5. Frutos de la humildad "El que se humilla será ensalzado" (Mt - TopicsExpress



          

5. Frutos de la humildad "El que se humilla será ensalzado" (Mt 23, 12). "Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia" (1 Petr 5, 5). La gracia divina no es propiamente fruto de la humildad, sino de la divina caridad, mas la humildad es condición para recibirla. Ni llega el hombre a la fe sino supuesto cierto grado de humildad. Sólo la humilde disposición de inclinarse ante la sentencia de condenación que contra el pecador pronuncia la fe, puede abrirle a éste la entrada. Cuanto más profunda es la humildad, tanto más profunda es la penetración que alcanza el hombre en los misterios de la fe, pues el humilde nunca se atreve a medir la ciencia y verdad de Dios con los alcances de su diminuto yo. El humilde está, ante todo, dispuesto a dejarse enseñar por Dios. El humilde consigue contemplar la hermosura y grandeza íntimas de las verdades divinas, al paso que al orgulloso se le oscurece toda verdad que no traiga ventajas para el engrandecimiento de su propio yo. "Te alabo, oh Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos" (Mt 11, 25). La humildad es condición indispensable para el verdadero conocimiento propio, para el dolor y la penitencia. Sólo el humilde soporta el verdadero conocimiento ole su propia culpabilidad. La humildad abre el corazón al amor desinteresado a Dios y al prójimo. "La humildad de corazón consiste en renunciar al amor interesado de sí mismo, para servir a un amor superior" "No hay camino más excelente que el del amor, pero por él sólo pueden transitar los humildes" (S.Ag.) La humildad es el colirio que purifica la mirada también al pecador para que pueda reconocer los valores y virtudes que ha lesionado. La humildad es requisito para una conciencia sana, pues cuando la humildad no viene a cubrir la distancia que va de las obras al deber conocido, el orgullo nubla el conocimiento de los valores no realizados y procura reparar el defecto por los caminos torcidos de la mentira. "El orgullo grita en mi memoria : «¡Tú no puedes haberlo hecho!», y la memoria cede: «¡De veras que no lo he hecho» (Nietzsche). La humildad garantiza el respeto que protege el amor: entre el respeto y la humildad hay mutua dependenciá. El fondo religioso de la humildad se hace mucho más perceptible en el respeto. Así como la última razón de la humildad es una confrontación con Dios, así el respeto nace de la sensación de la gloria de Dios que se trasluce en todos los seres. 6. Grados de humildad. Vicios opuestos Tiene la humildad diversos grados en densidad y profundidad ; lo mismo el orgullo, su contrario. Mientras que la vanidad se engríe por pequeñas ventajas y por ellas descuida los valores superiores, la modestia es como un pudor espiritual que aspira a tener ocultas a las miradas ajenas las propias cualidades y ventajas. La vanidad sólo se extiende a ventajas despreciables, como la belleza corporal, el adorno, la alcurnia, etc., y es por lo mismo una tontería innocua; al paso que la orgullosa complacencia en sí mismo es más odiosa y contraria a Dios cuanto más elevada es la cualidad de que se jacta el orgulloso. Pues cuanto más altas son esas ventajas, tanto más llevan el carácter de dones gratuitos, y por Io mismo la jactancia por tales dones es más contraria al dador de ellos. Sin duda que el jactancioso no niega que tales dones los recibió de Dios, mas se gloría de ellos como si los poseyera por sus propios méritos.Con la jactancia de los propios bienes corre generalmente pareja la vanagloria, que se esfuerza para que otros contemplen extasiados nuestros reales o imaginaríos méritos. La ambición se esfuerza por conquistar preponderancia y ascendiente sobre los demás. La modestia se contenta con ocupar un puesto humilde. Dicha modestia alcanza el grado de humildad cuando sus motivos alcanzan la profunclidad de ésta. El humilde renuncia gustoso a todo honor humano, pues no sale de su asombro al ver cómo Dios lo ha elevado tanto a él, tan indigno. Al paso que el jactancioso se interesa por los valores en cuantos éstos pueden hermosearlo, el orgulloso propiamente tal no puede considerar la dignidad y hermosura del bien en sí, sino sólo lo que le es ventajoso o perjudicial. El orgulloso ansía ante todo verse libre de la dependencia de otros. Ni siquiera quiere reconocer las deudas de gratitud. Lo opuesto es lo que busca la humildad, que es voluntaria sumisión de la obediencia. El peor enemigo de la humildad es la soberbia, que se caracteriza por el embrutecimiento ante los valores y por un carácter hostil a la virtud. Los valores y virtudes no significan para el soberbio más que un menoscabo de su independencia. Indudablemente percibe la voz del bien y de la virtud que acusa y condena, pero la desoye, persuadido miserablemente como está de su propia excelencia. El bien ya no luce para él, ni es calor que lo encienda. El soberbio consumado no soporta el saber que depende de Dios; de allí que la forma extrema de la soberbia es la negación de Dios y la proclamación de la soberanía y autonomía del hombre. El soberbio desprecia a sus semejantes, no sólo a los pecadores, sino sobre todo a los hombres religiosos que se someten a Dios y que por amor a Dios se someten obedientes a los hombres. El orgulloso choca sobre todo con Cristo, que es humilde y convida a la humildad por todo lo que es. Estaría, sí, dispuesto a reconocer a un Dios lejano; mas para el Dios-hombre, que se presenta en una forma humilde y, sin embargo, exigente, no tiene sino odio mortal. Muchos padres de la Iglesia piensan que la soberbia de satanás se encendió ante este misterio. En la humildad de Cristo tiene la humildad su fuente y su dechado preferido. Por amor de Cristo y siguiendo sus ejemplos, se alegra de las humillaciones y rechaza aún los honores merecidos, cuando por tal medio puede procurar la gloria de Dios. Así como Cristo estaba sujeto a los hombres, el humilde se somete voluntariamente a la autoridad humana del Estado, v sobre todo a la de la Iglesia. La soberbia empujó a los herejes a rechazar la obediencia a la Iglesia, so pretexto de obedecer directamente a Dios o a Cristo. Los grados de la humildad corresponden exactamente a los del amor, así como los. grados del orgullo y de la soberbia corresponden a los de la glacial estrechez y mezquindad del yo replegado sobre sí mismo.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 12:35:21 +0000

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