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AUTORRECONOCIMIENTO. Si nos pidieran hacer una descripción de quiénes somos, con las características de todos nuestros aspectos, es muy seguro que además de que nos faltarían muchas cosas por mencionar, nuestra descripción de las cualidades que proyectamos o que los demás sí ven y de las que disfrutan sería cualitativa y cuantitativamente mucho menor. En gran medida vamos por la vida creyendo que somos mucho más maléficos, pavorosos, monstruosos de lo que nuestro ser es en verdad. Si pudiéramos vernos con más neutralidad, tal vez descubriríamos cosas que nunca hubiéramos pensado que poseemos. Lejos de actuar con soberbia creyendo de manera igual de falsa que somos superiores o supremos a los demás, se trata de reconocernos con más balance. Podríamos contemplarnos como seguimos al protagonista de una película, y ver en realidad en lugar de enjuiciar. Irónicamente en el rechazo que sentimos está también un supuesto espiritual que sostiene que fuimos nosotros, desde el alma, y desde otros niveles del ser, quienes diseñamos todas y cada una de nuestras características, que fuimos autores de los seres que rodean nuestras vidas, desde los esenciales hasta aquéllos con los que nos cruzamos sólo una vez y, por supuesto, creadores de nuestras experiencias. Asumir esta postura es poco fácil y a veces poco agradable, pero en la contra cara es la gran oportunidad que nos da la vida para la transformación. Paradójicamente, tiene sentido aquello de que no creamos ni uno de nuestros cabellos, y que si estamos aquí es gracias a un poder superior, a Dios; así que tomando con las dos manos este binomio de fuerza suprema, en cualquiera de los casos, ¿cómo podemos ser tan terribles cronistas de nosotros mismos? ¿cómo podemos perpetuar la lucha constante con lo que somos, con las experiencias que vivimos y con los seres que nos acompañan? Es pelear con la imagen del espejo. Si nos observamos como hacen los directores de cine en un casting, descubriremos que nuestro personaje, en primer lugar, es mucho más simpático y versátil, infinita- mente más dramático de lo necesario; que se da a sí mismo poco de lo que realmente necesita y mucho de lo que cree que los demás necesitan de él; que incluso su vestimenta y arreglo no van de acuerdo a lo que su esencia demanda o tal vez tampoco su oficio ni sus elecciones; que es un gran manipulador para su supervivencia, pero que eso, incluido, hay que aplaudírselo. Probablemente veamos que tiene mucha más gracia, arte, sensibilidad, nobleza, bondad, alegría interior, talento y capacidad de amar de lo que confusamente llegamos a concebir. Cada uno de nosotros es un tesoro viviente, lleno de sorpresas, lleno de magia, lleno de luz, y no podría ser de otra manera, pues provenimos de ese mismo poder indescriptible que creó una obra magnificente como lo son esta Tierra y el Universo, como es el alma, la mente y el espíritu. La elección de autorreconocimiento es nuestra, y para que el guión cambie hacia una versión más benigna en todo sentido tenemos que saber elegir, primero, cambian- do al gran autocrítico por el gran transformador responsable que se asume con la verdad; y ser, pues no podemos dar y recibir de la vida lo que fundamentalmente nos negamos y no reconocemos de nosotros mismos.
Posted on: Sun, 20 Oct 2013 15:25:33 +0000

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