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25 mandamientos para un periodismo sencillo Cuando te sientas a escribir, sólo hay una persona importante en tu vida, y es alguien a quien nunca conocerás, llamado lector. No escribes para impresionar el científico que acabas de entrevistar, o al profesor que te ha graduado, o al editor que te rechazo estúpidamente, o a esa persona que está tan buena y que has conocido en una fiesta y te han presentado como escritor. Ni siquiera a tu madre. Escribes para impresionar a alguien agarrado a la barra del metro en tránsito entre dos estaciones y que dejará de leerte si le das oportunidad. Por eso, la primera frase que escribas será la frase más importante de tu vida, y luego la segunda y la tercera. Porque, aunque tú te sientas obligado a escribir, nadie se ha sentido nunca obligado a leer. El periodismo es importante. Pero uno nunca debe creerse esa importancia. Nada manda más rápido a un lector al crucigrama o la clasificación de la liga que ser pomposo. Por tanto, las palabras simples, las ideas claras y las frases cortas son de vital importancia. Y también un poco de irreverencia. Una frase que deberías grabarte a fuego y ponerla delante de tu procesador de textos: “Nadie se quejará nunca porque hayas escrito algo demasiado fácil de entender”. Otra cosa para recordar cada vez que te sientes frente al teclado: “Nadie tiene por qué leer esta mierda”. Ante la duda, asume que el lector no sabe nada. Sin embargo, no cometas nunca el error de suponer que es estupido. Un error clásico en periodismo es sobreestimar lo que sabe el lector y subestimar su inteligencia. La vida es complicada, pero el periodismo no puede serlo. Precisamente porque hay temas complicados es por lo que la gente acude a los medios, esperando que los hayan hecho simples. Así que si un tema es enredado como un plato de spaghetti, considera tu historia como un solo spaghetti, cuidadosamente extraído. Idealmente, con el aceite, el ajo y el tomate aún adheridos. El lector agradecerá que le hayas dado una parte simple y no el plato entero. Eso es porque (a) el lector sabe que la vida es complicada y agradece que le hayan explicado al menos un fragmento con claridad y porque (b) nadie lee nunca artículos que comienzan diciendo “Lo que sigue es inexplicablemente complicado”. Así que aquí tienes una regla. Una información solo debe contar una gran historia. Si eres lo bastante valiente para lidiar con cuatro grandes historias en un reportaje, que el cómo se entrelazan esas cuatro historias sea la gran historia que vas a contar. Puedes añadir algún aspecto picante en tu historia, pero solo si no te apartas de la narrativa que has elegido. Una observación. Ni siquiera empieces a escribir hasta que hayas decidido cuál será tu gran historia y puedas resumirla en una frase. Preguntáte luego si tu madre escucharía esa frase durante más de un microsegundo antes de coger de nuevo la plancha. Si alguna vez vendes esa idea a tu editor para un articulo, tendrás el mismo nivel de atención, asi que atento a esa frase. A menudo, no siempre, pero a menudo sera la primera frase de tu historia. Siempre hay una primera frase ideal para cualquier artículo, una introducción, una entrada. Ayuda pensar en ella antes de escribir, porque comprobaras como las siguientes frases se escriben solas y con rapidez. No es que seas simple o facilón, ni tampoco un superdotado. Simplemente es que has acertado con la primera frase. Palabras como simple, facilón o superficial no son insultos para un periodista. El motivo para que alguien compre un periódico es que quiere información fácil y rápida, sin notas a pie de página, oscuras referencias o aclaraciones a las notas a pie de página. Palabras como sensacional o trivial no son insultos para un periodista. Cuando lees, lees porque apela a tu sentido del humor, de la ironía, del romance… El buen periodismo deberia darte sensación de humor, emoción, intensidad o acidez. Trivial es el insulto favorito de los estudiosos. Pero incluso ellos se interesaron por su objeto de estudio porque se sintieron atraídos por algo brillante, llamativo y trivial. Las palabras tienen significados, respétalos. Ve a la raíz y búscalas en el diccionario, averigúa de dónde vienen. Entonces, usalas de forma adecuada. No alardees de tu autoridad obviando tu ignorancia. Los clichés deben evitarse como la peste, excepto cuando el cliché es el correcto. Te sorprendería lo útil que puede ser un cliché usado juiciosamente. Esto es porque en periodismo no tienes que ser listo siempre pero sí tienes que ser rápido siempre. Las metáforas son geniales. Tan solo no las elijas disparatadas y nunca las mezcles. George Orwell informó de un dputado que proclamó que “el pulpo fascista habia entonado el canto del cisne” Cuidado con el habla de la calle. Cuando Moisés ordenó a sus comandantes que degollaran a los madianitas no lo hizo para demostrar que era “muy duro”. Cuando advirtió al faraón que dejará ir a su pueblo no dijo “Tío, danos espacio, ¿vale?” y el faraón no respondió “Ni de coña, tron”. El lenguaje del bar o de la calle tiene su propio ritmo, lenguaje corporal y señales. El lenguaje de la página impresa no tiene acentos, ni hay tonos irónicos o bromistas. Tiene que ser directo, claro y vívido, y para eso tiene que seguir las reglas de la gramática. Cuidado con las palabras largas y absurdas y con la jerga. Si escribes sobre ciencia, esto es doblemente importante, porque tendras que usar palabras que no usa un ser humano normal, como fenotipo, mitocondria, inflación cósmica, distribución Gaussiana o isostasia. Así que no necesitas ser deslumbrante y dichoso, te basta con ser brillante y feliz. Mejor habla en castellano que en latín. No exterminas, matas. No salivas, babeas. No incineras, quemas. Recuerda que la gente siempre responderá a lo que está cerca de ellos. Los ciudadanos del sur de Londres deberían preocuparse más por la reforma económica en Surinam que del último partido del Millwall, pero no es asi, acéptalo. Lee. Lee muchas cosas diferentes. Lee la Biblia, y a Dickens, y poemas de Shelley y comics de Marvel y novelas de Chester Himes y Dashiell Hammet. Aprende las cosas increibles que puedes hacer con palabras y observa como esos autores pueden crer un mundo entero en media página. Cuidado con las descripciones definitivas. Casi siempre habrá alguien más grande, más rápido, más viejo, más reciente, más rico o más nauseabundo que aquel al que acabas de adornar con un superlativo. Ahorrate molestias con fórmulas como “Uno de los primeros…” o si no puedes, mételo en una lista: “De acuerdo con el libro Guinnes de los Records…” Hay cosas que el buen gusto y la legalidad vigente no te dejarán poner en letra impresa. Mis favoritos son “Asesino absuelto” y (en un reportaje sobre una obra de teatro sobre la Pascua de Resurrección) “Paul Myers, que interpretó a Jesucristo, fue la estrella del espectáculo”. Piensa cuál de los dos ejemplos es de mal gusto y cuál puede costarte medio millon por palabra. Los periodistas tienen una responsabilidad que no es solo legal. Así que busca la verdad. Si es dificil de encontrar, y a menudo lo es, busca la imparcialidad, ser consciente de que siempre hay otro lado en la historia. Cuidado con las apelaciones a la objetividad, son las más sospechosas. Puedes informar que la Royal Society dice que la modificación genética es una buena cosa y que el uranio empobrecido es casi inofensivo. Pero debes recordar que quienes inventaron la modificación genética fueron incorporados inmediatamente a la Royal Society por miembros de esa entidad que entraron porque sabían cómo enriquecer barras de combustible de uranio y empobrecer el sobrante.
Posted on: Thu, 11 Jul 2013 15:29:40 +0000

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