ANTETITULO: LOS AGUAMANILES TÍTULO: José Pedro Carrión - TopicsExpress



          

ANTETITULO: LOS AGUAMANILES TÍTULO: José Pedro Carrión RAMÓN BELLO SERRANO Llevaba casi dos meses detrás de la copia del Timón de Atenas que José Pedro Carrión interpretó en Mérida bajo la dirección de Joaquim Benite. Es una representación extraordinaria. De todas las tragedias de Shakespeare, que acaban en ruina y muerte, Timón es el verso suelto. Sabemos que muere, pero no sabemos cómo muere, si muere de propia mano o a mano de otro. Timón es un hombre de nuestro tiempo –todo Shakesperare es presente y actual- y José Pedro arma una ordalía dramática de altísimo vuelo. Todo es medida y genio. El Timón generoso (dadivoso y hasta pródigo) es adivinable y el Timón condenado es un lujo de interpretación. Como esta es una columna de periódico no citaré los altos títulos y magistraturas del actor. Agradezco, desde aquí, a Miguel Ángel Gallardo, otro de los grandes actores clásicos, que posibilitó el que pudiera contactar y acceder a la grabación de Mérida. Para mí el Timón de Atenas es fascinante. Podemos hablar del fatal destino, de los celos y las venganzas, pero Timón es distinto. Podríamos decir que es uno de los nuestros. Timón es un hombre generoso y cuando pretende (el favorecido) enervar tal generosidad, el de Atenas llega a molestarse –un punto- y obliga al que sacó de la cárcel por deudas, al banquete. Cuando las arcas están vacías Timón dobla la generosidad. Es una paradoja. Maldice a la ciudad de Atenas, pero su queja dobla su valor personal, y buena prueba es el oro que reparte en su retiro. Shakespeare apunta y gana la pieza: “* COMERCIANTE.- Es un hombre incomparable, ejercitado, se diría, en una bondad incansable y continua”. En Romeo y Julieta perdura la figura de Fray Lorenzo y en Macbeth Macduff anuncia la virtud. En Tito Andrónico es Tamora y en Antonio y Cleopatra hay un Enorbabo indesmayable. ¿Y Coriolano? Albany nos muestra uno de los grandes misterios de la literatura: no somos los mismos hombres tras haber leído El Rey Lear –quizás somos siempre Yago- y el discurso de Antonio proemia ya todos los dramas históricos. Troilo y Cresida van más allá del romance –yo creo que ahí está el crisol que Bloom definió en el canon de Occidente: Shakespeare, Cervantes y Dante- y todo remanece, de manera un tanto rara, en Timón de Atenas. En la red hay un breve resumen del genio de José Pedro Carrión en Mérida. Yo no soy crítico de actores ni de compañías ni representaciones. Soy un lector aficionado –quizá aplicado.- Hay algo en las manos del actor que conduce el texto por entero: manos encendidas como un fulgor implacable (las del Timón en las cuevas), que son, por ello, amargas, como el pan ajeno –el pan que Timón repartía a manos llenas- y manos, por tanto, que atesoran la conciencia, clamando más alto que la razón, manos numantinas, y las primeras manos, de salutación, como las manos del gondolero.- Como tardío lector de Shakesperare (somos los mejores lectores, los tardíos y ya anunciando vejez, los mejores, sin duda) Timón de Atenas me fascinó desde el primero de los momentos. Apemanto resumió la bohemia, de ida y vuelta, pero la resumió: “Allí vienen un poeta y un pintor. ¡Que la plaga de la compañía caiga sobre ti!”. La representación muestra la llegada de un automóvil (¡en Mérida!) y a Timón con un traje y chaleco blancos, gastando gafas de sol, como anunciando un diluvio de festejos. En Timón hay un instante de cordura cuando Alcibíades, resignado, se despide: “Apoyo humildemente a vuestras virtudes, pues la piedad es la virtud de la ley”. Timón puede decir lo mismo que Cimbelino (“Quedaos a mi lado, campeones del trono”), tras el dolerse de Póstumo-“ ...mi rencor es el perdón. Vivid, / y sed mejor desde ahora”-. Es un trabajo extraordinario el de José Pedro Carrión. Ojalá pudiéramos verlo en nuestro Teatro Circo, con ese su decir purpurado y diplomático (del Timón amable) o con la mano que recordaba al capitán Ahab, al tiempo que maldecía a la ciudad de Atenas. Hay un instante, ya terminando la tragedia, en que Timón se refiere a “los helados preceptos del respeto”. Los míos no son fríos. Son un aplauso vibrante al Timón de José Pedro Carrión. Premio Nacional de Teatro.
Posted on: Thu, 20 Jun 2013 15:45:50 +0000

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