AQUI ESTOY, MANDAME Al comienzo de su vida pública, el Señor busca colaboradores que le ayuden en su misión, y la prosigan en la tierra cuando El vuelva al Padre: "¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?" . Con este fin, va a convertir a unos seguidores ocasionales -Pedro, Santiago y Juan- en apóstoles asociados definitivamente a su persona y su ministerio. Los encuentra lavando las redes, tras una noche de pesca infructuosa. Empieza por pedir a Pedro un pequeño favor, su barca, desde donde predica. "Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Rema mar adentro y echad las redes para pescar." Las pretensiones de Jesús van en aumento. Ya no se trata de un favor, sino de obedecer sin comprender, en aquello en que Pedro se considera más fuerte: su profesión. Simón está cansado y, quizá, malhumorado por el fracaso de la pesca; por eso opone un reparo: "Maestro, toda la noche... Y no hemos cogido nada!". Además, pescar de día es absurdo. ¿Va a negarse Pedro? No: "Por tu palabra, echaré las redes". Y la pesca fue tan abundante que las dos barcas casi se hundían por el peso. De ese acto de obediencia y confianza en Jesús se derivó para Pedro un futuro maravilloso; si no hubiera obedecido habría demostrado no ser apto -al menos entonces- para recibir la misión apostólica.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 17:42:24 +0000
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