Amigos y paisanos, queridos lectores, este personaje al que me - TopicsExpress



          

Amigos y paisanos, queridos lectores, este personaje al que me refiero en mi relato, existió, no es de fantasía, ¿Pero como se llamó? Fue el padre de mi amigo Abacú Rivera. Por cierto ¿Me podría informar alguien si Abacú Rivera vive? Buen pues ahí les va algo sobre Don. . . . . . . DON RIVERA La casa estaba situada bajo las sombras de unos higueros grandísimos, rodeada de varias matas de plátanos de castilla que le servían de marco espléndido en su extraña ornamentación. Era una casita de tablas y varas, techada con hojas de palo blanco. Tenía al rededor un corredorcito de lajas amarillas, lo que le hacía ver muy limpia y aseada, mas su peculiaridad no eran las lajas, sino la infinidad de cornamentas de venado que el propietario le puso de adorno por la parte de afuera. Era una hilera de variadas cornamentas que colgaban confundidas entre las calaveras de “tuza real”, “tigrillos”, conchas de “armadillo”, hocicos de “caimanes”, pieles enrolladas de osos “hormigueros”, y de “jabalíes”. Entre el revoltijo de desechos animales que servían de decoración a la casa resaltaban las variadas formas y tamaños de las cornamentas de venado, pues había de “cola blanca”, de “cuernicabra” y de “gamos” en abigarrado amontonamiento que le daba una decoración fantástica a la choza, pues esto era esta casa. Una decoración fantástica y montuna, ya que el propietario se dedicaba a las tareas de ser cazador y presumía de tratarse de “tu” con “Juan del Monte”, el amo de la selva, el que le daba permiso para cazar en sus dominios, siempre y cuando le dejara en alguna horqueta de algún árbol, parte de su pieza cazada. Don Rivera, cumplía cabalmente con su compromiso con “Juan del Monte”, ya que jamás se perdió en las enmarañadas veredas de las montañas y siempre encontraba manantiales o bejucos de parra para poder saciar su sed cuando la canícula estaba en su apogeo además de que nunca regresaba a su casa con las manos vacías, cuando no mataba algún animal grande se traía tres o cuatro “cojolites” o un “faisán” macho, que su mujer le guisaba en chile seco, cosa que a el le apetecía siempre. Don Rivera era huraño, pues se acostumbró a la soledad de la montaña. Su única compañía era su vieja escopeta de largo cañón que conservaba engrasadita con manteca de tejón y su gárnil, donde guardaba celosamente todos sus implementos de cacería bien organizados y protegidos de la humedad con pedazos de lona encerada. Don Rivera platicaba a solas con las sombras de los higueros y en los arroyos y los ríos le gustaba conversar con los mapaches y los perros del agua, a los que no mataba pues no le gustaban la carne de estos animales, decía que era carne “choquillenta”, mas de cuando en vez atrapaba con sus manos de debajo de las piedras de los ríos unos acamayones que le proporcionaban un cambio en su dieta que le resultaba beneficioso y muy agradable. A don Rivera un día se le vino el tiempo encima como un aguacero de junio y sus ánimos se le acabaron, colgó la escopeta y el gárnil de un clavo de la pared de su casa y se dispuso tranquilo, a esperar pacientemente como esperaba pacientemente en el monte sus presas, a la pelona, que supo ya venía muy cerquíta por el, y así fue, así lo encontraron recargado en la pared de madera de su casa debajo de los despojos de sus víctimas que servían de ornamento y que le daban el sello particular a su vivienda. Así lo encontraron, como dormido, con sus manos sobre el regazo, como descansando de una de sus andanzas y el que lo extrañó más fue “Juan del Monte”, pues ya no recibió sus continuas ofrendas en las horquetas de los árboles, se le peló su mejor cliente. Poza Rica, Ver, marzo 14 de 1995. Don Art.
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 12:50:44 +0000

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