Capítulo 7 Irrupción en el Ministerio Completamente confundido, - TopicsExpress



          

Capítulo 7 Irrupción en el Ministerio Completamente confundido, su mente se fue despertando. No abrió los ojos porque se sentía muy débil. Jorge intentó saber qué estaba sucediendo. Escuchaba suspiros y respiraciones entrecortadas, sentía frío en el cuerpo y dolor en la parte superior de la cabeza. Cuando quiso moverse, escuchó un chirrido metálico. Sonaba a cadenas. No podía mover las piernas o las manos. Lentamente, abrió los ojos. No tenía ni idea de dónde estaba. Jorge estaba tirado en un suelo oscuro. Se incorporó y quedó forzosamente sentado. Su mente aún no se aclaraba. Una luz verdosa iluminaba aquella pequeña habitación. Las cosas se veían borrosas, no tenía una idea clara de que hacia ahí y todo le daba vueltas. Volvió a cerrar los ojos una vez más y trató de recordar. Hizo una secuencia de los últimos eventos. El nuevo Ministro de Magia, un viejo feo que arrastraba las palabras cuando hablaba se había presentado en el colegio. “Sí, eso había pasado” pensó para sí mismo. Él dijo que quería eliminar a los muggles y a los sangre sucia. Estaba loco. “¿Luego qué?” se preguntó. Se opusieron. Habían planeado oponerse siempre. Los atacaron. La ilusión de Bellatrix trató de matarlos. El colegio quedó vacío. Montaron sus escobas para salir de los terrenos del colegio. Estaba oscuro. Estaban cerca de escapar. Algo los derribó. Pero luego… todo se veía borroso. Jorge volvió a abrir los ojos. Ahora estaba un poco más claro. Notó que no estaba solo. A su alrededor había más personas. Perla y Chantal estaban inconscientes con las cabezas juntas en frente de él. Uriel estaba al lado de ellas, también inconsciente. Ellos estaban encadenados de manos y pies igual que Jorge. “Así que ya despertaste” dijo una voz, justo a su derecha. Naomi estaba sentada a su lado, también encadenada. Tenía la mirada perdida en un punto fijo, lágrimas secas se le notaban en el rostro. “¿Dónde estamos?” le preguntó Jorge. “En el Ministerio. Creo que son los calabozos” dijo Naomi, su voz sonaba automática, su mente parecía no estar allí. “No sabía que el Ministerio tenía calabozos” le dijo Jorge. “Yo tampoco” Naomi suspiró y cerró los ojos. Jorge pudo ver que Naomi tenía un gran moretón en la cara. Perla hizo un ruido, se estaba despertando. Chantal y Uriel abrieron los ojos unos segundos después. Jorge estuvo a punto de hablarles, pero Naomi lo detuvo: “No les hables” “¿Por qué no?” “Espera que despierten bien, de otras formas los asustarás” Ella tenía razón. Perla abrió los ojos y miró alrededor asustada. Al instante comenzó a gritar como si estuviera en una pesadilla. Chantal, por otra parte, se puso a llorar, murmurando cosas inentendibles. Uriel no hizo nada, sólo reparó en la presencia de los demás en silencio. Pasaron algunos minutos hasta que todos se tranquilizaron y Uriel preguntó mirando a Naomi y a Jorge: “¿Qué ha sucedido?” “¿Dónde estamos?” preguntó Perla casi al mismo tiempo. “Cuando salimos de Hogwarts” comenzó Naomi, casi como si estuviera recitando un poema de memoria “Había gigantes y trolls en los límites del colegio. No lo pudimos prevenir. No sabíamos que estaban allí” “Estamos en el Ministerio, en los calabozos” aclaró Jorge. “¿Qué nos va a pasar?” preguntó Chantal, asustada. Todos miraron instintivamente a Naomi, acostumbrados a que ella sepa más que el resto. “No tengo idea” se limitó a decir. “Tenemos que salir” dijo Chantal, muy segura. “Ni siquiera podemos ponernos de pie” le contestó Perla, haciendo sonar sus cadenas. “No tenemos nuestras varitas, seguramente se las han llevado” dijo Uriel. “Pero al menos podemos intentarlo” les dijo Jorge y movió sus cadenas. Los demás lo imitaron. La habitación se llenó del sonido chirriante de las cadenas. La única que no se movía, seguía con los ojos cerrados, era Naomi. Los demás intentaban zafarse de las cadenas. “¡Es inútil!” gritó Chantal, indignada cuando se hizo un corte en la muñeca. “No se pueden romper” dijo Naomi “Están encantadas” “Pareces estar muy tranquila” le señaló Perla, aun intentando sacarse las cadenas. “No estoy tranquila, sólo estoy esperando” aclaró Naomi. “¿Esperando qué?” preguntó Uriel. “¿No se han dado cuenta de que falta algo? ¿Alguien?” Naomi abrió los ojos bien grandes. Era la primera vez en todo ese tiempo en que parecía estar viva y lúcida. “Alord no está” dijo Jorge “¿Dónde está él?” “Logró escapar” dijo Naomi “No sé si le han hecho algo desde entonces” “Un momento” dijo Perla, dándose cuenta de algo importante “¿Cuánto tiempo hemos estado aquí?” “No sé bien porque nos han dado hechizos confundidores, pero creo que hace más de dos días” Naomi cerró los ojos “Pero los hechizos no me hicieron efecto, estuve despierta la mayoría del tiempo, sólo fingía estar dormida cuando ellos venían” “¿Ellos?” preguntó Uriel “¿Quiénes eran ellos?” “No lo sé bien. Alord me dijo que son los nuevos aurores. Pero lo único que hacen es cazar muggles, mestizos y antirrevolucionarios. Son carroñeros en términos simples” aclaró Naomi. “¿Nos matarán?” preguntó Jorge. “No lo sé” Naomi se cubrió la cara con las manos “No lo sé” “¡Naomi! ¡Vuelve en sí!” le gritó Uriel, enfadado “Al parecer, sabes más que nosotros, te necesitamos aquí” “¡Cállense!” gritó Naomi “Ustedes estaban dormidos. No saben lo que he pasado” “¿Qué te ha pasado?” le preguntó Jorge, bajando el tono de voz. “Cuando nos golpearon los gigantes, alcancé a esquivarlos, pero caí de la escoba de todas formas. No sabía qué hacer. Todos ustedes estaban tirados en el suelo y yo no podía moverme porque me había lastimado la pierna. Vinieron los del Ministerio y nos hicieron hechizos de inmovilización y confusión. Pero no funcionaron conmigo.” Naomi estaba temblando “Me llevaron aparte de ustedes, me encerraron en un cuarto muy oscuro. Tenía miedo. Creí que iban a matarme. Y vinieron. Eran dos. Un hombre y una mujer, llevaban esas capuchas y me interrogaron. Como no les dije nada, me golpearon. Eventualmente, me trajeron con ustedes. Estuve despierta todo este tiempo y no sabía qué les había pasado. Creí que los habían matado” Naomi comenzó a llorar. “Disculpa por gritarte” le dijo Uriel, apenado. “El punto es…” continuó Perla “¿Cómo salimos de aquí?” “A lo único que puedo apostar…” dijo Naomi, secándose las lágrimas de los ojos “… es a Alord. Pero tampoco es una apuesta segura porque logró escaparse” “¿Cómo se escapó?” preguntó Jorge “El venía volando con nosotros” “Él era auror del viejo régimen” dijo Naomi “Conoce otro tipo de magia. Cuando quise darme cuenta, él ya no estaba con nosotros” “¿Nos habrá dejado?” preguntó Chantal, asustada. Y el silencio cayó sobre ellos. Ninguno sabía qué hacer. Y entonces una voz que no era de ninguno de ellos, susurró: “¿Están despiertos?” Era la voz de Alord. Se dieron cuenta de que la puerta se había abierto y cerrado, y que alguien había entrado. Pero ese no parecía ser Alord. Estaba vestido con otras ropas, similares a las del Ministerio. “Su juicio comienza en diez minutos, once en punto” dijo el hombre, cuya voz era igual que la de Alord. “¿Alord?” preguntó Uriel, que era su mejor amigo. “He tomado la poción multijugos así que no tengo mucho tiempo” dijo Alord “Ahora vendrá una persona más y tenemos que llevarlos a su juicio. Cuando sea el momento, los ayudaré a escapar” “¡Qué bueno que no nos hayas traicionado!” dijo Chantal, medio aliviada, medio culpable por sospechar de él. Alord los fue ayudando a ponerse de pie. “¿Cuáles son los cargos?” preguntó Jorge, mientras Alord los acomodaba a todos en fila. “Los culpan por conspiración y traición al nuevo régimen. Ese muchacho Gregorio y la otra chica Lizabeth fueron los primeros en testificar en su contra. Además, no creo que lo hubieran necesitado. Ellos pueden acusar a quien quieran” luego agregó con un toque de sonrisa “Aún me siguen buscando, no sospechan de mí” “No te rías en un momento así” le resopló Naomi, aunque claramente estaba contenta de que Alord estuviera vivo. “Me río cuando quiero” Alord, aunque en el cuerpo de otro hombre, trató de besar a Naomi en la mejilla. “No intentes besarme con ese cuerpo” dijo Naomi, esquivándolo. “¿Qué es lo que planeas hacer?” le preguntó. “Pues, fue algo que se me ocurrió en el verano. Creo que lo hablé contigo por carta” dijo Alord “Lo de los detectores” “¿Crees que podremos hacerlo?” le preguntó Naomi. Los demás miraban la conversación, pues no entendían nada de lo que pasaba. “Se quedan tranquilos durante el juicio y luego ¡Pum!” Alord agitó los brazos y luego se calló “Mejor me voy, creo que ya viene. Suerte, chicos” Y Alord salió rápidamente del cuarto. “¡Detesto cuando no nos cuentan nada!” reclamó Perla, quien se hubiera cruzado de brazos si las cadenas no se lo impidieran. “¿Nuestras varitas?” preguntó Chantal, ignorando a Perla “¿Adónde las habrán llevado?” “No lo sé” dijo Naomi, aun pensando lo que Alord le había dicho. “¿En serio, Naomi? Yo creo que tú sabes muchas cosas y me sorprende que no sepas algo. Nos ocultas las cosas y no nos dices nada sobre ello” explotó Chantal. “Chantal…yo… ” Quiso excusarse Naomi, pero sin perder la calma. “Lo ves, tú siempre escondes algo y si nos escondes las cosas ¿Cómo sabemos si podemos confiar en ti?” le preguntó Chantal nuevamente. “Todas esas cartas que te mandabas con Alord ¿Hablaban de esto, verdad?” le acusó Perla. “Chicos, si no les hemos dicho es porque no era el momento adecuado, podían pasar cosas malas” explicó Naomi. “¿En serio?” preguntó Perla sarcástica “La última vez que nos ocultaron cosas acabamos encadenados en el Ministerio, ¡Esperando un juicio por traición!” “¡Cálmense!” les gritó Naomi “¡No nos condenaran por traición!” “Solo así que… solo así hemos llegado hasta aquí, ahora estamos a punto de ser juzgados por unas personas de ropita roja y tal vez moriremos en Askaban” murmuraba Perla, presa de su miedo. Naomi dijo “Chicos, es cierto, estuve mandándome cartas con Alord y sí hablábamos de lo que pudiera pasar, pero no sabíamos qué pasaría. No lo sabemos ahora incluso” “No me importa como lo hablaron, lo que me importa es que quiero que me digas todo lo que sabes” le gritó Chantal. “Chantal” la interrumpió Uriel, quien se había quedado al margen de la discusión todo este tiempo “Si Naomi no dice las cosas es porque no necesitas saberlas, en su momento lo sabrás” “Ese momento llegará en siglos” refunfuñó Chantal “Deben de entenderme… ¡Estoy asustada!” “Igual que todos” se impuso Naomi “No es demasiado lo que deben saber. Sólo que, cuando estemos en el juicio, deben actuar normal. No actúen como si estuvieran esperando que algo pase. Sólo actúen como reaccionarían si los estuvieran juzgando injustamente” “Es que nos están juzgando injustamente” dijo Jorge “Creo que ahí vienen” Todos se callaron de inmediato, como si no hubiera pasado nada. Entraron cinco hombres con túnicas ambar, entre ellos la persona en la que se había convertido Alord, con ropas del nuevo Ministerio. “Caminen” dijo el más alto, un poco hosco. Jorge miró a Naomi y esta le murmuró a todos: “Hagan caso, vamos” Los condujeron por numerosos pasillos, sin decirles nada. Algunos magos pasaban junto a ellos sin mirarlos y otros los veían como si fueran cerdos. Jorge vio que se acercaban a una habitación que tenía en grande un cartel que decía “Juzgados de Wizentgamot”. Una vez adentro, se encontraron con un lugar lleno de personas con sombreros académicos. Esos eran los del jurado. En un atrio alto y negro, el juez de túnica roja y cada impasible esperaba con los dedos juntos. A su izquierda y derecha, había otros dos atrios, en dónde esperaban los asesores del juez, un mago y una bruja. Los hombres de túnica ámbar, los llevaron frente al jurado, detrás de una única silla de madera. Esa silla, los atrios y los asientos del jurado eran los únicos lugares iluminados. El resto de la habitación estaba a oscuras. “¡Guardianes!” llamó el juez “Conténganlos a cada uno, por favor” Los hombres de túnica ámbar se movieron, sosteniendo individualmente a cada uno de ellos. El más alto, se encargó de sostener a Uriel. Perla y Chantal fueron sostenidas por dos que eran de mediana estatura, Naomi era sostenida por él unico que tenía cabello rubio. Alord, que había tomado la poción multijugos para hacerse pasar por uno de ellos, sostenía a Jorge. Los miembros del jurado los miraban como si fueran animales extraños. El juez golpeó su mazo tres veces y anunció: “¡Doy comienzo al juicio! Lean los cargos” Una bruja mediana con cara redonda se puso de pie y leyó de un pergamino: “A los acusados Jorge Silva, Naomi Castillo, Chantal Hernández, Perla Rodríguez y Uriel Valenttor se les imputaron los cargos de alta traición y conspiración al nuevo régimen mágico. En especial a la acusada Naomi Castillo se le agrega el cargo de ocultamiento de fugitivos, obstrucción de la justicia, daño severo a trabajadores del Ministerio y perjurio” Jorge, Perla, Chantal y Uriel miraron de repente a Naomi, quien miraba al juez con expresión seria pero serena. “¿Por qué…?” comenzó a preguntar Chantal, pero su guardián la sacudió para que se callara. “Por favor, guardianes, separen a los acusados” los guardianes llevaron a cada acusado hacia atrás, alejándolos a todos más lejos del jurado y entre ellos. Estaban en la zona oscura. La bruja habló otra vez: “La acusada, la señorita Naomi Castillo será la primera en ser juzgada” El guardián de Naomi la llevó hasta la silla de madera que había en el centro de la sala y ella se sentó. “¿Por qué ella tiene más cargos que nosotros?” preguntó Jorge a Alord, en voz muy baja. “Ya lo verás, ahora tengo que averiguar dónde están nuestras varitas, no me queda mucho tiempo de la poción multijugos” susurró Alord para no ser escuchado. “Cuando fueron apresados” comenzó el juez “A sus cooperadores les fueron administrados hechizos inmovilizadores y confundidores. Pero a usted no le surtieron efecto ¿Es eso cierto?” “Sí” contestó Naomi sonriendo. “¿Por qué no funcionaron en usted?” preguntó la mujer a la izquierda del juez. “No fueron amenaza para mí” dijo Naomi, con desdén “Pude resistirlos al instante” La reacción del jurado fue de sorpresa. La chica los estaba tratando de idiotas. El juez prefirió ignorar eso y continuó: “Custodio, la varita por favor” Un joven con una bolsa de color marrón se acercó y sacó una varita, entregándosela al juez. “Ahí están las varitas” murmuró Alord. “¿Cómo se las quitarás?” preguntó Jorge. “Espera un poco más, Naomi lo está haciendo bien” “Se le ha confiscado una varita, señorita Castillo” dijo el juez “¿Es esta dicha varita?” “Sí” “Pero usted es de sangre muggle” le dijo el hombre a la derecha del juez “¿Acaso no robó dicha varita?” “Señor…” dijo Naomi, inclinándose hacia adelante altaneramente “Usted sabe que eso no es cierto. Ustedes saben bien por qué estoy aquí” “No se pase, recuerde su posición” le advirtió el juez. “La sé muy bien, ¿Recuerda usted la suya?” le contestó Naomi. “¿Es eso una amenaza?” preguntó el juez. “Sólo si usted me tiene miedo” Naomi volvió a sonreírle. Al juez le temblaba el labio inferior pero era obvio que no daría el brazo a torcer. “Pasemos a leer su confesión” dijo el juez. “¿Qué confesión?” preguntó Jorge. “Naomi confesó el día que nos atraparon” murmuró Alord. “¿Cómo resistió a los hechizos que nos hicieron?” preguntó Jorge nuevamente. “Ella sabe cómo hacerlo. Es su cualidad hacer hechizos sin pronunciar palabras. Es una bruja muy poderosa” Alord, o más bien, el guardián que Alord había reemplazado la miraba como si estuviera orgulloso de ella. “Aquí está, señor juez” dijo la bruja de la izquierda pasándole un pergamino. “Su confesión, señorita Castillo fue esta el día que fue apresada” y con voz sonora, leyó el pergamino “Sí, es cierto. Yo lo planeé todo. Esos chicos sólo hicieron lo que les dije. La conspiración fue mi idea. Tiene razón en eso. Sí, también ayudé a escapar a Alord. Espero que tengan suerte encontrándolo” “Sus propias palabras” dijo el mago de la derecha. “Sé lo que dije” aclaró Naomi “Lo que no sé es por qué me hacen perder el tiempo” “Usted sabe más de lo que aparenta. Su culpabilidad es obvia, después de decir eso, intentó atacar a cuatro guardias. Lo que realmente queremos saber es el paradero de su amigo” el juez levantó una ceja “Sé que lo sabe ¿Dónde está Alord Fidelgriff?” “Si usted no lo sabe, entonces ¿Cómo podría saberlo yo?” Naomi se comenzó a reír con fuerza, causando que los miembros del jurado la miraran con desaprobación. “Supongo que es suficiente” murmuró el juez “Jurado, ¿Cuántos dicen que la acusada es culpable de los cargos?” Todas las manos del jurado se levantaron. El juez sonrió con crueldad “Culpable, entonces” “Cuando lo sepas, te arrepentirás de cada una de tus palabras” le amenazó Naomi, mirándolo fijamente. “Guardián, llévela a un costado y traigan a los demás acusados” ordenó el juez. “Falta cada vez menos” le murmuró Alord a Jorge mientras, El guardián de Naomi la llevó a una esquina oscura y los demás guardianes llevaron a sus reclusos hacia el frente. Los guardianes dejaron a los chicos en el sector iluminado y se volvieron a situar en la parte oscura en silencio. “Lamento no poder darle asiento a todos, pero los traidores no lo merecen” les dijo el juez con una sonrisa irritante. “¡Traidor será usted!” le gritó Perla enojada. “Al parecer saben más que nosotros” le dijo Uriel. “¿A qué se refiere?” le preguntó la bruja. “Que ustedes no tienen ni idea de lo que les espera” Uriel también se rio y se ganó las miradas de asco del jurado. “Está más que claro” dijo Jorge por lo bajo. “¿Perdón?” dijo el juez “No entiendo” “Que eres un idiota” le gritó Jorge. El juez fingió no haber oído la burla. “Es obvio que ellos no saben el paradero del buscado Alord Fidelgriff, así que ya no hay mucho que hacer aquí. ¡Qué opine el jurado!” Todas las manos se levantaron nuevamente. “Parece que son culpables” les dijo la bruja de la izquierda, con una sonrisa triunfante. “Serán sentenciados a cadena perpetua en Askaban, culpables de los cargos antes mencionados” dictó el juez. “Ahora serán transportados a una cárcel provisoria en dónde esperarán el transporte directo a Azkaban, donde quedaran locos de remate” dictaminó el mago de la derecha. “¡locos de remate!” les gritó Perla. “Locos de remate” volvió a gritar el juez “Y cuando estén allá, espero que les den el beso” Jorge miró hacia los costados. Las personas del jurado no se asustaban por esas palabras. Parecía que todos en aquella sala disfrutaban del espectáculo, todos estaban psicópatas, personas que no sentían ningún remordimiento por lo que decían, aun les quedaban otros veinte juicios y todos aquellos querían terminar lo más rápidamente con aquella dictadura. “Pero antes de todo eso” dijo el juez, poniéndose de pie “Estos niños conspiraban desde antes que tomáramos el poder” “Nosotros solo nos preveníamos” le dijo Uriel. “¿Quién les ha informado sobre esos acontecimientos? ¿Quién era el traidor en el Ministerio? ¿Era ese Alord?” el juez parecía querer saber a toda costa dónde estaba Alord. “No sabemos lo que pregunta” dijo Chantal. “Seguro, niña tonta. Todos ustedes son conservadores. Ustedes quieren volver a ese tiempo en dónde los muggles y los sangre sucia caminaban tranquilos por las calles. Bueno, eso se acabó” el juez les sonrió, orgulloso de su propia crueldad. “Sin embargo…” dijo uno de los guardianes, saliendo de la parte oscura y caminando hacia la luz “… no tienes idea de lo que sucederá en tus narices” “¿Qué?” preguntó el juez, mirandolo “¿Qué dices?” “Pues…” el guardián dio un paso hacia adelante, era la misma túnica ámbar de antes, pero ahora su rostro era el de un joven apuesto “Parece que buscas lo que nunca encontrarás” “Alord” murmuró el juez “Aquí te escondías. Fue tonto que mostraras tu rostro, ahora no podrás escapar. ¡Guardianes!” el juez le gritó a la oscuridad, esperando que los guardias aparecieran. “¡Inmovilus!” gritó una voz femenina. El juez, la bruja a su izquierda, el mago a su derecha, el jurado y el hombre que guardaba las varitas quedaron inmovilizados al instante. Naomi salió de las sombras y miró al juez con diversión: “Si no hubieras estado tan preocupado en castigarme, te habrías dado cuenta de que puedo hacer hechizos sin mi varita, viejo estúpido” “¿Qué pasó con los guardias?” preguntó Chantal. “Naomi inmovilizó al suyo y se me acercó” dijo Alord, quitándole la bolsa con las varitas al hombre que los miraba quietos “Luego me ayudó a inmovilizar a los demás” Alord deshizo las cadenas de todos y les dio a cada uno su varita. “¿Cómo salimos ahora?” preguntó Jorge “Por más que estén inmóviles, ellos siguen estando aquí” señaló al juez y jurado que estaban hechizados, pero claramente conscientes. “Afuera del juzgado hay un hombre llamado Rodolphus. Él también es un guardia. Le haremos creer que ustedes fueron condenados y así podremos subir para escapar” les explicó Alord “Así que borren esas sonrisas de libertad y oculten sus varitas” Los chicos hicieron caso y vieron como Alord tomaba algo de una petaca. Su rostro se convulsionó y se transformó en el de uno de los guardias inmovilizados. En seguida, él se puso al frente y los miró una vez más: “Recuerden actuar como si estuvieran presos aún” Alord se puso en frente de ellos y atravesó la puerta. Afuera, había un hombre de altura media y cabello castaño, con la misma túnica ámbar que Alord. “Estos ya están condenados, Rodolphus” anunció Alord, señalando a los chicos, que ya habían escondido sus varitas y juntado sus manos como si estuvieran atadas. “¿Por qué no llevan cadenas?” preguntó el hombre, con aire de sospecha. “Han sido encantados para no poder moverse, no te preocupes” lo tranquilizó Alord. “Entonces, vámonos” dijo Rodolphus, caminando en frente de la comitiva. Se movilizaron a través de largos pasillos de paredes verdosas y poca luz, hasta que llegaron a una bifurcación que sólo tenía dos caminos, uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda. “Vamos por aquí” dijo Alord, señalando hacia la derecha. “Pero… este no es el camino Axwen” le dijo Rodolphus a Alord “Las celdas provisorias quedan hacia allá” “Lo sé, Rodolphus pero…” Alord sacó su varita y le apuntó “Desmaio” El hombre cayó hacia atrás con un brusco sonido. “Rápido, hay que levantarlo y llevarlo a aquella habitación” Alord señaló a la única puerta que se veía en el pasillo izquierdo “Saquen sus varitas, chicos, Naomi, ayúdame con él” “No pensé que fuera tan fácil” dijo Naomi y apuntó al hombre desmayado en el suelo “Winguardium Leviosa” Rodolphus levitó en el aire, mientras Alord los conducía a la habitación. Una vez adentro, Naomi depositó al guardián en el suelo. “¿A qué hemos venido aquí?” preguntó Uriel a los demás. “¿Acaso podemos escapar por red-flu?” preguntó Perla, mirando la chimenea que había allí. “Deben tenerlas controladas” dijo Jorge. “Eso es cierto” le siguió Alord. “¿Y ahora qué?” preguntó Chantal “¿Algún otro plan del que no sabemos nada?” “En eso puede que tengas razón” le contestó Alord mirando de reojo a Naomi “Esto es un complot contra el Ministerio… los detalles van para después.” “Sí, es otro plan del que no sabemos nada” murmuró Uriel, enfadado. “Cállate y escucha” le ordenó Jorge. “Les diré lo que tenemos que hacer” siguió Alord “Me he infiltrado en el Ministerio mientras Naomi los distraía con esa falsa confesión. Preparé varias pociones multijugos. Una por cada uno de nosotros” Alord sacó una bolsa sin fondo de su túnica y les entregó frascos de poción multijugos y túnicas de diferentes colores a cada uno. “Cada frasco, tiene una etiqueta con el nombre de la persona que reemplazaremos y el departamento del Ministerio adónde tienen que ir. Irán de a dos, no estarán solos” “¿Qué hay de los conservadores?” preguntó Naomi, mirando su frasco. “¿Conservadores?” preguntó Chantal. “Supongo que están de nuestro lado” le respondió Jorge “Aunque igual no sé mucho sobre lo que estos dos planean” “Hay conservadores en las entradas y sólo dejaran salir a los que tengan el listón blanco. Sus ropas lo tienen. Diríjanse hacia sus departamentos con discreción y a las doce en punto todos atacaremos” continuó Alord. “¿Atacar? ¿Atacar a quién?” preguntó Perla. “Lo que sea que esté allí” dijo Alord, con cierto entusiasmo en su voz “Destruyan todo lo que encuentren ahí. Papeles y cualquier información que pueda relacionar a quien sea” “¿Y si nos descubren?” preguntó Uriel. “También tienen un listón rojo. Lo que significa que serán defendidos en ese caso. Ustedes no atacaran a nadie, sólo romperán cosas. A ustedes los defenderán para que huyan de aquí” aclaró Alord “Bueno, apurémonos” Todos se pusieron las túnicas. Las de Perla y Chantal eran rosadas, las de Uriel y Jorge eran negras, las de Alord y Naomi eran de color ámbar. Al mismo tiempo, todos se tomaron la poción que había en sus frascos. Jorge sintió que iba a vomitar, pero se esforzó por tragar el asqueroso brebaje. Los demás tenían las mismas reacciones de asco y casi al instante, sus apariencias cambiaron. Perla cambió su cabello negro por una larga cabellera roja y unos dientes demasiado salidos. Chantal se hizo un tanto más alta, y su normal apariencia infantil fue reemplazada por una mujer de edad avanzada. A Uriel le creció la nariz y el cabello de su cabeza desapareció. Jorge se volvió rubio y muy delgado. Naomi se convirtió en una mujer de piel morena y cabello largo y lacio. “Tengan cuidado y mucha suerte” dijo Alord, dirigiéndose a la puerta “Vámonos” le dijo a Naomi y desapareció con ella al final del pasillo. Todos se separaron en diferentes direcciones Jorge y Uriel tenían que ir a el departamento donde se encontraba el detector de magia, pero ellos no tenían ni idea de cómo llegar hasta ahí. Intentando caminar normales, se metieron en el ascensor, esperando que la voz femenina que anunciaba cada departamento les dijera dónde estaban. Al parecer estaban mucho más debajo de lo que creían, subieron y el ascensor aún parecía acarrear muchos magos y brujas que iban a sus respectivos departamentos. “¡Jiro! ¿Qué haces por aquí?” le dijo una bruja bajita con sonrisa amable a Uriel, o más bien, al hombre que al parecer se llamaba Jiro. “¿Qué?” preguntó él, como si no hubiera escuchado bien. “¿Qué haces aquí? El detector está cuatro pisos más abajo” le dijo la bruja, mirandolo con extrañeza. “Ah, que tonto eres Jiro” exclamó Jorge, tratando de salvar la situación “Te dije que bajaras ahí hace rato ¿Cómo no te has dado cuenta?” Jorge y Uriel se rieron y la bruja se bajó en el piso siguiente con ellos “Ten cuidado con esa cabeza, Jiro” le advirtió antes de desaparecer. “Eso estuvo cerca” dijo Uriel, mientras bajaban las escaleras. “Sí, esa señora te conocía. Menos mal que no preguntó nada más” le contestó Jorge, que estaba teniendo problemas manejando las largas piernas que ahora tenía. “¿Dijo cuatro pisos más abajo?” preguntó Uriel. “Sí, hay que apresurarnos, faltan veinte minutos para las doce, en cualquier momento se acabará el efecto de la poción multijugos” le dijo Jorge. Cuando entraron al Departamento del detector, se dieron cuenta de que estaban reemplazando a los jefes del departamento, ya que todos allí les daban los buenos días o los miraban con respeto. Dos hombres corpulentos con listones blancos en las muñecas estaban a cada lado de una puerta grande y morada. Uriel y Jorge se acercaron a ellos y les mostraron su listón. Los hombres corpulentos se corrieron y les dejaron el paso. Lo que había adentro los sorprendió. Había un globo terráqueo gigante en el centro, que parecía estar hecho de algo líquido y fantasmagórico a la vez. En él, se iluminaban puntos de color rojo, que representaban a los magos menores de edad que hacían magia, a los que usaban las redes-flu se los detectaba con puntos verdes, los que se desaparecían eran puntos negros y los demás usos indebidos de la magia eran de color azul. Dieron las doce. “¿Ahora que hacemos?” dijo Jorge. “Hay que destruirlo” le dijo Uriel y sacando su varita. “Incendio” El hechizo no surtió efecto pero se encendió una luz rojo en la habitación y una voz resonó por todo el ministerio. “¡Intrusos! ¡Alerta!” “Van a venir” dijo Uriel asustado. “Reducto” gritó Jorge, intentando destruir el globo pero no le paso nada. Lo que hizo fue rebotar el hechizo. La voz que daba la alerta seguía sonando, en cualquier momento llegarían a buscarlos. Y ahí, Jorge entendió. No podían destruirlo, era un arma demasiado poderosa. “¡Para!” le gritó a Uriel, que intentaba frenéticamente destruirlo “Lo necesitaremos” “¿Para qué?” preguntó Uriel. “No lo sé, pero puede ser útil” Jorge apuntó con su varita y dijo “Diminueto” El globo se encogió al tamaño de su mano y lo guardó en su túnica. “¿Podemos irnos ahora?” preguntó Uriel, asustado. “Hay que destruir todo ¡Bombarda!” una pila de concreto salió volando. Uriel lo imitó y antes de salir corriendo de esa habitación, dejaron el lugar completamente destruido. Había muchas personas que corrían cuando salieron, las esquivaron y trataron de mezclarse entre las multitudes que se subían a los ascensores. Casi de milagro llegaron a la planta principal, dónde había muchísima más gente. “¿Ahora a donde iremos?” preguntó Uriel, mirando hacia todas partes. “Sólo corre” le ordenó Jorge “Allí hay una persona de listón blanco” Se acercaron a la bruja que tenía un listón blanco y les mostraron el suyo. La bruja les dijo que debían entrar a la habitación que había en un pasillo que señaló con una mano en medio del tumulto. Jorge y Uriel entraron a la dicha puerta y se encontraron con una habitación enorme. Debía tener al menos unos 100 metros de largo. En el fondo, Jorge pudo distinguir a Naomi que estaba junto a Alord. Los efectos de la poción multijugos se estaban desvaneciendo y los jóvenes volvieron a ser ellos mismos. “Nos ha tocado ir a donde tienen los registros de todos los magos nacidos” les dijo Naomi, mientras se quitaba la larga túnica ámbar “Lo hemos destruido todo. Ha salido genial” “Esta es la entrada” dijo Alord, señalando la puerta grande y dorada que había detrás de ellos “Están todos fuera del Ministerio esperando a que salgamos, parecer ellos no saben a qué veníamos. Aún debemos esperar a Perla y Chantal” “¿Adónde fueron ellas?” preguntó Jorge. “Ellas fueron a los registros de nacidos muggles, ya deberían haber vuelto” dijo Naomi. “¿Por qué?” preguntó Uriel. “Porque en cualquier momento, los del Ministerio entraran por la misma puerta en la que ustedes acaban de entrar” dijo Alord “Nos están encerrando aquí. Pero eso después… ¿Y bien?” “¿Qué?” contestó Uriel. “El globo” les dijo Alord como si fuera obvio “¿Lo destruyeron?” preguntó. “Aquí está” Jorge lo sacó de su bolsillo y se lo entregó a Alord. “Excelente” murmuró él, guardándolo. “¡Chicos!” por otra puerta de color morado, a su izquierda, Perla y Chantal venían corriendo, con sus túnicas rosadas que obviamente les quedaban grandes. “Nos vienen persiguiendo” dijo Perla, tratando de recobrar el aliento. “¿Cómo les fue?” preguntó Naomi. “Lo destruimos todo” contestó Chantal “Ya nadie puede probar que somos sangre sucia” Una voz resonó en esa habitación. Era una voz masculina “A los magos traidores, se les pide que se queden dónde están. No tiene caso huir” “Claro que nos quedaremos” dijo Jorge, sarcásticamente. “¿Listos?” les preguntó Alord de repente. “¿Para qué?” preguntó Chantal. “Nos vamos a desaparecer” dijo Alord. “¡Pero aún no sabemos!” se quejó Perla. “Nos iremos en un traslador” Alord sacó de su bolsa sin fondo una chamarra “Tómenla, vamos, no tardará en activarse” En ese momento, la puerta morada del otro lado de la habitación se abrió. Una multitud de magos y brujas de túnicas ámbar y rojas entraron con varitas en mano. El mago alto que estaba en el centro gritó: “¡Son ellos, captúrenlos!” Todos los del Ministerio levantaron sus varitas y pronunciaron unas palabras. Águilas de tamaño colosal, hechas de oro y fuego aparecieron de repente, llenando aquella habitación enorme y vacía, además de la presencia de todos los jóvenes que estaban juntos, agarrando una chamarra. “¿Por qué no se activa?” preguntó Uriel, nervioso, mirando como esas águilas extendían sus alas y se dirigían hacia ellos. “Ya casi” dijo Alord “¡Ahora!” Las águilas cada vez estaban más cerca pero antes de que pudieran alcanzarlos ellos ya se encontraban girando sobre sí. Gritaron, claro que gritaron por el impulso. A excepción de Alord, Uriel y Naomi, los demás jamás se habían desaparecido o usado un traslador. Sintieron que sus entrañas se retorcían y el viento les agitada con violencia el cabello y de repente, estaban en un lugar obscuro donde el sol estaba por salir. Los chicos cayeron en el suelo cubierto de césped y hojas. “¿Dónde estamos?” preguntó Jorge, cuando pudo ponerse de pie. “México” contesto Alord “Esto es un bosque de México. Así les será más fácil volver a casa” “¿A casa?” preguntó Perla, exaltada “¿Tenemos que irnos?” “¿Tanto para eso?” preguntó Uriel, decepcionado. “Escúchenme” les dijo Alord, tratando de imponerse “Vayan a casa. Vendré por ustedes, pero no ahora. Mientras tendrán que volver de nuevo con su familia. No hagan magia a menos que sea necesario y cuando el momento llegue podremos seguir” “¿Y cuándo sabremos cuál es el día?” preguntó Chantal, sus ojos estaban húmedos. “Solo llegará” dijo Alord y miró fijamente a Naomi “Yo también iré a casa. Naomi, sólo hay que seguir con el plan” “No te vayas todavía” le suplicó Naomi acercándose a abrazarlo, pero antes de que ella llegara él, Alord se había desaparecido frente a sus ojos. Se oyó el chasquido y una ráfaga de viento ondeaba los cabellos de Naomi. Ella se quedó inmóvil, como si esperara que Alord apareciera nuevamente. Los demás se quedaron mirándola, sin saber qué hacer. Una lágrima resbaló en su mejilla antes de que hablara: “Creo, que es hora de que volvamos a casa” “No puedo creer que hayamos luchado tanto sólo para esto” dijo Uriel enojado y se desapareció. “¿Dónde estamos exactamente?” le preguntó Perla. “Tomen la chamarra” les ordenó y los amigos se acercaron a ella. Giraron sobre sí mismos y fueron a parar en una plaza desolada. “Esto es mi pueblo” dijo Perla. “La chamarra está hechizada para ir a los hogares de cada uno” le dijo Naomi “Ve a casa y ten cuidado” Perla abrazó a Chantal, a Jorge y a Naomi y luego se marchó sin decir nada más. Volvieron a tomar la chamarra y aparecieron en una colina cubierta de musgo. “Supongo que aquí me voy yo” Chantal se encogió de hombros y se fue sin despedirse. Entonces, se quedaron Naomi y Jorge solos. Naomi dejó de tragarse su orgullo y dejó caer más lágrimas. “No supusiste que Alord se iría” le dijo Jorge, abrazándola. “En realidad sí lo sabía” los amigos se separaron “Pero quise creer que se quedaría conmigo un poco más” Naomi se limpió las lágrimas de los ojos “¿Podrás?” le preguntó ella, con una leve sonrisa. “¿Desaparecerme o tener una vida muggle?” contestó Jorge con desgano. “Las dos cosas” le contestó ella. “Sobreviviré” contestó él. Ella sacó algo de su bolsillo. Era una copia en miniatura de “Los cuentos de Beddle el Bardo” “Nos pondremos en contacto” le dijo Naomi, entregándoselo. “¿Adónde irás?” le preguntó Jorge. “No a casa. No pondré en peligro a mi familia” Naomi suspiró “Nos vemos” Entonces se oyó otra vez ese chasquido propio de la desaparición y el viento se arremolino suavemente. Un momento después Naomi ya no estaba ahí. Jorge se desapareció. Nunca antes lo había intentado, pero ahora cuando comenzó a dar vueltas, sintió un pequeño cosquilleo en el estómago y cuando sus pies tocaron el suelo, las cosas se vieron borrosas durante algunos segundos. Cuando se le aclaró la vista vio ahí su casa. Cuando se fue era de un solo piso, pero ahora tenía dos. Ahí estaba pequeña y cuadrada, con dos ventanales en cada piso y la luz blanca azulada que venía desde adentro. Se encaminó hacia la puerta y la abrió. La luz pegó en sus ojos y lo dejó ver el interior. En cuanto entró, en cuanto dejó el primer paso allí adentro, supo que ya nada sería lo mismo, que estaba en un mundo al que no pertenecía. Un mundo del cual tal vez nunca saldría. Ahora se sentía más solo que nunca y supo desde el inicio que iba a extrañar tanto aquel hermoso y enorme castillo. La vida muggle había empezado.
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 04:20:15 +0000

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