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Anecdotario taurino: ¡Si los toros no tienen palabra de honor!. Un dia toreaba el Mexicano Arturo Gilio en Puebla con él venía con sus poderes el muy bienquiso, siempre recordado y gozador de gran aprecio Marcelo Acosta, en el mundillo Taurino conocido como “El Hermano Lobo” por ser barbicárdeno y lo bonachón de su carácter y trato, por lo que viendo un aficionado de turno que el querido Marcelo no tenía un buen lugar, le dejo el sitio para que bien pudiera ver el paso de los toros y su entrada a toriles. A este gesto de cortesía, que acompañaba con el que se hace con la mano señalando un: ¡Pase Usted! el apoderado respondió: “¿Apoco de veras crees en eso?”. Refiriéndose a qué lo hagan los toros a su paso será una muestra de lo que harán después en la plaza. Movió la cabeza de un lado a otro y halando al juez le comenzó a contar la siguiente anécdota: “Toreaba un día Arturo en un pueblo de aquellos rumbos laguneros, por supuesto un mano-a-mano con Jorge Gutiérrez, por lo que sólo llevamos 4 toros. Yo, porque Arturo toreara le hacía de empresa. Pues el primero de Gilio, segundo de la tarde, salió manso perdido, huyendo espantado de los caballos y buscando la puerta por la que había salido para regresar a su casa. No veas la bronca que se armó, una de mentadas… no me quedó otra que hacerle la seña a mi juez para que regresara el manso a corrales. Cosa que hizo gustoso para terminar con la broca, pero sorprendido, pues era el primero que sabía que no había toro de reserva… Arturo También se sorprendió y con señas le decía: ¡Calma….calma! Se corrió el turno saliendo el cuarto, segundo de Arturo en sustitución del primero”. La gran duda ¿Qué se le iba a echar como segundo y cierra plaza? Con esa calma franciscana que le caracteriza el Hermano Lobo se dirigió a toriles y ordenó a los torileros que con bolsas de plástico y cestos llenos de arena blanca, cubrieran los lomos y costados del manso que era negro zaino, convirtiéndolo así en cárdeno claro. Fue tanta la arena y de suerte tan blanquecina que le echaron, que lo dejaron casi “ensabanado”. Ante tal polvareda se abrió la puerta de toriles para la salida del cuarto, — que era el mismo segundo – ahora de “cierra plaza” y desde luego con el nombre cambiado, saliendo éste como endemoniado, buscando pelea; a los caballos fue estupendo provocando un tumbo y ya en muleta se quería comer ésta. “Arturo le hizo faena de escándalo, matándolo de estoconazo y le cortó las dos orejas….” Marcelo remató el relato al aficionado , retirándose con un quiebre de cintura, como media belmontina y le dijo: “Y tú, todavía crees en eso….????. !Sí los toros no tienen palabra de honor Chaval!!!”.
Posted on: Wed, 25 Sep 2013 01:32:56 +0000

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