A 40 Años del Golpe Militar: Relatos verídicos de algunos, - TopicsExpress



          

A 40 Años del Golpe Militar: Relatos verídicos de algunos, brutalmente torturados, pero que pudieron sobrevivir por la gracia de Dios: Cuando se cumplen 40 años del Golpe Militar, y a pesar de todos los intentos de la Iglesia católica, de la ex concertación y la derecha por cerrar esta página negra de nuestra historia, la herida sigue abierta esperando justicia. No podemos olvidar que la jerarquía eclesiástica de la Iglesia Católica propuso el año 2010 en su documento «Una mesa para todos en el Bicentenario» indultar a los violadores y asesinos. Allí, en ese momento fui claro y categórico en mi respuesta, porque nadie que se respete a sí mismo y al ser humano puede avalar las atrocidades y excesos que la dictadura cometió. No es posible dar vuelta la página mientras no se termine de escribir lo que realmente sucedió y menos suponer que con una mesa para todos o con un decreto se logre la Reconciliación Nacional, cuando aún no se sabe dónde están los desaparecidos, cuando lo pasado y vivido por los presos políticos y exiliados está inserto en el cerebro y alma de cada uno de ellos y por ende de su familia. Tampoco podemos olvidar que Ricardo Lagos, ex Presidente y el mayor caradura que ha tenido y tiene la centro izquierda en su historia, estuvo de acuerdo e invitó a la justicia y al gobierno de turno a actuar con clemencia en cada caso, como lo pidiera la jerarquía de la Iglesia Católica. Con esta petición nos demostró que no le interesaba en lo más mínimo el dolor de los familiares de los desaparecidos, ejecutados y ex presos políticos. Cómo podemos olvidar que encerró con un candado de 50 años el secreto de nuestros relatos sin preguntarle a nadie para tomar esta solapada decisión. Tengo claro que existen dos motivos porque lo hizo 1.- Simplemente porque quiso lavarse las manos como Poncio Pilatos con las Fuerzas Armadas protegiendo los nombres de los asesinos, torturadores y centros de tortura que siguen siendo un secreto para nuestro pueblo y siguen funcionando como lo hacían antes del Golpe. 2.- Que se conociera en nuestro país que connotados dirigentes como él nunca fueron torturados de la manera bestial que fuimos los que éramos dirigentes de los trabajadores, dirigentes poblacionales estudiantiles y los militantes y simpatizantes de la Unidad Popular que apoyamos al compañero Salvador Allende y las 40 medidas. Hoy, nuevamente le recuerdo a la Jerarquía de la Iglesia Católica, a Ricardo Lagos, a la Derecha golpista, asesina, y a la derecha sanginaria, que en el Derecho Internacional no procede la amnistía, la proscripción, ni menos el indulto para los crímenes de lesa humanidad. Las heridas se cerrarán cuando el Estado y la Justicia hagan su trabajo y se conozca el paradero de los desaparecidos, se conozcan nuestros relatos y se condene a todos los culpables para que nunca más vuelva a suceder. Como ex preso político, soy consecuente con mis principios. Ni la tortura ni el exilio han logrado doblegar mis ansias de justicia y luchar por un mundo mejor donde se respeten los pueblos originarios, los pueblos que luchan por su liberación, los derechos humanos y el medio ambiente, a pesar que día a día debo vivir con los recuerdos de mi paso por los centros de tortura, donde fuimos vejados y flagelado durante días, semanas y meses por los sicarios del dictador. No es posible que la historia se vuelva a repetir porque nuestro pueblo tiene que esperar cerca de 42 años para conocer lo que realmente sucedió en nuestro paso por los centros de tortura y campo de concentración. Creo que ha llegado el momento que el nuevo gobierno, sea cual sea, le dé la libertad a nuestros relatos para que de Arica a Magallanes, el pueblo se ponga de pie para evitar un nuevo golpe de Estado en el futuro. No es fácil para nosotros los torturados dar a conocer lo que vivimos en los centros de tortura y campo de concentración, pero la memoria secuestrada ha comenzado a abrirse paso con los primeros relatos de mis compañeros de cautiverio. Hoy, desde este lejano país llamado Suecia, me corresponde apoyar a mis compañeros en Chile, con este grano de arena que lleva todo el dolor escondido durante cerca de 40 años y con el solo fin que se conozca la verdadera historia que se ocultó y para que la justicia asuma el rol que le corresponde. Durante el gobierno de la Unidad Popular fui dirigente estudiantil de la Juventud Comunista y dirigente de la Federación de Estudiantes Secundarios de Valparaíso. El día del golpe era empleado del Ministerio de la Vivienda, dirigente de la Segunda comuna Playa Ancha que abarcaba desde el puerto hasta Laguna Verde, y miembro del Comité Regional de las juventudes comunista por lo cual ese mismo día comenzó mi trabajo clandestino. Un día, cerca de la medianoche, una patrulla con uniforme de combate allanó mi casa, me subieron a un bus, me colocaron esposas y me cubrieron con una frazada. Recuerdo que me llevaron a un barco, me di cuenta de ello por su vaivén, luego me enteraría que era el Lebu, me colocaron una venda y una capucha. Pasaron varias horas y luego me sacaron llevándome a otro sitio. La capucha no me permitía ver el lugar ni saber donde estaba, pero de pronto escucho unos alaridos y un ruido estridente, un frío escalofriante y el miedo se coló por mis poros. Allí me di cuenta lo que me esperaba y me preparé para enfrentar lo que viniera, sentí abrirse una puerta y una voz fuerte me dijo: «¡Levántate, tienes que ir a cantar»! Allí comenzó el interrogatorio, comenzaron a golpearme con golpes de puño y patadas, de inmediato vinieron las preguntas por mis compañeros si conocía a Juan, Pedro o Diego y sus direcciones…sin lograr respuesta alguna. Quien me interrogaba me hace desnudarme, escucho el ruido de una radio...sentí cómo anillaban cables en los dedos de las manos, luego vino nuevamente el interrogatorio ya más fuerte, sentí una descarga eléctrica que me elevó de dolor. Un grito escapó de mi garganta. Nuevamente una y otra vez la misma pregunta. La máquina funcionaba sin parar acompañada de golpes y amenazas. Así pasaron los minutos, horas, parecía un cuento de nunca acabar. Luego me llevaron a otro lugar dejándome tirado en el suelo, molido y adolorido como un membrillo. El tiempo pasó y nuevamente fui llevado a interrogatorio, me sentaron en una silla. La misma voz me dijo: -¡Espero que ahora no me hagas perder el tiempo concha de tu m….!! ¡Desnúdate rápido! Luego me amarraron a la silla y sentí como me anillaban un cable en el pene, y me volvió a preguntar por las mismas personas y sus direcciones. Nuevamente respondí que no los conocía. De pronto un dolor traspasó todo mi ser, un grito inhumano escapó de mi garganta y caí de golpe con la silla, luego de unos segundos nuevamente el golpe de corriente me recorrió como si me estuvieran cortando con un cuchillo. Los golpes de corriente iban y venían al son de la música estridente mientras una sed tremenda me invadía. Así pasaron los días. Los interrogatorios eran de día y de noche donde se me aplicaba, todo tipo de tortura cada vez con mayor intensidad, me pegaban en la planta de los pies con un laque de goma que llevaba a nuestro cerebro al abismo del dolor, amarrado de pies y manos me aplicaban la corriente en el pene y ano hasta que venía el desmayo, ya estaba convertido en una piltrafa humana …ya no sentía dolor, la tortura era bestial ..!! Un día, después de un interrogatorio me tiraron como un fardo en una sala, aquí había hombres y mujeres, recién allí me enteré que estaba en la Academia de Guerra de Playa Ancha, porque me lo dijo la compañera de la jota A.M.J., y otra del FER, las cuales sabían por los rumores que corrían que había un detenido que estaba siendo torturado bestialmente. Allí se dieron cuenta que era yo. Nuevamente fui sacado a interrogatorio, la tortura era la misma de siempre, pero ahora me preguntaban por mi hermana, por armas, por explosivos, de lo cual no tenía la más remota idea y si lo hubiera sabido tampoco lo hubiera confesado. Incluso negué tener contacto con mi hermana Luego me enteraría que también estaba detenida en el mismo lugar. La tortura cada vez crecía. Un día me sacaron y me llevaron junto a otros compañeros a un lugar en el cerro y nos dijeron que nos fuéramos, pero no lo hicimos porque nos querían matar para aplicarnos la ley de fuga. Fuimos llevados nuevamente al mismo lugar para continuar con la tortura, hasta que un día, después del interrogatorio un compañero del MIR me dice: «Compañero lo está vendiendo una de las compañeras con quien Ud. habla». Recién me di cuenta que era cierto, a ella la sacaban siempre antes que a mí a los interrogatorio, no le dije nada.., pero agradeciendo a ese compañero que en esos momentos me había salvado la vida. Después de varias semanas de interrogatorio, me trasladaron al Silva Palma, que es la cárcel que tienen los marinos en la Academia de Guerra. Allí en la celda me encontré con más compañeros. Lo primero que me dijeron era que me bañara porque apestaba. Cuando me saqué la ropa, todos dieron vuelta la cara porque tenía todo el cuerpo morado y con sangre pegada, parecía bofe, alimento que se daba a los gatos. Allí la cosa no varió. La puerta de la celda se abría día y noche sacando a interrogatorio, lo cual no permitía dormir y menos con el sonido de esa música y alaridos por lo cual bautizamos la Academia de Guerra como el «Palacio de la Risa», porque cada uno cuando nos llamaban a interogatorio decía: «Me toca ir a bailar» y movía su cuerpo, causando la risa en el resto. Éramos personajes locos para los nuevos que recién llegaban, pero ello nos ayudó a mantener la moral en alto para soportar todas las aberraciones que cometían con nuestros cuerpos. Seguí siendo interrogado y la tortura crecía en intensidad hasta que un día me metieron en una tina o algo parecido con agua y le aplicaron la corriente perdiendo el conocimiento y causándome parálisis en la mitad del cuerpo. Fui llevado al Hospital Naval, que quedaba a unas cuadras de allí, pero a pesar de lo mal que estaba no me dejaron, como lo sugirió el médico a otro personaje que llamó doctor, era uno de los torturadores. Habían pasado cerca de dos meses, y un día antes del Año Nuevo, nos dijeron que todos los que nombraran recogieran sus cosas porque nos íbamos a casa. Los nombrados saltamos de alegría, pero cuando salimos al patio nos amarraron las manos con sogas y nos metieron en camiones cerrados, sentados con las piernas abiertas, unos detrás del otro, como animales que van al matadero, la fatiga y el encierro provocaba vómito que bañaba nuestros cuerpos. Después de varias horas de camino nos bajaron en un verdadero Campo de Concentración con sus correspondientes torres y campo minado, fuera estaban las cabañas donde vivía la guardia y en el cerro unas ametralladoras que apuntaban al campo. Luego me enteraría que estaba ubicado al interior de Colliguay, entre las montañas, era Isla Riesco a cargo del SIM (Servicio Inteligencia Marina). No vimos a nadie, pero luego por un megáfono llamaron a salir a todos los presos de sus cabañas. Eran cerca de cuatrocientos los que salieron, allí me encontré con muchos compañeros conocidos, y los marinos detenidos antes del Golpe. El tiempo fue pasando, las vejaciones y el trato brutal eran el pan de cada día, pero por lo menos se podía descansar la mente. Un día llego llegó la Cruz Roja Internacional, fui elegido como representante de la cabaña (vivíamos doce en cada cabaña donde cabían 6 literas) para conversar con los representantes que habían llegado. No aceptamos reunirnos en los comedores, sino en el patio sin guardias. Luego de contarles todo sobre nuestro paso por los centros de tortura, nuestro cautiverio y darles nuestros nombres y direcciones de la familia, estos se retiraron. Por primera vez, ese día fuimos atendidos con cazuela de pollo, un manjar para nuestro estómago. Cuando nos formaron para pasar la lista y encerrarnos, todos los delegados fuimos dejados fuera, nos hicieron quitar la ropa, al tiempo que el sargento infante de marina mientras hacía chasquear un látigo, nos hacía correr desnudos, tirarnos al piso y arrastrarnos por la tierra mientras nos decía que aulláramos como los animales y nos hundía la cabeza con la bota en las aguas servidas. Un día me llamaron para llevarme de vuelta, todos se despidieron, «quizás» –me dijeron– te vas libre, mas son poco los que han vuelto. Fui llevado a otro lugar, que hasta hoy no reconozco porque llegué encapuchado. Fui encerrado en un cuarto o algo por el estilo donde de pronto sentí ratones que subían por mi cuerpo, con repulsión y terror los lancé lejos de mi cuerpo para luego cobijarme en una esquina y allí pude a patadas mantenerlos alejados... No sé cuántas horas pasaron cuando sentí abrirse la puerta y llevado a interrogatorio donde sin preguntar nada comenzaron a golpearme y conectarme los cables en mis sienes y orejas donde sentí cómo mi cabeza era triturada por el dolor y mis alaridos estallaban en mi cerebro. No sé cuántos minutos pasaron, pero luego sentí una voz que dijo: «Hijo de la gran puta, ahora sí que vas a cantar. Sabemos todo sobre ti, que estuviste en el barco cubano, los hijos de puta huyeron muertos de miedo, los cobardes. Así que empieza a contarnos todo». Me di cuenta que se habían enterado que había estado en el barco, así que respondí la verdad –que habíamos sido invitados a conocer el barco donde nos atendieron y la pasamos cantando. «Mentira, respondió. Sabemos que fueron a retirar armas, explosivos y radios trasmisoras, además debes darnos los nombres de todos los que te acompañaron y sus direcciones». De pronto sentí algo duro que se apoyó en mi cabeza. Allí comenzó el juego de la ruleta rusa. Pero mi respuesta fue siempre la misma que nada de ello era verdad además que en esos momentos mi vida valía un comino. Pasaron un par de días con el mismo tratamiento, además de la corriente y golpes que perdí la noción del tiempo. Una noche comenzaron con las mismas preguntas, me acostaron y me amarraron a una cama de fierro donde me lanzaron agua, luego sentí un dolor infernal por la corriente que traspasó mi cuerpo, no sé cuánto tiempo pasó porque perdí el conocimiento. Cuando desperté, estaba amarrado a una silla donde me esperaba el golpe de gracia que llevo grabado con fuego en mi mente porque fue irracional. Escuché la misma voz que dijo: «Mira huevón, si no hablas una compañera tuya sufrirá las consecuencias, quizás pedirá que la maten, todo depende de ti. Comienza a contarnos todo lo que sabes, de lo contrario, te levantaremos la capucha a ti y a ella, allí ambos verán lo que les espera con el capitán…».Respondí lo mismo nuevamente. De pronto me levantaron la capucha, frente a mí estaba una compañera desnuda amarrada a los pies de un camastro y arriba de ella estaba el capitán (un perro policial), al lado, un uniformado con un pasamontaña que solo mostraba los ojos. «Habla –dijo– o lo suelto». Respondí lo mismo con un grito. Ella me miró, «el capitán,» fue soltado, supliqué…y un alarido inhumano escapó de mi garganta, un dolor inmenso estalló en mi cerebro y pecho, perdiendo la noción de todo. Desperté cuando sentí un pinchazo en el muslo y un calor en mi cuerpo, no sé cuánto tiempo había pasado. Después me subieron a un vehículo que luego de poco tiempo me dejó nuevamente en el Silva Palma. Allí, cansado de tanta tortura, pinchazos en mis muslos, determiné lanzarme al vacío, pero mis compañeros J.M. y el chico Ini...me dijeron: «Freddy ¡as aguantado tanto ya es imposible que hables! A lo mejor sales en libertad». No pasaron unos días, cuando me llamaron para decirme que me iba a casa. Conversé con mis compañeros, me despedí de todos ellos con un abrazo fuerte y fraterno y no pude contener unas lágrimas que hacía mucho tiempo pugnaban por salir. Cuánta alegría sentí cuando me vendaron los ojos quizás por última vez, en esos momentos no me importaba que tuviera que firmar todos los fines de semana, durante un año en la Primera Comisaría del sector de Playa Ancha donde vivía, pero era inmenso mi dolor porque mis compañeros quedaban allí. Fui conducido al portón del Silva Palma, junto a otro compañero, nos sacaron la venda de los ojos, él partió hacia el centro y yo comencé a caminar cerro arriba sin importar mi cojera y mi aspecto desaliñado. Me dirigí de inmediato a una casa de seguridad donde entregué toda la información de los compañeros que estaban detenidos y luego caminé rumbo a mi casa. Cuando hice el relato para la Comisión Valech fue incompleto, porque me entrego de regalo un infarto, recién mi compañera e hijos se vinieron a enterar debido a que mi hija mayor transcribió lo que había escrito y lo entregaron con dos semanas de retraso a la Embajada. Nunca quise endosarles lo que cada día viviá al ver una noticia, una secuencia de una película que me llevaba y lleva al pasado y al abismo de la locura, de la cual me ha sido difícil escapar, pero he despertado en el momento preciso cuando he estado a punto de ser encerrado en un psiquiátrico como ocurrió en Valparaíso. Tampoco puedo olvidar mi paso en Estocolmo por el Hospital Serafen y la Cruz Roja Internacional, ni los cuatro infartos que me ha regalado el recuerdo de lo vivido en los centros de tortura. Las secuelas han causado daño y mucho dolor en mi familia, producto de actos que a veces no he podido controlar, pero a pesar de todo, ellos han estado conmigo desde el primer día, cuidándome y apoyándome. Por todo ello, les pido perdón a mi compañera e hijos y les agradezco desde el fondo de mi alma el amor que me han entregado. Este mes de Septiembre ha sido el más duro para mi, desde el fatídico año 1973. A 40 años del golpe cívico-militar, he sentido con más fuerza que nunca el dolor que aún provoca la herida abierta que dejaron en la sociedad chilena quienes torturaron, mataron e hicieron desaparecer a miles de compatriotas. La impunidad sigue imponiéndose por sobre la justicia y el castigo a las y a los culpables de crímenes de Lesa Humanidad así como también a sus cómplices. No les creo a los golpistas que piden perdón. Rechazo a los Escalonas y a los Andrades que también lo hacen para sacar réditos electorales. Han traicionado una vez más el legado de Salvador Allende. Todo el pan y circo de este largo fin de semana montado por el Duopolio Alianza- Concertación 2.0, no ha logrado opacar estos sentimientos que estoy seguro, muchas y muchos de ustedes comparten conmigo. No descansaremos hasta recuperar la democracia en Chile y enjuiciar a quienes han violado los DD.HH. Llevamos casi 24 años de post dictadura y ahora quienes nada hicieron por 20 años nos quieren hacer creer que han cambiado. El pueblo, los movimientos sociales y sus organizaciones no se dejarán engatusar por sus falsas promesas. Relatos tristes, pero verídicos, juzguen ustedes chilenos de verdad.
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 20:03:22 +0000

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