Aquella noche, Victor se encomendó a todos los dioses de los que, en condiciones normales, hubiera renegado. A esos mismos dioses pidió justicia, gritando en silencio por la paz que le había sido arrebatada. Entre suspiros y trazas de olvido, el miedo acabó al fin apoderandose de los débiles sentidos de Victor. Le abandonó el calor de su cuerpo, convirtiendolo poco más que en sombra. Su mente, abotargada por el recuerdo, vagaba entre tormentos, acosada por la terrible sensación de perder al Atlas que sujetaba su fragil mundo. La injusticia y la pérdida hicieron que Victor pidiese incluso vender su alma, cual tétrica novela. Pero el diablo, de aceptar esos encargos, no hubiese comprado un alma que ya se había perdido.
Posted on: Thu, 11 Jul 2013 00:41:36 +0000
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