CASA CIPRIANO, SE DAN CENAS. Me despierto en la quietud de los - TopicsExpress



          

CASA CIPRIANO, SE DAN CENAS. Me despierto en la quietud de los cielos rojos del atardecer. A mi lado, María Clara de los Ángeles Hinojosa, Adoradora de las huestes de los santos silvestres del Cenobio de Santa Andronia, recita su infinito mantra de fe ciega, lo creo firmemente, seguro que es cierto, parece que es verdad, lo mismo existe, a lo mejor o por si acaso mientras, cabecea con los ojos cerrados y lágrimas exaltadas fruto de los estigmas de una vida de dedicación total y bordados sin fin que le dejaron los dedos llenos de pinchazos y unas ganas permanentes de llorar de dolores y de artritis. En el altar, que no vi al acostarme, Don Dionisio, celebra su liturgia diaria de enseñanzas estériles a fin de hacer de nos, el hijodalgo y de alguna, más descerebrado de la villa un hombre de provecho y así, insiste en la necesidad de ser buen matemático, como si yo no supiera que dos trozos de pan son más que uno, me insiste también en el análisis de oraciones a mí, que jamás oré y que no distingo la hipérbole de la pantomima, ni el carburador de la gramática. Me esfuerzo de todas formas en seguir sus claras instrucciones enarbolando la bandera de la costumbre y los cuatro dedos de mi padre marcados en la cara. Don Dionisio y María Clara, se esconden para hablar en voz baja en el cuarto de las tizas y al salir, ruborizados nos encuentran bostezando y con los ojos fijos en un encerado imaginario donde Román David, a saber hijo putativo del profesor del aula vecina, nos apunta a todos por dormir, por no dormir, por callar o por hablar a la espera de su deseado premio que, consistía en ausencia de María Clara en un viaje presuroso con Don Dionisio al cuarto de las tizas, donde a él y solo a él, le eran mostrados los secretos de la sabiduría más profunda. Sin embargo, en la vecina aula, el padre de Román David, enaltecido de grandeza patria, enseña, mirando por sobre sus lentes de carey en magistrales lecciones, como ser el hijo exacto de la exacta madre incluso aunque ésta no sea la propia. Cipriano, mientras tanto, tabernero infame, empieza a preparar la cena a la que ya han sido invitados los notables y de las que nosotros seremos, como siempre, fidedignos testigos hambrientos. En lo que el agua hierve, nos escaldan y las adormiladas adoradoras entran al recinto, sin hábitos ni rubores para entretenimiento de la respetable corte de invitados. Y van llegando los retrasados; diputados, sacerdotes, secretarios, concejales, obispos y otros ministros del señor; embajadores, ladrones con corbata, activistas de izquierda, de derecha de la iglesia de las células ateas partidarios de Catón, de César, de Pompeyo, de Craso; llegan Clodio y Milón, enemigos hasta la muerte abrazados por el candor de la misma iniquidad, Constantino y Constante hermanos de padre y de ambición, llegan las putas de Babilonia y las felatrices de la quinta avenida, la de Nueva York y la Habana. Llegan presidentes y presidiarios, presbíteros y monaguillos mayores de edad, cantantes núbiles de escolanía e ingenieros financieros. Cipriano, empieza a servir mientras se sientan los últimos y su Santidad saluda: Bienvenidos, queridos y muy amados hijos de puta, porque el reino de los cielos será vuestro... y la banca, los gobiernos y las multitudes de humildes esclavos que ahora os ofrezco. Bienhallados mis adorados y adorables cabrones, porque solo en vuestro poder hallaré seguridad. Bendigo ahora esta mesa para que os cebéis de mundo, para que os comáis el mundo, para que devoréis el mundo y a sus moradores. Asustado me despierto sudoroso, intranquilo y al ver frente a mí, la habitación, me tranquilizo y secándome el sudor con la sábana, llamo en voz alta: ¡¡¡Cipriano!!!, ¡¡¡Cipriano!!! Los postres. Y que nos den por el culo a todos.
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 10:20:35 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015