Antonio Peredo (Artículo de opinión de Boris Miranda) - TopicsExpress



          

Antonio Peredo (Artículo de opinión de Boris Miranda) bit.ly/10TlEHT Era un miércoles del tercer mes de 2002, Antonio dirigía la reunión de la Fundación Ernesto Che Guevara y anunciaba que había sido invitado a ser candidato a la Vicepresidencia junto a Evo Morales. Él nos quería escuchar. Uno por uno, los que estuvimos allí, comenzamos a dar nuestra opinión. Algunos, con actitud virginal, decían que participar junto al MAS ensuciaría el “buen nombre” de la Funche. Otros pedían que Antonio ponga condiciones para aceptar. Finalmente, él cerró con una lección para todos. Si entraba en el ruedo electoral, lo haría sin recaudos ni exigencias. A muerte. Y así lo hizo. Prueba de ello es que ni siquiera apareció en franja de seguridad para la Cámara de Diputados, instancia a la que de todas formas llegó. Esa decisión le cambió la vida y significó el fin de la Fundación. Unos años después, en otra reunión más íntima, decidió alejarse de la Funche para dedicarse entero al MAS. Aquel colectivo rebelde, del que salieron no pocos valiosos soldados de este proceso, había sido forjado a sangre y fuego por Antonio. El cariño que le tenía al grupo y su compromiso con él se reflejaban a diario: en las reuniones de los miércoles, en los talleres de formación política o en el comité de redacción del “Vive”. Su salida extinguió la energía que había agrupado a tantos jóvenes que somos parte de la generación del 97, los que nos acercamos a las ideas de transformación social a partir del 30 aniversario de la caída del Che Guevara. Fue el fin de una experiencia extraordinaria. No conozco a ninguno de los miembros de la Funche que niegue lo decisiva que fue esa etapa en sus vidas. Lo que vino después es lo que duele contar. Se trata de la parte de esta historia que da bronca. Ahora que se cumple un año de su partida, hay que contarla. Porque los homenajes oficiales supieron a ofensa y la memoria, Antonio me lo enseñó, es un compromiso con el que no debemos flaquear. Sólo aquel Mandatario increpado, y unos pocos que estaban cerca de ahí, saben cuán duro fue en aquella reunión en el complejo Flor de Lis. El viejo militante del ELN les cantaba las cuarenta y eso, en un partido que se acostumbra cada vez más al poder y a la paranoia, se paga caro. Quien largó todo para salvar la fórmula del MAS en 2002, pecó de sincero en los años posteriores. En esa reunión de Huajchilla, terminó por completo fuera del entorno. Ya era un compañero incómodo. Antonio no ahorraba esfuerzos en relatarnos los errores del bloque socialista y de la izquierda latinoamericana del siglo XX. De vuelta en la vida partidaria, le tocó padecer aquello que nos advertía que había derrumbado revoluciones. Cuando la crítica es considerada traición y comienzas a perseguir a tus propias filas. Cuando pierdes el horizonte de la construcción colectiva y lo cambias por la consolidación particular. En el último tiempo, hubo ministros que lo negaron, otros que no le pagaron la plata que le debían y alguno que le hizo preparar un proyecto para después cerrarle la puerta. Una le admitió que estaba vetado y otro dijo que estaba muy viejo para ser embajador. Parecía que algunos esperaban que él se acercara a pedir perdón y ayuda. Que reconociera que estaba jodido y necesitaba que le dieran una dirección cualquiera en algún ministerio. Claro que no lo hizo. Mientras tanto, varios de los que lo acompañaron desde los años de la Funche y más atrás, le pedían que reclame lo que se merecía. Le transmitían su indignación porque un proceso que ayudó a forjar lo tenía marginado. Incluso le plantearon que era el momento de iniciar algo nuevo lejos de ingratos y desmemoriados. Él repetía, siempre, que éste era el Gobierno que había que apoyar y que aquella decisión de marzo de 2002 no la había tomado a la espera de un reconocimiento del poder. Hace un año, el MAS no publicó ni un aviso necrológico adhiriéndose al dolor por la partida de su primer candidato a la Vicepresidencia y no envió un solo ramo de flores. Por miedo, o por falta de una instrucción superior, tampoco lo hicieron empresas estatales ni ministerios. La revolución cubana, empezando por Raúl Castro, estuvo más pendiente por su salud que el Gobierno. Los que estuvieron en el velorio, saben todo lo que pasó, se dijo, se calló y se lloró. Yo no estuve y todavía no me perdono el haber faltado. Boris Miranda es periodista.
Posted on: Thu, 06 Jun 2013 18:20:48 +0000

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