APUNTES EN TINTA SEPIA DE LA ESCUELITA ZAPATISTA Bitácora de - TopicsExpress



          

APUNTES EN TINTA SEPIA DE LA ESCUELITA ZAPATISTA Bitácora de Vuelo (1er día de la Escuelita Zapatista) Empezaba a despuntar la mañana y ya había algunos estudiantes preparándose para el café. Apenas me despabilaba y Rolando, mi guardián, a un lado mío me invitaba a desayunar. La tierra había absorbido con maestría la lluvia de la noche anterior. Los verdes, con la humedad de la lluvia en escampe, destellaban sus filamentos a un sol de agosto que imperceptiblemente borraba la bruma para desvestir los verdes de las sombras rezagadas. Las tinas humeantes y rebosantes de café, frijoles negros y arroz esperaban a un alumnado abrumado por el verdor que gritaba en silencio sus buenos días. La marimba y demás instrumentos musicales, ahora en silencio, eran evidencia del bailongo de la noche anterior. Tomé un plato y una tasa. Me sirvieron café, arroz y frijoles negros. ¿Cuántas? Me preguntó un compa, ahora sin pasamontañas,”tres le respondí” y me dio el mismo número de tostadas. Noté que nadie llevaba puesto los pasamontañas. ¿Era una muestra de confianza hacia nosotros? Me pregunté y metí un pedazo de tostada a manera de cuchara en mi desayuno. La fila se movía rápido. Una vez terminada mi ración lavé los utensilios y los coloqué en un saco para ser reutilizados. Sonó la campana, era hora de empezar las clases. Nos acomodamos en el aula del caracol y expectantes aguardamos el inicio de la escuelita. Algunos minutos de espera nos sirvieron para ahuyentar el sopor del sueño acumulado. Entraron en fila las autoridades del caracol en medio de aplausos y vivas al EZLN. Se instalaron en silencio con el garbo característico de ese caminar por la periferia del mundo antiguo. Las autoridades a diferencia de los Votánes llevaban pasamontañas. Observé que existía en las autoridades proporcionalidad entre ambos géneros. Uno de ellos tomó el micrófono y urgió a los demás alumnos a apresurarse. Querían sacar ventaja de cada minuto de la semana. Había mucho por hacer, por estudiar, por decir, incluso con el silencio. Se inauguró el curso de la primer escuelita zapatista entre un nutrido aplauso y se nos indicó el horario del día. Uno a una y una a uno las autoridades fueron diciendo su palabra, su experiencia. Quizás sin la elocuencia de la retórica de los grandes pedagogos pero fueron mostrando su hacer, su corazón y su andar en un mundo donde aseguran caben otros mundos. Algunos con el paso del tiempo empezábamos a cabecear, lo que no pasó desapercibido para ellos, por lo que nos indicaron levantarnos y hacer ejercicios de estiramientos para ayudar a espantar el sueño. (Algunos estudiantes habían estado en Oventik en las festividades del aniversario y ya tenían dos noches básicamente sin dormir) Los maestros-compas fueron haciendo un recuento de sus peripecias y logros en las diferentes áreas de su autonomía. Algunos de ellos fueron más incisivos mostrando más tablas en la tarea de hablar en público. Los estudiantes receptivos tomaban notas, otros escuchaban con atención a los compas- autoridades, los cuales sin aspavientos trataban de compartir su experiencia aún con una evidente falta de práctica en su español, lo que en ningún momento significó una traba o sentimientos de minusvalía en ningún@ de ellos. A la hora del descanso el cielo se mostró en su azul profundo solo rayoneado por algunas nubes errantes. Liliana Huljich y Carmen Díaz de las madres de la plaza de mayo de Argentina, cada vez que las encontraba me hacían reír o pasaba un buen tiempo con ellas. Me encantó su jovialidad y espíritu ante la vida. Toda la gente reunida parecía tener nexos fraternos entre todos, había unos vasos comunicantes que hilvanaban un bordado donde se reflejaba eso tan difícil de encontrar de donde veníamos: espíritu colectivo y un despertar al espíritu del entendimiento humano. Por la tarde cayó un aguacero entre los preparativos antes de partir a las diversas comunidades, donde continuara el proceso pedagógico zapatista. Los vehículos aguardaban debidamente formados a que pasara la lluvia, mientras nosotros nos guarecíamos en el aula; se fueron anunciando las diferentes comunidades y abordábamos el vehículo correspondiente según indicaciones de los votánes, mismos que ayudaban en todo momento a organizar y agilizar la partida. Nos tocó la comunidad de La Laguna, a la que llegamos después de casi cuatro horas de viaje, ya que se hicieron algunas paradas para comprar alimentos o las necesidades de cada quien. Durante el trayecto Alfredo Martínez nos contó con lujo de detalles de sus luchas en el Deefe y un antropólogo de San Luis nos relató las injerencias de las mineras canadienses en los sitios sagrados de los Huicholes. La caravana parecía una serpiente de luz que se movía entre las sombras. Rolando y yo nos bajamos en un oscuro paraje y el transporte siguió su curso perdiéndose entre la noche. Apenas podía orientarme cuando de entre las sombras emergió una silueta. Dije” Lec Xabat” en Tzotzil; orgulloso de haber aprendido algunas palabras para mi estancia en aquellas comunidades. Nadie me respondió. Caminamos un corto sendero y llegamos a la casa de Lucas, el cual nos abrió un cuarto con tierra compactada recién barridita, un par de camas recién hechas nos esperaban. En la cocina nos presentamos y Lucas nos dio la bienvenida. Tomamos café con galletas, las cuales sumergíamos en aquel líquido reconfortante. Dije “C’usi Abí” y nadie me respondió. Le pregunté a Rolando cuando nos retiramos a descansar sobre el motivo de la indiferencia a mi incipiente Tzotzil. “Ellos hablan Tzeltal” me dijo Rolando. Me sentí como filósofo a la hora de lamer un helado derritiéndose frente a un público expectante.
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 01:43:45 +0000

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