpress



          

15 de julio San Buenaventura, obispo Por Francisco Roberto Groves Nació alrededor del año 1218 en Bagnoregio, en la región Toscana. Se llamaba Juan, pero dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó a san Francisco, el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo: "¡Buena ventura!"; que significa: "¡Buena suerte. Buen éxito!". Y el niño quedó curado. Y por eso cambió su nombre de Juan por el de Buenaventura. Y en verdad que tuvo buena suerte y buen éxito en toda su vida. Estudió filosofía y teología en París y, habiendo obtenido el grado de maestro, enseñó con gran provecho estas mismas asignaturas a sus compañeros de la orden franciscana. Fue elegido superior general de su orden, cargo que ejerció con prudencia y sabiduría. Escribió la vida de san Francisco. No contento con transformar el estudio en una prolongación de la plegaria, consagraba gran parte de su tiempo a la oración propiamente dicha, convencido de que ésa era la clave de la vida espiritual. Cierta vez en que asistía a la Misa y meditaba sobre la Pasión del Señor, nuestro Salvador, para premiar su humildad y su amor, hizo que un ángel tomara de las manos del sacerdote una parte de la hostia consagrada y la depositara en su boca. A partir de entonces, Buenaventura comulgó sin ningún escrúpulo y encontró en la santa Comunión una fuente de gozo y de gracias. El 15 de julio de 1274 murió santamente asistido por el Papa en persona. Todos los obispos del concilio asistieron a sus funerales y caso único en la historia, el Santo Padre ordenó que todos los sacerdotes del mundo celebraran una Misa por el alma del difunto. Un elogio muy especial: El papa Inocencio Vº predicó la homilía en el entierro de san Buenaventura y dijo de él: "Su amabilidad era tan grande que empezar a tratarlo era quedar ya amigos de él para siempre. Y su unción al predicar y escribir era tan admirable, que escucharlo o leer sus escritos, era ya empezar a sentir deseos de amar a Dios y conseguir la santidad". Ramillete espiritual: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis» (cfr. Mt. 25, 40). San Buenaventura nació en el 1227 en Bagnorea, aldea de la Toscana. Se cuenta que de niño estaba enfermo, pasó por allí san Francisco, le curó y lo llamó a la sociedad de los Hermanos Menores. Parece que el serafín de Asís quiso dejar una centella de su espíritu en el doctor seráfico. La Sorbona de París vibraba con las discusiones de los grandes maestros, Guillermo de Santo Amor, Alberto Magno, Siger de Brabante, el doctor irrefragable Alejandro de Hales y el doctor angélico Tomás de Aquino. Todos comentaban a Pedro Lombardo. Y tras él estaban Aristóteles y Averroes. Cuando Buenaventura llega a París se horroriza ante tantas disputas. Él busca la paz y la parte de verdad de las opiniones ajenas. Sigue sobre todo a Alejandro de Hales "mi padre y maestro", y heredará su cátedra. Empieza comentando a Pedro Lombardo, el maestro de las sentencias. Sorprende su definición de la teología "como una ciencia afectiva". Tanto como la inteligencia habla el corazón en el Comentario que publica sobre Pedro Lombardo. Es obra de especulación y de edificación a la vez. Buenaventura, como antes san Anselmo, pertenece a la escuela agustiniana. Era un temperamento agustiniano y platónico, pero tiene también grandes influencias aristotélicas. Seguía también el criterio socrático, según el cual la ciencia debe servir para hacernos mejores y conducirnos al amor. Por eso sus opiniones tienden siempre a despertar la piedad, a enaltecer la idea de Dios y a resaltar la vanidad de las cosas creadas. Para san Buenaventura, como para san Agustín, la unión del alma con Dios es el término de toda ciencia, y esto se verifica por el amor. Por eso su enseñanza es más afectiva y práctica, que especulativa. No le importa el método escolástico, con tal de hacer más virtuosos a sus discípulos. Si Tomás se esfuerza, sobre todo, por iluminar las inteligencias, él busca más inflamar los corazones. Los dos se encontrarían muchas veces. Sin duda, se comprendieron y se estimaron. Eran complementarios. --"El uno, dice Dante, fue todo seráfico en ardor. El otro fue un esplendor de luz querúbica". Cuando los hijos de Francisco y de Domingo se multiplicaron, muchos vieron que empezaban a perder influencia, y prendió entre ellos la envidia ante el ascenso de los frailes mendicantes, encabezados por Guillermo de Santo Amor. Tomás y Buenaventura se unieron para desenmascararles. Buenaventura publicó De perfectione evangelica, apología apasionada de la perfección cristiana, que dejó malparados a los difamadores. San Buenaventura es una de las personalidades más ricas que ha habido en la Iglesia. Es predicador y profesor, filósofo y poeta, teólogo y místico. Y todo en grado eximio. Es un buen gobernante cuando a los 35 años es elegido ministro general de los franciscanos. Con suavidad y energía anima a los hermanos relajados y frena los extremismos de los fraticelos. Es un gran escritor como lo muestra en el Soliloquio, Los tres caminos sobre la oración, la meditación y la contemplación, El Hexameron, y El itinerario de la mente hacia Dios, que es un retrato de su misma vida. Por fin, en el monte Alvernia, escribió, entre lágrimas, la Vida de san Francisco. Gregorio Xº lo crea cardenal y obispo de Ostia. En el 1273 Tomás y Buenaventura se dirigen a Lyon para participar en el XIVº concilio Ecuménico. Tomás muere en el camino. Buenaventura lleva el peso en el trato con los orientales. Con sabiduría y dulzura consigue que firmen su unión con la Iglesia de Occidente. Ocho días después volaba al Paraíso. HAGIOGRAFÍA DEL DOCTOR DE LA IGLESIA Fue creado cardenal obispo de la diócesis de Albano, y murió en Lyon el año 1274. Escribió muchas obras filosóficas y teológicas. Conocido como el "doctor seráfico" por sus escritos encendidos de fe y amor a Jesucristo. De sus escritos: Corazón de Jesús, fuente viva; La sabiduría misteriosa revelada por el Espíritu santo; Vida de san Buenaventura. Lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís, por lo que se refiere a sus primeros años, es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en 1221 y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. Buenaventura, a quien la historia debía conocer con el nombre de "el doctor seráfico", enseñó teología y sagrada Escritura en la Universidad de París, de 1248 a 1257. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado todo lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. Nada tiene, pues, de extraño que el santo se haya distinguido en la filosofía y teología escolásticas. Buenaventura ofrecía todos los estudios a la gloria de Dios y a su propia santificación, sin confundir el fin con los medios y sin dejar que degenerara su trabajo en disipación y vana curiosidad. No contento con transformar el estudio en una prolongación de la plegaria, consagraba gran parte de su tiempo a la oración propiamente dicha, convencido de que ésa era la clave de la vida espiritual. Porque, como lo enseña san Pablo, sólo el Espíritu de Dios puede hacernos penetrar sus secretos designios y grabar sus palabras en nuestros corazones. Tan grande era la pureza e inocencia del santo que su maestro, Alejandro de Hales, afirmaba que "parecía que no había pecado en Adán". El rostro de Buenaventura reflejaba el gozo, fruto de la paz en que su alma vivía. Como el mismo santo escribió, "el gozo espiritual es la mejor señal de que la gracia habita en un alma". El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la Comunión, por más que su alma ansiaba unirse al objeto de su amor y acercarse a la fuente de la gracia. Pero un milagro de Dios permitió a san Buenaventura superar tales escrúpulos. Las actas de canonización lo narran así: --"Desde hacía varios días no se atrevía a acercarse al Banquete celestial. Pero, cierta vez en que asistía a la Misa y meditaba sobre la Pasión del Señor, nuestro Salvador, para premiar su humildad y su amor, hizo que un ángel tomara de las manos del sacerdote una parte de la hostia consagrada y la depositara en su boca". A partir de entonces, Buenaventura comulgó sin ningún escrúpulo y encontró en la santa Comunión una fuente de gozo y de gracias. El santo se preparó a recibir el sacerdocio con severos ayunos y largas horas de oración, pues su gran humildad le hacía acercarse con temor y temblor a esa altísima dignidad. La Iglesia recomienda a todos los fieles la oración que el santo compuso para después de la Misa y que comienza así: --Transfige, dulcissime Domine Jesu... Buenaventura se entregó con entusiasmo a la tarea de cooperar a la salvación de sus prójimos, como lo exigía la gracia del sacerdocio. La energía con que predicaba la palabra de Dios encendía los corazones de sus oyentes; cada una de sus palabras estaba dictada por un ardiente amor. Durante los años que, pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el "Comentario sobre las sentencias de Pedro Lombardo", que constituye una verdadera suma de teología escolástica. El papa Sixto IVº, refiriéndose a esa obra, dijo que "la manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu santo hablaba por su boca." Los violentos ataques de algunos de los profesores de la Universidad de París contra los franciscanos perturbaron la paz de los años que Buenaventura pasó en esa ciudad. Tales ataques se debían, en gran parte, a 1a envidia que provocaban los éxitos pastorales y académicos de los hijos de san Francisco ya que la santa vida de los frailes resultaba un reproche constante a la mundana existencia de otros profesores. El líder de los que se oponían a los franciscanos era Guillermo de Saint Amour, quien atacó violentamente a san Buenaventura en una obra titulada "Los peligros de los últimos tiempos". Éste tuvo que suspender sus clases durante algún tiempo y contestó a los ataques con un tratado sobre la pobreza evangélica, con el título de "Sobre la pobreza de Cristo". El papa Alejandro IVº nombró a una comisión de cardenales para que examinasen el asunto en Anagni, con el resultado de que fue quemado públicamente el libro de Guillermo de Saint Amour, fueron devueltas sus cátedras a los hijos de san Francisco y fue ordenado el silencio a sus enemigos. Un año más tarde, en 1257, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado "Sobre la vida de perfección", destinado a la beata Isabel, hermana de san Luis de Francia y a las clarisas pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras místicas son el "Soliloquio" y el tratado "Sobre el triple camino". Es conmovedor el amor que respira cada una de las palabras de san Buenaventura. Gerson, el erudito y devoto canciller de la Universidad de París, escribe a propósito de sus obras: --"A mi modo de ver, entre todos los doctores católicos, Eustaquio (porque así podemos traducir el nombre de Buenaventura) es el que más ilustra la inteligencia y enciende al mismo tiempo el corazón. En particular, el Breviloquium Itinerarium mentis in Deum están compuestos con tanto arte, fuerza y concisión, que ningún otro escrito puede aventajarlos". Y en otro libro, comenta: --"Me parece que las obras de Buenaventura son las más aptas para la instrucción de los fieles, por su solidez, ortodoxia y espíritu de devoción. Buenaventura se guarda cuanto puede de los vanos adornos y no trata de cuestiones de lógica o física ajenas a la materia. No existe doctrina más sublime, más divina y más religiosa que la suya". Estas palabras se aplican sobre todo, a los tratados espirituales que reproducen sus meditaciones frecuentes sobre las delicias del Cielo y sus esfuerzos por despertar en los cristianos el mismo deseo de la gloria que a él le animaba. Como dice en un escrito, --"Dios, todos los espíritus gloriosos y toda la familia del Rey celestial nos esperan y desean que vayamos a reunirnos con ellos. ¡Es imposible que no se anhele ser admitido en tan dulce compañía! Pero quien en este valle de lágrimas no haya tratado de vivir con el deseo del Cielo, elevándose constantemente sobre las cosas visibles, tendrá vergüenza al comparecer a la presencia de la corte celestial". Según el santo, la perfección cristiana, más que en el heroísmo de la vida religiosa, consiste en hacer bien las acciones más ordinarias. He aquí sus propias palabras: --"La perfección del cristiano consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica". En efecto, tal fidelidad constituye una constante crucifixión del amor propio, un sacrificio total de la libertad, del tiempo y de los afectos y, por ello mismo, establece el reino de la gracia en el alma. El mejor ejemplo que puede darse de la estima en que san Buenaventura tenía la fidelidad en las cosas pequeñas, es la anécdota que se cuenta de él y del beato Gil de Asís (23 de abril). En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los Frailes Menores. No había cumplido aún los treinta y seis años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original; naturalmente, entre esos dos extremos, se situaban todas las otras interpretaciones. Los más rigoristas, a los que se conocía con el nombre de "los espirituales", habían caído en el error y en la desobediencia, con lo cual habían dado armas a los enemigos de la orden en la Universidad de París. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la Regla y la reforma de los relajados, pero sin caer en los excesos de los espirituales. El primero de los cinco capítulos generales que presidió san Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden, pero no lograron aplacar a los rigoristas. A instancias de los miembros del capítulo, san Buenaventura empezó a escribir la vida de san Francisco de Asís. La manera en que llevó a cabo esa tarea, demuestra que estaba empapado de las virtudes del santo sobre el cual escribía. Santo Tomás de Aquino, que fue a visitar un día a Buenaventura cuando éste se ocupaba de escribir la biografía del "Pobrecillo de Asís", le encontró en su celda sumido en la contemplación. En vez de interrumpirle, santo Tomás se retiró, diciendo: --"Dejemos a un santo trabajar por otro santo". La vida escrita por san Buenaventura, titulada "La leyenda mayor", es una obra de gran importancia acerca de la vida de san Francisco, aunque el autor manifiesta en ella cierta tendencia a forzar la verdad histórica para emplearla como testimonio contra los que pedían la mitigación de la regla. San Buenaventura gobernó la orden de san Francisco durante diecisiete años y se le llama, con razón, el segundo fundador. En 1265, a la muerte de Godofredo de Ludham, el papa Clemente IVº trató de nombrar a san Buenaventura arzobispo de York, pero el santo consiguió disuadirle de ello. Sin embargo, al año siguiente, el beato Gregorio Xº le nombró cardenal-obispo de Albano, le ordenó aceptar el cargo por obediencia y le llamó inmediatamente a Roma. Los legados pontificios le esperaban con el capelo y las otras insignias de su dignidad; según se cuenta, fueron a su encuentro hasta cerca de Florencia y le hallaron en el convento franciscano de Mugello, lavando los platos. Como Buenaventura tenía las manos sucias, rogó a los legados que colgasen el capelo en la rama de un árbol y que se paseasen un poco por el huerto hasta que terminase su tarea. Sólo entonces san Buenaventura tomó el capelo y fue a presentar a los legados los honores debidos. Gregorio Xº encomendó a san Buenaventura la preparación de los temas que se iban a tratar en el concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión con los griegos ortodoxos, pues el emperador Miguel Paleólogo había propuesto la unión a Clemente IVº. Los más distinguidos teólogos de la Iglesia asistieron a dicho concilio. Como se sabe, santo Tomás de Aquino murió cuando se dirigía a él. San Buenaventura fue, sin duda, el personaje más notable de la asamblea. Llegó a Lyon con el Papa, varios meses antes de la apertura del concilio. Entre la segunda y la tercera sesiones reunió el capítulo general de su orden y renunció al cargo de superior general. Cuando llegaron los delegados griegos, el santo inició las conversaciones con ellos y la unión con Roma se llevó a cabo. En acción de gracias, el Papa cantó la Misa el día de la fiesta de san Pedro y san Pablo. La epístola, el Evangelio y, el Credo, se cantaron en latín y en griego y san Buenaventura predicó en la ceremonia. El seráfico doctor murió durante las celebraciones, la noche del 14 al 15 de julio. Ello le ahorró la pena de ver a Constantinopla rechazar la unión por la que tanto había trabajado. Pedro de Tarantaise, el dominico que ciñó más tarde la tiara pontificia con el nombre de Inocencio Vº, predicó el panegírico de san Buenaventura y dijo en él: --"Cuantos conocieron a Buenaventura le respetaron y le amaron. Bastaba simplemente con oírle predicar para sentirse movido a tomarle por consejero, porque era un hombre afable, cortés, humilde, cariñoso, compasivo, prudente, casto y adornado de todas las virtudes". Se cuenta que, como superior general, fue un día a visitar el convento Foligno. Cierto frailecillo tenía muchas ganas de hablar con él, pero era demasiado humilde y tímido para atreverse. Pero, en cuanto partió san Buenaventura, el frailecillo cayó en la cuenta de la oportunidad que había perdido y echó correr tras él y le rogó que le escuchase un instante. El santo accedió inmediatamente y tuvo una larga conversación con él, a la vera del camino. Cuando el frailecillo partió de vuelta al convento, lleno de consuelo, san Buenaventura observó ciertas muestras de impaciencia entre los miembros de su comitiva y les dijo sonriendo: --"Hermanos míos, perdonadme, pero tenía que cumplir con mi deber, porque soy a la vez superior y siervo y ese frailecillo es, a la vez, mi hermano y mi amo. La Regla nos dice: ‘Los superiores deben recibir a los hermanos con caridad y bondad y portarse con ellos como si fuesen sus siervos, porque los superiores, son, en verdad, los siervos de todos los hermanos’. Así pues, como superior y siervo, estaba yo obligado a ponerme a la disposición de ese frailecillo, que es mi amo, y a tratar de ayudarle lo mejor posible en sus necesidades". Tal era el espíritu con que el santo gobernaba su orden. Cuando se le había confiado el cargo de superior general, pronunció estas palabras: --"Conozco perfectamente mi incapacidad, pero también sé cuán duro es dar coces contra el aguijón. Así pues, a pesar de mi poca inteligencia, de mi falta de experiencia en los negocios y de la repugnancia que siento por el cargo, no quiero seguir opuesto al deseo de mi familia religiosa y a la orden del Sumo Pontífice, porque temo oponerme con ello a la voluntad de Dios. Por consiguiente, tomaré sobre mis débiles hombros esa carga pesada, demasiado pesada para mí. Confío en que el Cielo me ayudará y cuento con la ayuda que todos vosotros podéis prestarme". Estas dos citas revelan la sencillez, la humildad y la caridad que caracterizaban a san Buenaventura. Y, aunque no hubiese pertenecido a la orden seráfica, habría merecido el título de "doctor seráfico" por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado doctor de la Iglesia en 1588. MEDITACIÓN SOBRE SAN BUENAVENTURA, DISCÍPULO DE JESÚS CRUCIFICADO “He venido a poner fuego en la Tierra, y ¿qué he de desear sino que arda? (cfr. Lucas 12, 49). I. El doctor seráfico fue discípulo de Cristo crucificado. En sus adorables llagas era donde leía el amor de Jesucristo por nosotros, y donde aprendía a amarlo él, a su vez. Todos sus escritos están impregnados de una tierna devoción para con Jesucristo expirando en la Cruz y oculto en la Eucaristía. ¿Qué amor tienes tú por Dios? ¿Qué haces por Jesucristo que tanto ha sufrido por ti? Sabios del siglo, sin este amor vuestra ciencia sólo es vanidad. ¿Qué haría la ciencia sin la caridad?... Hincharía ¿Qué haría la caridad sin la ciencia?... Induciría a error (san Bernardo). II. Jesús clavado en la cruz enseñó a san Buenaventura la humildad, el amor a la abyección y el desprecio de las dignidades. Esta virtud se reveló en todo su esplendor cuando los cardenales se dejaron dirigir por sus consejos para elegir al Papa. ¡Qué incomparable índice de su santidad! Sabíase que el Espíritu santo hablaba por su boca. Gregorio Xº, entonces elegido, lo hizo cardenal. El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado (Evangelio). III. La tercera virtud que san Buenaventura aprendió de Jesús crucificado fue el amor a los sufrimientos. ¿Buscas la Cruz? ¿No huyes más bien de las que Dios te envía? Imita al doctor seráfico; en adelante muéstrate discípulo de Jesús crucificado. En todas las acciones, mostremos que somos discípulos de un Maestro que ha sido clavado en la Cruz (san Pedro Damián). El amor a Dios. Orad por el Colegio de Cardenales. ORACIÓN A SAN BUENAVENTURA ¡Oh Dios!, que habéis enseñado a vuestro pueblo la ciencia de la salvación eterna por el ministerio de san Buenaventura, dignaos hacer que después de haberlo tenido en la Tierra como doctor y guía, merezcamos tenerlo como intercesor en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Posted on: Sun, 14 Jul 2013 23:21:20 +0000

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