A LOS MÚSICOS DE BUENAVISTA SOCIAL CLUB NUNCA LES APAGARON LA ALEGRÍA Adlai Stevenson Samper Cuando Fidel Castro empieza su campaña depuratoria contra los intereses norteamericanos en Cuba, uno de los sectores claves de ataque fue sobre los casinos, controlados en gran parte por Meyer Laski, así como los bares, burdeles y cabarets. Fue una operación de asepsia social pues se pretendía erradicar los males sociales del capitalismo representados en los tahúres, las prostitutas, la jarana nocturna y la vida de rumba que era atractivo para propios y extraños. Aparece entonces el cantor de la revolución, Carlos Puebla, con unos sonoros golpes de pecho justificatorios frente a lo que se avecinaba. Una estrofa relevante dice: “Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar”. Un cese terrible que obligo a los músicos y a otros empleados de los centros nocturnos a desfilar en son de protesta sobre sus condiciones de trabajo, obviamente sin ningún resultado. youtube/watch?v=PJ9gaAMBXPg Llegaban otros tiempos y paradigmas de construcción de los ideales socialistas de Castro y sus barbudos que se reflejaban en la música. Un corte radical entre el mundo nuevo que se avecinaba que ameritaba una música nueva y un corte radical con el viejo orden con sus guaracheros, el ron y la puta de la mano en las noches habaneras que había necesariamente que dejar atrás. Un oprobioso pasado que fue lo censurado del cortometraje PM de Sabá; hermano del escritor Guillermo Cabrera Infante, por mostrar exactamente la realidad de la jarana de los noctámbulos alrededor de las cantinas del puerto de La Habana. Todo había cambiando pero ese mundo, tan moralmente combatido, seguía intacto. youtube/watch?v=XupwIWqsxxU El nuevo mundo musical que se mostraba era triste. De cantos de amor, de fe en los triunfos de la revolución y la construcción del hombre nuevo. Y aparece el rotulo: Nueva trova cubana. Nueva contra los viejos trovadores alistados en las lides de la rumba y que eran consecuencia de una pasado al cual era mejor pasarle piadosamente la página. Nuevo, para oponerle al viejo orden derrumbado. Nueva sonoridad para que el pueblo se acostumbrará al óptimo afán del civilizador en establecer un orden social con sus valores axiológicos en donde no cabía la rumba ni la alegría. No señor, este era un error de los viejos tiempos y ahora la alegría estaba en los proyectos quinquenales recogiendo caña, tumba la caña, machetero, tumba la caña, y en no perder de vista el aire internacionalista y proletario que debería reflejarse en construcciones sonoras estéticamente impecables, sin tanto negro dándole duro a los cueros, una balada “bella” que acogiera la perspectiva de la nueva Cuba. Para eso se encontraban los consentidos del régimen, toda la Nueva Trova. youtube/watch?v=XupwIWqsxxU Gran parte de los músicos cesantes, los mismos del paro a inicios de la década de los sesenta, quedaron con 40 años de tiempo muerto rebuscándose en los mas disimiles oficios. Lustrabotas, vendiendo baratijas, guías de turistas, jugando domino para matar el tiempo antes que este decidiera lo mismo con ellos. Lo que siguió vendiéndose como imagen de la música de la revolución fue la Nueva Trova y después, tras ellos, los evadidos de la orquesta cubana de música moderna pues decían -oficialmente-, que hacían de todo, menos el odiado jazz de los odiados norteamericanos. Ante los éxitos de Irakere, esta puerta internacional se abre por el lado más inusitado conviviendo con la nueva trova: los cubanos metidos en las ligas del jazz hablando alto. Especulando con el virtuosismo musical de un modo tal que los mismos norteamericanos le ofrecieron su apostólica bendición de manos de Dizzy Gilliepie. Algo así como " Vengan muchachos, que a nosotros no nos interesan esos cuentos políticos sino la buena música!" youtube/watch?v=-AihJo-DXmg Pero los músicos de la generación del treinta, el cuarenta y el cincuenta seguían jugando domino. Hasta que Ry Cooder, un guitarrista norteamericano vinculado a la corriente del World Circuit (músicas del mundo) se le ocurrió un encuentro de músicos de Malí con cubanos y quedó con los crespos hechos pues los africanos nunca llegaron. Pero vislumbró una solución viendo la calidad de los músicos convocados, auténticos sobrevivientes de una época inolvidable en la cultura de la isla y por el cual todavía era recordada internacionalmente. Eso es también el imaginario que explota el cineasta alemán Win Wenders en su película proyectando un mundo “tapado”, insólito, de esos viejos héroes musicales mostrando sus talentos, y que pese a la suma de los asedios, proseguían absolutamente intactos. Este fue el inicio del proyecto "revival" de Buenavista Social Club, un susto para los "entendidos", pues vino a demostrar la perfecta inutilidad de todas las propuestas de montar un sonido nuevo que fuese el sinónimo sonoro de la revolución. Todo el viejo pasado musical mostraba su increíble vitalidad y lo peor, con éxito de público y de ingresos económicos. Se grabaron más de 50 Cds. Una autentica avalancha internacional que sacó al ruedo a más de tres proyectos de Buenavista Social Club de forma simultánea que empezaron a rodar por festivales de todo el mundo. Hasta que por la avanzada edad de sus integrantes uno a uno fueron falleciendo y dejaron sin sus componentes esenciales la reunión, pues nunca fue orquesta formal como tal, ni tampoco fue la invención de un sonido "nuevo" que era exactamente lo último en el mundo que se les hubiera podido ocurrir. Fue más bien una propuesta conjunta desde la experiencia de todos estos veteranos. Una alegre manera de decir todavía estábamos vivos, todavía nos sobraban ganas y sobre todo la convicción de una re afirmación: nunca les pudieron apagar la alegría pese a las circunstancias de cambios políticos que no los favorecieron muriendo sonreídos de la gloria recuperada. Creo que eso es lo que al final lloran Omara Portuondo y Compay Segundo cuando cantan veinte años atrás aunque fueron muchos mas. Todo ese tiempo finalmente recobrado.
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 20:19:46 +0000
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