BARRANQUILLA (EB-setiembre 1999) Barranquilla (Colombia) setiembre 1970. Era la época de los hippies, estaban por todos lados. Eran los jóvenes que querían llamar la atención con atuendos llenos de color, los cabellos largos, morrales (mochilas), sandalias o pies descalzos, y mucha suerte para pasarla bien. Consumían marihuana, formaban grupos de hombre y mujeres, algunas parejas cargaban con sus pequeños hijos como parte de su equipaje. “Tiraban dedo” y al ser considerados viajeros empedernidos, no hubo lugar en la tierra donde no se les conociera. Nunca fui un hippie, no me gustaba la idea de andar por allí como abandonado, siendo observado por la gente con pena, y por la familia con ira. Abandonar tus obligaciones, tu educación de familia. Sus antecedentes estaban en los jóvenes ejecutivos de las grandes ciudades como Londres, New York o San Francisco, que cansados de la tarea empresarial en la gran ciudad. Tiraban corbata y trajes el viernes por la tarde, y arrancaban libremente al campo para buscar su contacto directo. Como cada vez fueron más, se volvió una manifestación de protesta al sistema burocrático y burgués de todas las épocas. Entonces llegó “Woodstock” para dedicarlo a la música, el rock, la marihuana y la absoluta libertad que buscan los jóvenes de toda época. Costaba 18 dólares americanos los tres días de fiesta. Fue el festival más importante dedicado al buen rock, el movimiento más importante de esta música. Medio millón de personas siguieron el evento. Y la ciudad de Bethel en New York alcanzó un prestigio inusual….Pero me encontraba en la caribeña ciudad de Barranquilla. Inauguré una exposición de mis pinturas en la Galería del Banco de la República. En casa del maestro colombiano Amedeo Rincón y su esposa Jane Barros, también artistas, pude pasar días maravillosos llenos de afecto y con la amistad de Álvaro Barrios y otros notables personajes del mundo artístico. Algún día por allí fui de visita a la fabulosa Cartagena de Indias y quedé impresionado de cada rincón de tan maravillosa ciudad. Mi ropa era blanca, fresca, sandalias, algunos collares asomaban por mi cuello, mientras mis cabellos negro azabache eran la atracción de las mujeres de la época. Era tan original como hasta hoy, buscaba mis tres días de paz y amor a mi manera, sin conflicto, sin historias negras, con la ilusión de un joven artista representando oficialmente al Perú. Viajé después a Venezuela. Diferente Venezuela a la de hoy, demasiado grande como pueblo americano para estar sometido a los caprichos de la política, y a la pobre erudición de alguien al que niego mi aplauso.
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 01:57:13 +0000
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