A 39 años de la muerte del general Juan Domingo Perón - El 1º - TopicsExpress



          

A 39 años de la muerte del general Juan Domingo Perón - El 1º de julio de 1974, a las 13:15, se apagaba la vida de uno de los personajes más influyentes de la historia argentina del siglo XX; Fue tres veces elegido presidente de la Nación a través del voto Quien fuera tres veces presidente de la República Argentina, Juan Domingo Perón, murió el 1º de julio de 1974. Su doctrina mantiene una vigencia extraordinaria. Amado por millones y odiado por otros, no tantos, el recuerdo de Perón se mantiene vivo en el corazón y el pensamiento de los argentinos, pese a los 39 años que se cumplen hoy de su desaparición física. Casi todas las investigaciones periodísticas concuerdan en que durante junio del 74 Perón ya había sido salvado dos veces de la muerte por el equipo médico del hospital Italiano que permanecía día y noche junto a él. Allí estaban, entre otros médicos residentes, el exsenador por el Departamento Victoria, Carlos Garbelino. La salud de Perón era un secreto de Estado, pero recuerdan los viejos peronistas que el temor de que se muriera en cualquier momento se sentía en el aire. El león herbívoro había regresado a la Argentina tras el infame exilio que debió soportar con un discurso conciliador y una determinación política que parecía excesiva para su castigado cuerpo. Durante las últimas semanas de junio, esa imagen de inmortalidad del General se había desdibujado. A las 13.15 de aquel 1º de julio, la vicepresidenta María Estela Martínez de Perón -o Isabelita según su nombre artístico- daba la noticia al país: “Con gran dolor debo transmitir al pueblo de la Nación Argentina el fallecimiento de este verdadero apóstol de la paz y la no violencia”. Había muerto Juan Perón. Según Carlos Seara, uno de los médicos que atendió al expresidente en sus últimas semanas de vida, al regresar de España Perón ya tenía un cuadro complicado: incipiente cáncer de próstata, pólipos, enfisema de pulmón, leve insuficiencia renal y una grave afección cardíaca. Sus últimas palabras, según el relato de la enfermera Norma Baylon, fueron “esto se acabó”, mientras los médicos trataban de recuperar el ritmo de su viejo corazón y José López Rega caminaba alrededor de la cama repartiendo humo de incienso y rezando por “el faraón”. Había muerto el hombre que cambió la Argentina desde el ejercicio del poder, desde la conducción política, desde la sensibilidad social, desde un fantástico conocimiento de la situación mundial y desde su innegable condición de estadista. Atributos estos que ningún otro presidente argentino ha vuelto a reunir. Lo que ocurrió después, también es conocido. Leonardo Bettanín, diputado por la Juventud Peronista en el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) escribía el 2 de julio un artículo titulado Dos países diferentes velaron al General Perón. Uno era el de los pasillos, de los sillones. Los uniformes relucientes, la gomina y las invitaciones especiales. Era el país de las instituciones, de los discursos engolados. El país de la televisión y las declaraciones. Era la dirigencia argentina azorada y preocupada por la muerte de un presidente. El otro el país de los oprimidos. De los humildes y desposeídos. La Patria anónima, el país del adiós silencioso, del llanto contenido. El país de la flor apretada contra el pecho durante horas, mojada por la lluvia, pero sostenida firme en las manos para terminar dejándola a los pies del cajón. Era la Patria despidiendo a su mejor amigo. El país de la tristeza y el dolor. Perón había vuelto al país el 20 de junio de 1973. Allí, ocurrió el hecho conocido como la Masacre de Ezeiza. El 13 de julio renunció Héctor Cámpora para permitirle ser candidato. Perón ganó la Presidencia con el 62% de los votos contra el postulante radical Ricardo Balbín. Se convirtió en presidente por tercera vez en octubre de 1973 con su esposa María Estela Martínez como vicepresidenta. Una de las tapas más recordadas por el periodismo argentino es la del diario Noticias del día siguiente a la muerte de Perón, cuya famosa bajada fue escrita por Rodolfo Walsh, encargado de la sección Policiales. El diario -aparecido en noviembre de 1973- vendió ese día 185.000 ejemplares. Estaba controlado por Montoneros y su director en ese entonces era el periodista Miguel Bonasso. Ese diario duró nueve meses y fue clausurado un mes después de la muerte de Perón. Bajo un enorme titular que decía Dolor, Walsh escribió: “El general Perón, figura central de la política argentina de los últimos treinta años, murió ayer a las 13.15 horas. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”. La muerte de Perón. La noticia en “Noticias” Por Miguel Bonasso 1º de julio de 1974. Fue un lunes, desapacible, a las dos de la tarde. Aunque esperábamos el desenlace no podíamos creer lo que nos mostraba la televisión: una Isabel llorosa anunciando la muerte de Perón, escoltada por José López Rega, que apoyaba su diestra sobre el sillón presidencial. El mensaje gestual del Brujo ponía en ominoso paréntesis la convocatoria a la unidad nacional que leía la pequeña mujer convocada a la Presidencia, “por mandato de Dios y de Perón”. Un grupo humano muy especial rodeaba en silencio el aparato de televisión, en un destartalado edificio de Piedras al 700 donde producíamos Noticias, el diario del peronismo revolucionario que en esos días llegó a vender más de 180 mil ejemplares. Era un grupo de hombres y mujeres que había puesto su capacidad profesional al servicio de su pasión militante. Aquellas compañeras y compañeros que observaban, mudos y acongojados, el terrible anuncio, no eran espectadores, sino protagonistas de la lucha sin cuartel que se avecinaba. Y sabían que podían llegar a perder la vida. Como de hecho la perdieron muchos de los que rodeaban aquel televisor cuando la mujer escoltada por López Rega demostró patéticamente que Dios y Perón se habían equivocado y fue sacada de un papirotazo por los militares que impusieron el terrorismo de Estado. Allí estaban, por ejemplo, algunos grandes ausentes como Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Alicia Raboi, Norberto Habegger, integrantes de la conducción del diario, mezclados democráticamente con jóvenes periodistas y militantes de base, a los que amenazaban también la muerte, la desaparición, la cárcel o el destierro. La muerte de Perón cerraba una etapa decisiva de nuestras vidas y convocaba a un balance que tardaría muchos años en decantarse. Habíamos seguido y amado al Viejo en los duros años de la Primera y Segunda Resistencia; lo habíamos denostado en la plaza del 1º de Mayo; habíamos tenido la esperanza de recuperarlo pocos días antes (en la multitudinaria despedida del 12 de junio) y ahora tratábamos de imaginar una transmutación de su liderazgo individual en un gran proyecto colectivo. Horacio Verbitsky sintetizó en una frase los temores de todos: “La Argentina puede convertirse en un cráter”. Luego empezamos la jornada. Yo sugerí como título de tapa la palabra Dolor. Rodolfo Walsh se acomodó frente a la Olivetti y escribió: “El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos 30 años, murió ayer a las 13.15 (...) la Argentina llora a un Líder excepcional”. Una justificación filosófica Siendo presidente de la Nación, Perón dictaba clases en la Escuela Superior Peronista. Allí, en 1953, explicó que “todo movimiento colectivo que trata de introducir modificaciones de fondo en la estructura social, debe tener una sólida justificación filosófica. El justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”. Para Perón, una filosofía era “una determinada concepción del mundo y de la vida”. La peronista es simple porque “enfrenta en forma clara los problemas fundamentales y los resuelve por principios sencillos y concretos fácilmente inteligibles para cualquier mentalidad; basta que esa mentalidad esté guiada por el sentido común y por un anhelo de comprensión de las necesidades humanas (… ) Las otras filosofías son inaccesibles al pueblo. Casi siempre sus teorizaciones se desenvuelven en un plano abstracto, donde no llega la realidad de la vida. Están hechas para servir a ciertas élites que disfrutan del ocio necesario para estériles divagaciones, mientras el pueblo trabaja para ellas, falto de una filosofía comprensible que le muestra la causa de sus dolores y el camino de su liberación”. Antes de la muerte de Perón, Estados Unidos ya respaldaba a los militares Desde noviembre de 1973, ocho meses antes de la muerte de Juan Domingo Perón, la Cancillería estadounidense ya recomendaba estrechar vínculos con las Fuerzas Armadas ante una eventual sucesión del presidente argentino. Así lo asegura un documento secreto divulgado por la organización Wikileaks. Los cables de la diplomacia estadounidense develan el apoyo de Washington a la dictadura militar que se instaló en 1976, a la que consideraba la mejor opción ante “el clima de incertidumbre que amenaza a sus intereses en el país”. Elaborado en el Departamento de Estado días después de que se conociera que Perón había tenido que ser atendido de urgencia a raíz de un edema pulmonar, el documento recomendaba: “Debemos esforzarnos por mantener un estrecho vínculo con los líderes militares clave en tanto representan una de las pocas alternativas institucionales viables a los peronistas”. El primero en reaccionar ante el cuadro de Perón había sido el embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, quien el 21 de noviembre de 1973 redactó un cable confidencial al Departamento de Estado titulado “El serio estado de salud de Perón y sus posibles efectos”. Allí, señalaba que “aún si Perón se recupera, esta recaída en su estado de salud deja una nube sobre el futuro de su administración”. También agregaba que, en caso de morir el líder, los militares quizá debieran tomar el control como “medida preventiva” a pesar de su “reticencia a asumir el gobierno de manera directa”. Henry Kissinger, nombrado al frente del Servicio Exterior estadounidense apenas dos meses antes, encargó la elaboración de un denominado documento de contingencia en el que se planteaban los posibles escenarios ante la muerte de Perón y recomendaba líneas de acción. Recién envió el material al embajador en Argentina el 2 de julio del año siguiente, mientras en las calles el pueblo despedía al fundador del Partido Justicialista. El documento enfatizaba que “cualquier intervención en casi cualquier aspecto de la política interior de la Argentina requiere que Estados Unidos actúe con la mayor discreción y sensibilidad”. En especial, remarcaba la importancia de no quedar «identificado» con las actividades represivas para “suprimir la subversión”, para lo cual “el gobierno argentino (… ) está formando unidades especiales de policías, personas del movimiento obrero y posiblemente de las Fuerzas Armadas a las que les dará libre acción”. Concluía que “cualquier vínculo, no importa cuán tenue sea, de Estados Unidos con estas organizaciones casi legales puede traer serias repercusiones”.
Posted on: Mon, 01 Jul 2013 11:30:06 +0000

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