A PROPÓSITO DEL DÍA DE MUERTOS. Naturaleza y misticismo La - TopicsExpress



          

A PROPÓSITO DEL DÍA DE MUERTOS. Naturaleza y misticismo La naturaleza ha sido siempre sabia y pródiga. Desde la antigüedad se trató de asociar a aquella con fuerzas y/o fenómenos ignotos para él. La asociación entre superstición y naturaleza, llevó a los hombres a vincular sus vidas a los fenómenos estelares. El zodiaco formó parte de este binomio y vinculado con el tema que nos ocupa diremos que durante octubre-noviembre, en pleno signo de escorpión los antiguos “sentían profundamente el triste estado en que se encuentra la Naturaleza bajo este octavo signo debido al alejamiento aparente del Sol, recordaban la pérdida de sus parientes y amigos” y les consagraban un día al que denominaba Eleuterias o Parentales y se trataba de una fiesta lúgubre (Ragón: 261, 262). Así esta festividad pasó a los cristianos, que la han conservado “cuando el Sol se encuentra bajo este mismo signo; pues celebran el día de todos los santos”. Ragón afirmó que el día de todos los santos estaba consagrada originalmente a los mártires y recibía el nombre de Martror (Ragón: 261, nota 29). El papa Juan XIX declaró que un día después del festejo de todos los santos, se honra a los muertos en el “tercer año del siglo XI” (Ragón: 261). La muerte con los aztecas Nuestra historia es rica en este tópico. Existía un dios de la muerte y un lugar para los “desaparecidos”: Mictlantecuhtli y el Mictlán, respectivamente. Él es un esqueleto humano “y el rostro con una máscara de cráneo”, de pelo crespo negro con “ojos estelares” debido a la oscuridad donde habita; trae una bandera blanca y dorada, y una estola blanca (está asociado al murciélago, la araña, el búho ave de mal agüero (Caso, 2007: 76). La muerte es tan importante que hasta en Colombia ha dejado huella este culto y hasta santificación popular e incluso hay una coincidencia con nuestra Llorona (Losonczy, 2001: 7-9). Narración de un institutense Ignacio Manuel Altamirano nos cuenta que –allá por 1880- antes de la Reforma, México despertaba el 2 de noviembre “al funeral clamor de la campana que doblaba en todas las iglesias” para recordar el día de los “fieles difuntos” y explica que el ritual (llanto y oración de los deudos para que sus difuntos “sean libres”) está “fundado en un texto del libro de los Macabeos” (Altamirano, 1997: 46). Nos narrar que esta costumbre del “pueblo pedestre” de aquélla época era familiar: llevaban “juntamente con algunos cirios y crespones o flores negras, ramos de flores naturales, coronas de siemprevivas o de ciprés, y cestos con comida y frutas y enormes jarros de pulque”; siendo este líquido sustancial durante todo el día, sumándose a puestos de comida al paso de los peregrinos fúnebres: misticismo, costumbrismo y toda una verbena popular de colores, sabores y llanto (Altamirano, 1997: 47, 48). Nada ha cambiado al parecer. La cultura del día de muertos En nuestra cultura nacional es parte de los festejo, aunque varía de acuerdo con la zona o región. Es un común denominador la ofrenda de muertos: el Oaxaca se destaca por los alimentos por lo que el guiso deber ser sabroso “tal y como a ellos les gustaba” y aseguran que los “antiguos decían que la muerte es parte de la vida”. Se mezclan el barro negro, la triada (inframundo, tierra y cielo), la imperfección a través de un arco; hay flores, miel, agua, el cacahuate, el cacao entre otros insumos, envueltos de creencias místicas, que da inicio desde la mañana del 1º., de noviembre (Cruz Soto, 2004: 1-3). Hasta en el medio artístico Frida Kahlo y Diego Rivera gustaban disponer en sus casas sendas ofrendas de muertos; de igual forma, Adela Fernández, hija del actor y cineasta Emilio Indio Fernández, acostumbró hacer de la Casa-Fortaleza de su padre en Coyoacán una mega ofrenda, donde combina historia náhuatl, velación-levantamiento de sombra con concheros, muchos altares y gastronomía típica de la época (Fernández, 2005). En Malinalco, estado de México, esta “ceremonia ocurre en las casas”; aunque en las iglesias el movimiento y la vendimia hacen los honores al caso; y en la plaza principal, frente a la alcaldía “un despliegue de ofrendas exuberantes, vastas, dispuestas en altares o extendidas sobre el piso”; y no puede faltar el concurso de ofrendas al que convoca la Casa de Cultura. Algo que se pierde en la imagen, es que entre los niños y los mayoresdifuntos no hay diferencias, salvo la fecha, e incluso el visitante foráneo recibe tamales ya atole y hasta mole. Pareciera ser una fiesta, pero no, es una “celebración, la memoria, el vínculo con los ausentes”. La celebración dura hasta el día 2, en la que “se visten las tumbas con enormes manojos de flores” y se limpian y barren éstas (Mier, 2005: 113-115, 117-119). Un lugar que es famoso (además de Pátzcuaro, Michoacán) por su tradición en este tenor es Mixquic, en Tláhuac, ciudad de México. Allí se rinde culto desde la época prehispánica a la muerte, mismo que se asocia al origen humano, el cual se vincula a la ofrenda(Martínez, 2007: 16, 19-23) y a tradiciones muy propias de ese pueblo, como la alumbrada, que es el recorrido al cementerio del pueblo con velas y sahumerio, “van a llevar la luz de la esperanza, (…) que ilumine el camino a sus muertos, para que no se pierdan y lleguen con bien a su lugar del descanso eterno” (Martínez, 2007). La calavera y la muerte Desde la antigüedad la calavera ha sido símbolo de muerte y fue avanzando la idea de algo negativo hasta convertirse en emblema del peligro y hasta fue dibujada, burilada y reproducida la calavera con las tibias cruzadas. Incluso fue utilizada en simbologías y rituales de organizaciones secretas, al grado de que muy común verse reproducida en las banderas piratas, lo mismo en los cuentos de Salgari como los filmes hoy en día en tercera dimensión (Harwood, 2008: 70). En otros momentos fue el reflejo de la inmortalidad del alma y quién no recuerda la escena de Hamlet, al tomar con su mano el cráneo de Yorick y la cita donde se consigna la clásica frase: “ser o no ser…”, que no es otra cosa más que el reflejo de la inmortalidad del espectro que se le aparece al príncipe dinamarqués. Como muerte, la calavera va asociada con toda la osamenta humana y con un manto de oro que le sirve para despojar a los poderosos y finiquita los pesares de los pobres, siendo que ella –la muerte- causa polémicas cuando unos le temen, otros le rehúyen y los menos la festejan (Ripa, 2007: 98). Y qué decir de la genialidad de Lord Byron, cuando en los fosos del castillo familiar de Newstead, desenterró cráneos enteros, engarzando uno de ellos en plata y adoptándolo como una copa para su oporto y llevándolo en su periplo por Europa y el mundo helénico (Parker, 1985: 38). En algunos casos llegó a asociarse a los aquelarres del norte europeo, pero era muy común graficar a la calavera entre las chucherías de las brujas y/o magas medievales. También algunas reproducciones de santos se aprecian el cráneo o calavera, ya en el suelo donde se postra el protagonista y/o en una mesa a la par de libros sacros. La tradición de muertos Para el caso nuestro, nuestra historia en particular durante el día de muertos, se ve reforzada con las calaveras de variados materiales, ya para adornar o en su defecto para convidar colocándole el nombre de una persona a la que deseamos congraciar. Incluso en las inmediaciones de la linajuda calzada de Tacuba (anteriormente Tlacopan) había un callejón denominado de la calavera (Valle-Arizpe, 1937:130); o el caso del torero Juan Silveti Mañón que para apoyar la candidatura de Plutarco Elías Calles a la presidencia de la república, usaba al partir plaza un sombrero negro de charro y alrededor de las alas engalanaban la misma pequeñas calaveras de plata a todo lo largo. Como apreciamos, la calavera ha tenido diferentes usos, pero algo en común se da en su utilidad: impone respeto y temor, en una simbiosis de odio-amor, muerte-alegría, nostalgia-fiesta y demás cosas ambivalentes. En México hablar de la muerte es asociada incluso con la poesía, como el caso de José Gorostiza, del que habla el nobel Octavio Paz: Muerte sin fin. Además se denota que somos ritualistas y nuestras tradiciones religiosas son místicamente festivas (Paz, 2005: 51, 68). La calavera se asocia al día de muertos y a la fiesta, una fiesta macabra y típica de un pueblo con conciencia mixta o mestiza. José Juárez nos indica que las calaveras de las ofrendas mortuorias, en un principio eran judas y que estos a su vez eran diablos (Juárez, 1983: 19, 20), de allí la idea de que la calavera represente un tanto el carácter poco benigno y la maldad; por eso tal vez tenga alguna reminiscencia con un mundo cósmico prehispánico bipolar –lucha entre el bien y el mal- representado por los dioses hermanos, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. Siendo el último el dios perverso y asociado a la muerte que mediante subterfugios burla a Quetzalcóatl y lo vence. Tezactlipoca representa la inmortalidad en el México antiguos, como la calavera así se vio reflejada en la vieja Europa (Westheim, 2013) y cosa curiosa, no está vinculado con Mictlantucutli, el dios de los muertos y que se encuentra en el subsuelo, en el infierno mexica. La muerte era sinónimo de un viaje que estaba destinado a realizarse en ofrenda a los dioses, por lo tanto era un símbolo de vida (Westheim, 2013: inter 32, 33); los tzompantlis, son aquéllos objetos que como escaparates donde se “asolean” los cráneos o calaveras de propios y extraños en el mundo prehispánico y que ha quedado plasmado en códices y grabados en añejos monumentos piramidales y de otras formas disímbolas. Y si retomamos la esencia contemporánea, existen las famosas calaveritas que se hacen de políticos, artistas, líderes de opinión o simplemente de los conocidos y allegados, en sendas rimas y mezclas de jocosidad e ingenio, que iniciaran con José Guadalupe Posadas y que alcanzó su clímax con las catrinas de Diego Rivera; o el artesanal papel picado de china con multicolores, que sirven para adornar con calaveras desde oficinas hasta las casas de los más culteranos, hasta la costumbre de pedir para su calaverita en una caja o juguete de calavera de plástico y que servía para que en los barrios los niños solicitaran dinero a los transeúntes en las calles de un México que está próximo a extinguirse. Y no debemos olvidar los lugares donde las calaveras de verdad esperan año con año el ornato con que se ven revestidas las tumbas de los seres queridos; así se conoce la tradición realizada en los camposantos de Mixquic, Pátzcuaro, Malinalco entre otros, donde ya la calavera pasa a ser parte de esas escenografías de sahumerios, flores de cempasúchil; y hasta la coronación del pan de muerto que representa a una calavera con las tibias entrecruzadas y que es de un sabor delicioso: es así como también la gastronomía forma parte y adopta a la calavera como parte del degustamiento con los muertos. Consideración final Hoy día la calavera es parte de nuestra tradición del día de muertos y por lo tanto es el reflejo de lo que aun no muere, de ahí que efectivamente el mantener las ofrendas y colocar una o varias calaveras, es mantener viva esa cosmogonía, ese misticismo y conservar el nexo con un mundo mágico, místico y del que muchos no quieren hablar, pero la mayoría hace fiesta multicolor, donde se mezclan la gastronomía, el folklor nacional a través de los colores chillantes en algunos casos del papel picado y las catrinas de barro o papel maché. Por eso el estudio de la calavera como parte del día de muertos merece, al menos un recordatorio, ya que el tema da para más y al menos debe ser recordado y no olvidado…por eso, sigamos con la tradición de las calaveras de chocolate y de azúcar; sigamos rememorando a nuestros mayores con calaveras de cristal de roca. A) Altamirano, Ignacio Manuel (1997), Paisajes y leyendas. VIII. El día de muertos, México, Porrúa. Caso, Alfonso (2007), Elpueblo del sol, México, Fondo de Cultura Económica. Cruz Soto (2004), Altar oaxaqueño,México,s/e. Fernández, Adela (2005), Sabrosuras de la muerte.Comida para las ánimas, México, Aliento. Losonczy, Anne-Marie (2001), “Santificación popular de los muertos en cementerios urbanoscolombianos”, en Revista Colombiana de Antropología, vol. 37, enero-diciembre, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Martínez, José Luis (2007), Mixquic. Pasado, presente y futuro, México, Servicios Editoriales Profesionales. Mier, Raymundo (2005), Malinalco. La congregación de los tiempos, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México. Ragón, J. M (s/f), La misa y sus misterios, México, Editorial Herb Albert asa. B) Harwood, Jeremy (2008), The secret history of freemasonry, Anness Publishing Limited. Juárez, José (1983), Ofrenda, México, Editora Dolores Olmedo. Parker, Derek (1985), Byron, Barcelona, Salvat. Paz, Octavio (2005), El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica. Ripa, Cesare (2007), Iconología II, Madrid, Editorial Akal. Valle Arizpe, Artemio de (1937), Historia de la calle de Tlacopac, México, Edición del autor. Westheim, Paul (2013), La calavera, México, Fondo de Cultura Económica.
Posted on: Mon, 28 Oct 2013 05:16:32 +0000

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