ALTER EGO El tranvía lo dejo a dos cuadras de la casa de ella. La - TopicsExpress



          

ALTER EGO El tranvía lo dejo a dos cuadras de la casa de ella. La noche, era todavía el fiambre del sándwich entre el sol y el amanecer cuando descendió del vehículo de transporte. Mientras caminaba se subió el cuello del impermeable para que el frio, ni la llovizna que germinaba en ese momento se disputaran su cuello, como lo habían hecho los barbaros soldados del emperador liputg en la aldea de las mujeres sin ojos; cuando contendían cruelmente entre ellos, por sus formas. Sin querer miro sus zapatos, lo hiso cuando intento esquivar una baldosa floja que como un reptil de siete cabezas, esperaba agazapada para inyectarle su veneno hídrico; como lo había hecho en las grutas, la bestial othill, con zal-zerth cuando fue a rescatar a su amada. Al bajar la vista, los vio húmedo…y sintió como la parte mas cicatera de su bolsillo montaba en cólera.—al taapu ueq em rioppa—Oyó balbucear al bolsillo; en un argot portuario, ya perdido en los siglos de los siglos por el transcurso del tiempo. Era una lengua marginal de la primera Alemania, país de sus antepasados. Trato de calmarlo dándole una palmaditas al pantalón del príncipe de gales que lucia. —Ya se, ya se. Cálmate. Acabo de hacerlos lustrar en la estación de trenes de constitución --Le dijo. Quiero estar pulcro para ella. El ascensor lo deposito en el cuarto piso. Antes de llamar a la puerta espero unos instantes a que su Alter ego terminara de subir por las escaleras. No se llevaba bien con el. Y el no se llevaba bien con nadie. Unos golpecitos tímidos fue la llave que utilizo para que la puerta se abriera ante su alma. Ella estaba allí, cuando se abrió la puerta; parecía que la impaciencia abusando de la calma la había precipitado hacia el picaporte, esperando, ansiosa su llegada. O fue el ruido del viejo ascensor quien la puso en alerta. Ella estaba allí. Igual que a la leona que custodiaba el intrincado laberinto de piedra donde estaban encriptada las joyas de la reina de los hombres de piel cetrina. Matando y devorando la mayoría de las veces a los ladrones de la aldea que reptaban por túneles hacia los dédalos con fines espurios. El la amaba, y a la vez la odiaba. Después de apoltronarse en un sofá. El le paso con un brillo de ansiedad en los ojos, unos escritos con unos versos en latín antiguo que ella deshecho con un mohín de desprecio, arrojándolos luego de repasarlos rápidamente, con una mirada indiferente, sobre una mesita ratona.—Los hice para vos,--Le dijo con vos temblorosa.—“Los hice para vos remedo ella con sorna”.—También traje unos versos en griego, de Homero para leer junto a la chimenea.—Agrego el. –Esta bien, déjalos allí .Dijo ella--señalando la mesita ratona. Y agrego mientras encendía un cigarrillo, que pendía de su boquilla de vampiresa, como un estilete. --¿Quieres una copa?--¿Puede ser un vaso de leche?—Pidió tímidamente el. Afuera la tarde gris, doliente, perezosa. Daba paso a la inexorabilidad de la noche. Con el vaso de leche en la mano, intento levantarse, y las piernas no respondieron al peso de su cuerpo, y cayo de bruces, sobre la alfombra persa. Su cerebro en reposo no impidió que la parte despechada de la dualidad que lo atormentaba huyera por los intrincados dédalos de su mente; y entablara un pacto criminal, con la daga que llevaba sin proponérselo en la cintura. La luz mortecina del calabozo donde se encontraba ilumino fatigosamente la primera plana del diario que por debajo de la puerta, un detenido le había pasado. A pesar de su ceguera Leyó: PRESTIGIOSO ESCRITOR, MATA DE 18 PUÑALADAS A SU AMANTE. WALTER ALEJO.(Copyrihgt)
Posted on: Mon, 26 Aug 2013 22:27:32 +0000

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