BLESSED SUNDAY AND HAPPY BIRTHDAY TO ALL…!!!! Twenty-Eighth - TopicsExpress



          

BLESSED SUNDAY AND HAPPY BIRTHDAY TO ALL…!!!! Twenty-Eighth Sunday of Ordinary Time, Cycle A Isaiah 25:6 – 10, Gospel Matthew 22: 1 - 14 A friend of mine did his doctoral dissertation on food in the Bible. He pointed out that from Genesis to Revelation significant moments and events often times involve food. With Adam and Eve it was the forbidden fruit, for Moses it was the Passover Meal as well as the manna and quail in the desert, and for Elijah it was the widow of Zarephath. In the Gospels there is the wedding feast of Cana, the multiplication of the loaves and fish, and the Last Supper. The book of Revelation ends with the description of the Heavenly Jerusalem in all its’ splendor, including the magnificent trees of life who each month produce fruit and whose leaves serve as medicine. There are many more instances of food in the Bible, but the point is made with above examples that they play a significant part in the stories, prophecies and teachings in the Bible. Two of the readings for this weekend are about banquets. The first reading from Isaiah speaks of a holy mountain on which the hand of the Lord Rests. It begins by announcing that God will provide for his people, and food tops the list of what God will provide. Not just any food but food described with beautiful adjectives such as, rich, choice, juicy, and pure. In other words, it is the best food one can hope for and God will provide this for His people. With this banquet comes news that the Lord will destroy death and wipe away tears. This is a banquet of life for the body and the soul. The attendees at this banquet are those who looked to the Lord for their salvation. The message is that if you are faithful to the Lord, he has great things planned for you. In the Gospel we have a parable in which Jesus compares the kingdom of heaven to a king who is having a wedding feast for his son. The king in the parable is dismayed when the invitees don’t show up. He sends the invitation to a broader group and they too decline the invitation, some with very lame excuses, and none of them come. Finally he sends word out to anyone to come, and they do come, both the good and the bad. It seems like the parable is now going to have a happy ending, instead we hear of the guest who arrived without the proper garment. The king has him cast out. Jesus ends the parable with the verse, “Many are invited, but few are chosen.” One way of looking at the meaning of these readings is to ask ourselves the questions, “Do we want to be on the Lord’s holy mountain?” “Do we want to be at the Wedding Feast of the Lamb.” We have already received the invitation, but being invited doesn’t mean that we have been chosen. What must we do to be chosen? Two simple answers come to us in the readings. The first is that since we have heard about the Lord and accepted him through Baptism, Confirmation and the Eucharist, we must look to him for salvation. The second is that in accepting the invitation to the Wedding Feast of the Lamb, we are to be in constant preparation for the day of the Feast, always wearing the garment of faithfulness as our wedding garment. Banquets are occasions that are meant to be enjoyed and the Heavenly banquet is no different. The readings remind us to the joy we have to look forward to as we prepare ourselves for this eternal banquet with the Lord. OMELIA XXVIII DOMENICA TEMPO ORD. - ANNO A - (Mt 22,1-14) Nella parabola del Vangelo di oggi, il regno dei cieli è paragonato ad un banchetto di nozze. Già nella prima lettura il profeta Isaia annunciava la salvezza di Dio adoperando la stessa immagine del convito, al quale tutti i popoli sono invitati. Questo banchetto è simbolo della redenzione offerta da Dio a tutte le nazioni. Allora il Signore «eliminerà la morte per sempre e asciugherà le lacrime su ogni volto» (Is 25,8). La parabola del Vangelo è molto simile a quella della domenica scorsa. Essa parla di «un re che fece una festa di nozze per suo figlio» (Mt 22,2). Il re è Dio che offre al suo popolo la salvezza. I servi mandati a chiamare gli invitati alle nozze sono i profeti che dovevano preparare gli Ebrei alla venuta del Messia. Gli invitati, che rifiutano linvito e maltrattano e uccidono i servi, sono proprio i Giudei, come pure tutti quelli che rifiutano Gesù. Allora il re si rivolge il suo invito a tutti, e manda i suoi servi a chiamare chiunque essi avessero trovato. Questo particolare simboleggia la predicazione della Chiesa, la quale annuncia la salvezza al mondo intero. Così «la sala delle nozze si riempì di commensali» (Mt 22,10). Questa sala simboleggia proprio la Chiesa dove non tutti sono santi, e vi è una compresenza di buon grano e di zizzania... Per prendere parte alla festa di nozze del Figlio di Dio, ovvero per conseguire la salvezza, bisogna indossare labito nuziale. Labito nuziale rappresenta la grazia di Dio di cui deve essere rivestita lanima. Chi manca di questo abito è cacciato fuori della sala, nelle tenebre, ove «sarà pianto e stridore di denti» (Mt 22,13). Queste parole indicano chiaramente linferno, dove finiscono eternamente tutti quelli che muoiono in peccato mortale… A commento di questa parabola, Gesù dice: «Molti sono i chiamati, ma pochi gli eletti» (Mt 22,14). Questa frase di Gesù ci fa comprendere tutto il rispetto che Dio ha per la nostra libertà: Egli chiama tutti, ma spetta a noi decidere se accogliere il dono di Dio e conseguire così la nostra eterna felicità. Noi perdiamo la candida veste della Grazia divina con il peccato mortale. I peccati mortali più diffusi, per fare solo alcuni esempi, sono le bestemmie, i peccati contro la purezza e contro la vita, e il peccato di non andare alla Messa la domenica. Pensiamo poi ai furti e alle maldicenze con le quali roviniamo gravemente la buona fama del nostro prossimo. Con il sacramento della Confessione, se ci confessiamo con vivo pentimento e sincero proposito, noi recuperiamo la splendente veste dellinnocenza e possiamo assiderci degnamente al banchetto dellEucaristia… Domingo 28 del Tiempo Ordinario - Ciclo A Las Lecturas de hoy se refieren a la Fiesta que tendrá lugar en la eternidad, es decir, al Banquete de Bodas preparado por Dios nuestro Señor para todos los seres humanos al final de los tiempos. Se trata de nuestra salvación, de nuestra felicidad eterna con El para siempre en la Jerusalén Celestial, cuando Dios enjugará toda lágrima y ya no existirá ni muerte, ni duelo, no gemidos, ni penas (Ap. 21, 4) y viviremos en completa y perfecta felicidad para siempre. Aquí, durante nuestra vida terrena, podemos “comer bien o pasar hambre, tener abundancia o escasez”, como lo dice San Pablo en la Primera Lectura (Fil. 4, 12-14 y 19-20). Se refiere el Apóstol, en este caso, al hambre y escasez material. Pero también agrega: “Todo lo puedo en Aquél que me da fuerza”. Es decir, que en esta vida tenemos todas las fuerzas necesarias venidas de Dios, para soportar cualquier dificultad, pues “Dios, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas nuestras necesidades”. El Salmo del Buen Pastor (Sal. 22) nos habla de que el Señor siempre nos acompaña, aunque a veces pasemos por momentos difíciles. Y nos dice también que al final El mismo Señor “preparará la mesa, ungirá nuestra cabeza con perfume y llenará mi copa hasta los bordes”. Se refiere este pasaje del Salmo 22 a esa Fiesta Escatológica que la Palabra de Dios nos presenta en varios pasajes. Es el Señor mismo quien prepara la mesa y nos sirve, como lo indica San Lucas: “El mismo se pondrá el delantal, los hará sentarse a su mesa y los servirá uno por uno” (Lc. 12, 37). La Primera Lectura de hoy también nos describe esta Fiesta por boca del Profeta Isaías: El Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos (Is. 25, 6-10). Y Jesucristo nos presenta esta Fiesta en el Evangelio de hoy por medio de la parábola del Banquete de Bodas (Mt. 22, 1-14). Se trata de la celebración de la Boda del Hijo de Dios con la humanidad. Y a esa Fiesta estamos invitados todos. ¿Boda del Hijo del Rey? ¿Bodas del Cordero? ¿Bodas de Jesús, el Cordero? Sí. Será la unión definitiva y para siempre de Cristo con su Iglesia, de Jesús, el Cordero, con cada uno de los salvados. Esta Fiesta Escatológica nos la presenta la Palabra de Dios en varios pasajes. Es la fiesta de los salvados. Sucederá después de que pasemos a la eternidad. Y ese momento que sobrecoge -y que muchos temen- es el momento más importante de la historia de la humanidad. En ese instante preciso y brevísimo sucederá la “resurrección de la carne”, como rezamos en el Credo. Y los salvados ya resucitados celebrarán ese banquete. Por eso el Señor no cesa de recordarnos que debemos estar preparados, siempre preparados, cada vez mejor preparados, para que no nos suceda como el que llegó mal vestido a la Fiesta del Cielo y lo echaron fuera. Que tampoco nos suceda como los invitados que despreciaron la invitación. Pero sucede que no todos respondemos a la invitación que Dios nos hace. En la descripción que hace San Mateo, vemos cómo algunos responden a la invitación del Señor y otros no. Y no respondieron porque tuvieron algo más importante que hacer. Así nos dice el Evangelista: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir ... Uno se fue a su campo, otro a su negocio ... Y ... ¡cuántas veces no hacemos nosotros lo mismo! Constantemente nos oponemos a la invitación del Señor. Dios nos llama y en vez de atender su invitación, le damos la espalda. Dios nos ofrece la oportunidad de ir a su Fiesta y de tener la felicidad para siempre, y... ¿cómo respondemos? ¿No hacemos como los invitados que nos describe el Evangelio? ¿No preferimos los negocios temporales a las invitaciones eternas? ¿No preferimos los banquetes de la tierra al Banquete Celestial? No aceptar la invitación del Rey es un desplante. Pueden haber cosas que parecenmás importantes que asistir a la Boda del Hijo del Rey, pero nada es más importante que esa Fiesta: la Fiesta Escatológica, que sucederá al final de los tiempos. Y el Rey se disgusta, no sólo por el desprecio de sus invitados, sino porque, además, han matado a los que envió para invitarlos. Los enviados asesinados son los mártires de todos los tiempos: mataron a los Profetas del Antiguo Testamento, a San Juan Bautista, también a Cristo. Le siguieron los mártires del comienzo de la Iglesia. Y aún en nuestra era, no han cesado los martirios: el siglo 20 fue testigo del mayor número de mártires de todos los siglos. Pensemos en las persecuciones del comunismo contra la Iglesia católica. Recordemos las persecuciones en México y en España. ¡Nada más en la Guerra Civil Española hubo unos 10.000 mártires! Y ni hablar del horror en el Medio Oriente! Si nos revisamos bien, podemos darnos cuenta de la importancia que le damos a las cosas de este mundo, rechazando o postergando las cosas eternas, al no aceptar las invitaciones del Señor. ¡De qué manera nos entregamos a las cosas del mundo, las cuales nos absorben tanto, que no nos queda tiempo para atender a Dios! ¿Será que los hombres y mujeres de hoy estamos tan hundidos en los negocios terrenos que consideramos que es tiempo perdido pensar en Dios y en la vida eterna? Pero... ¿qué nos dice el Evangelio sobre los que no acepten la invitación al Banquete Celestial? Es muy claro: otros serán invitados en lugar de los que no asistan. ¿Aceptamos la invitación? ¿La aceptamos ya repitiendo nuestro sí constante y permanente? ¿Diciendo siempre sí...no importa la exigencia, no importa la situación, no importa si pasamos por cañadas oscuras o valles de verdes pastos, como rezamos el Salmo? Los que están muy pendientes de otras invitaciones y actividades corren el riesgo de quedar fuera de la Fiesta -aunque hayan sido invitados- por no darse cuenta de que la invitación del Señor es infinitamente más importante que cualquier negocio, cualquier preocupación material, cualquier apego terreno. Pero hay otro riesgo: el no estar debidamente vestido para esa fiesta. Y ¿qué sucederá a ésos? La cosa es seria: van a ser echados fuera. ¡Pero si fueron invitados! El problema es que no estar bien vestido significa no estar preparado espiritualmente para poder ser aceptado en la Fiesta de la Salvación. Significa esta parte de la parábola que no basta ser invitado, tampoco basta haber entrado al banquete (es decir, formar parte de la Iglesia). Se requiere estar debidamente preparado: vivir en estado de gracia, vivir en amistad con Dios. Aclaremos algo sobre las “realidades últimas”: la primera de éstas es la muerte, cuando nuestra alma, separada de nuestro cuerpo, pasa al Cielo, al Purgatorio o al Infierno. Del Purgatorio las almas que se van purificando van pasando al Cielo. Y al final de los tiempos, sucederá la resurrección, al unirse nuestras almas con nuestros cuerpos glorificados. Y en ese momento será el Banquete de Bodas del Cordero para los salvados, no los condenados. Esos quedaron fuera para siempre La invitación al Banquete Celestial es para todos, pero muchos no aceptan…y algunos no están debidamente preparados. De allí la sentencia de Jesús al terminar esta parábola: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Que podamos llegar a la Fiesta Escatológica, que nos estemos preparando de veras con el traje adecuado (tan blanco como la vestidura del bautismo). Así podremos formar parte de esa muchedumbre de toda raza, pueblo y nación con vestidura blanca, lavados nuestros trajes en la sangre del Cordero. (Ap. 3, 4)
Posted on: Sat, 11 Oct 2014 15:41:45 +0000

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