Al ver a Jesús salir escoltado por soldados de la Fortaleza Antonia, la casa de Pilatos, golpeado y casi irreconocible, Juan tuvo que haberse echado a llorar. Sus piernas quizás temblaron, su corazón desfalleció. El camino hacia al Calvario parecía interminable. Al llegar allí, presenció una escena terrible . Los gritos de dolor de los crucificados se mezclaban con las lágrimas y el espanto de la muchedumbre. Raramente hubo tal gentío para asistir a la muerte de un condenado. Poco tiempo antes, Juan había reclinado su cabeza sobre el pecho de Jesús agradeciéndole por haber ayudado a todos los miserables y oprimidos, entre los cuales estaba el mismo. Ahora, Jesús era el màs miserable se todos los hombres, pero nadie podía ayudarlo. ¡Qué contraste! Eliminar a Jesús era como sacarles el corazón. Juan escuchó los gemidos de dolor de Jesús. Contempló sus músculos estremeciéndose. Lo observó clamando por aire y se desesperó. Para su espanto, Jesús lo llamö y, en un intento de consolarlo, le pidió que reuniera a María como su madre y cuidara de ella. Hablar clavado en una cruz expande los músculos del tórax y aumenta el dolor. Tal vez Juan haya querido decirle: "Por favor, Señor, no hable. No aumente su sufrimiento. Olvídese me mi" ¿Qué hombre es ése que pone a las personas en primer plano, ubicándose él en el ùltimo lugar? ¿Qué amor es ése que se olvida de su propio dolor para consolar el se los demás? La reacciones de Jesús en la cruz cambiarían a Juan para siempre. No sería màs el mismo después de ver a Jesús morir como un manso cordero prefiriéndo el silencio mientras todas sus células gritaban por misericordia. Fueron seis horas inolvidables de un Dios inolvidable. No olvides que Cristo Viene. A todos mis a Asís amigos Buenas Noches.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 06:49:46 +0000
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