44 –– debemos madrugar para arreglar el viaje.Detrás suyo - TopicsExpress



          

44 –– debemos madrugar para arreglar el viaje.Detrás suyo tomé el camino de la casa, y todavía desde lapuerta contemplé un momento el dormido paisaje. Cruzandoa toda marcha enormes nubes oscuras, la luna se entreveíaen la altura. Antes de dormirme pensé un poco en Balbino Co-ronado. Extraña historia la suya. Lamenté no haberlo cono-cido antes; hubiera tratado de intimar con él, de estudiarlo;pero no lo pensé mucho porque me fui durmiendo rápidamen-te.Muy temprano sentí voces cerca de mi habitación. Me le-vanté a toda prisa pensando que tal vez era tarde, y al abrirla puerta vi a Balbino gesticular airadamente al tiempo quedecía cosas ininteligibles. Justo estaba frente a él y le mira-ba fijamente. — Cálmate, Balbino –– dijo.Me acerqué a ellos. Con las manos clavadas en los hom-bros de Justo, el otro tenía los ojos desorbitados, luminosos eimpresionantes; su faz era agresiva y al parecer, Balbino pa-decía de angustia. — ¡Vuelve, le digo yo que vuelve! –– asegurabaSe comprendía que estaba desesperado, pero yo no sabíadebido a qué. Entre su aspecto y el de un loco no había dife-rencia alguna. Mi amigo lo tomó por la cintura y se lo fue lle-vando de allí. Iban a salir ya del comedor cuando llegó lahija de Justo. Súbitamente, Balbino se detuvo y bajó la ca-beza. Con una voz dulcísima ella le increpó: — ¿Cómo es eso? ¿Es que no vas a hacerme caso?Balbino no se movía. Yo me hallaba confundido y hubie-ra jurado que aquel hombre se había ruborizado. — Vete a la cocina –– ordenó con suavidad la hija de miamigo –– y que te den desayuno.Silencioso y como humillado, Balbino se alejó sin alzarla cabeza. La muchacha le miró, después volvió los ojos al pa-dre y movió las manos como quien lamenta algo. — Sólo le hace caso a ella cuando está así –– pretendió 45 –– plicarme Justo. — ¿Así? ¿Qué quiere decir? — Es la avenida. Cree que el Yuna va a crecer hoy. — ¿Crecer hoy? No me parece.Justo sonrió. — Usté no se va, amigo. Balbino nunca ha fallado en eso. — ¿Y qué tiene que ver mi viaje con el Yuna? — ¿Pero no se lo expliqué anoche? ¿Cómo va usté a cru-zar ese río si se bota?Hablando nos sentamos a desayunar. Los nietos de miamigo charlaban y contaban episodios de los desbordes. A po-co empezó a llover y no me fue posible poner un pie fuera dela casa. A través de la ventana vi el patio lleno de agua. Lahija de Justo se adormecía con el canto de la lluvia. — El pobre Balbino se vuelve loco de ésta –– aseguró.Molesto con el fracaso de mis planes, me fui a la habita-ción y estuve acostado hasta mediodía. A esa hora la lluviaparecía menos fuerte. Debajo del piso gruñían los perros y ca-careaban las gallinas. Ráfagas de viento sacudían los árbo-les cercanos.Todo el mundo en la casa demostraba cansancio y sólo elmás pequeño de los nietos de Justo parecía contento por laproximidad de la inundación. Los peones que entraban derato en rato no decían palabra y el ambiente estaba cargadode preocupación. A la caída de la tarde la lluvia había cesado del todo. Yoestaba en la galería, viendo cómo unos patos se solazaban enlas charcas, cuando vi a Balbino entrar a saltos y cruzar an-te mí sin darse cuenta de mi presencia. Con todo el pelo caí-do sobre la frente, más nervioso que por la mañana, con losojos más fúlgidos, Balbino tomó a Justo por un brazo y le di- jo: — ¿No oye como viene roncando ese maldito?Justo le miró con seriedad. — Deja eso ya –– ordenó secamente –– . Yo no oigo nada. Son
Posted on: Thu, 12 Sep 2013 23:16:03 +0000

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