Como el viento (G. Ph.) Como el viento, así es como voy, montado - TopicsExpress



          

Como el viento (G. Ph.) Como el viento, así es como voy, montado en una motocicleta que compré a plazos, y que por cierto no pagaré, con un chaleco y mochila cargadísimos con cartuchos de dinamita que le robé a un amigo minero, y un detonador que aprendí a hacer con un tutorial de internet. Y es que no podía hacer más por mi país. Al principio creí que era patriota al no perderme ningún partido de la selección nacional, hasta que me di cuenta que mis lagrimas de tristeza y alegría engordaban las billeteras de los patrocinadores, que me vendían televisores, canales premium, camisetas, llaveros y cuanta chuchería que repletaba mis estanterías. Antes de eso no me fué mucho mejor, participando en una iglesia que penetraba los minúsculos anos de inocentes niños, y luego en una que esquilmaba a los feligreses con la promesa de "prosperidad". Para ellos, Dios es una especie de pozo mágico donde echas una moneda y a cambio de tu generosidad recibes las "bendiciones" multiplicadas. Nunca me pudieron explicar cómo podía ser desinteresada una "ofrenda", si se me ofrece multiplicar mi prosperidad. Yo no sé qué opinarán los dueños de los casinos y de las loterías, si, según los religiosos, darle a Dios, es mucho más seguro que cualquiera de los anteriores. Mirando hacia atrás, encuentro mi vida trajicómica, pues he creido cada cosa que la televisión me ha dicho, incluyendo a un banco que me dijo que: "Me quería feliz"; ofreciéndome préstamos pagables en pequeñas cuotas por toda la vida y un par de reencarnaciones. Estaba tan indignado, que salí a protestar a las calles por la mala calidad de la educación, de la salud, la colusión, la corrupción, de unas viviendas plastificadas que eran más caras que las de calidad decente y hasta en contra del Lobby feroz, que se había comido a los tres chanchitos y a no sé cuántos más. Ahí, cuando escuché a un protestante encapuchado que le dijo a otro: "afirmativo, mi capitán" fue cuando entendí ese chiste que decía que el Pato Donald tenía sólo dos sobrinos: Hugo y Luis, porque el otro era infiltrado. Tamaña fué mi sorpresa cuando comencé a ver documentales de un tal Salfate y Alex Jones que decían que ¡¡¡el calentamiento global no existía!!! Pero si Al Gore me juró que... que... que ¡¡¡Ya no sé en quién creer!!! Mi hija fué madre a los trece años, y cada día maltrata al marido, porque un canal de dibujos animados la convenció de que era una princesa, y como su pareja no es precisamente un príncipe, ella desquita su frustración con el pobre tipo, que cree ser el padre de la cría, que nisiquiera se le parece. Milité en cada puto partido, mas ninguno era demócrata, cristiano, liberal, nisiquiera de centro, sea lo que sea que eso signifique. Todo aquello me llevó a mi primer pensamiento inteligente, que coincidía con una frase del famoso filósofo occidental contemporaneo, Guru-Guru, que versa: "Kugas nenkigas", cuya traducción sería algo así como: "Puras mentiras". Es por eso que decidí matarlos a todos. Bueno, despues de mucho cabilar, me di cuenta de que los super malos estaban en elegantes casas blancas, rosadas y fucsias, a las cuales nunca tendría acceso, así que me concentré en un lugar más accesible, una moneda. Si, una moneda, simbolo de casi todo lo que convierte a un hombre en un monstruo, y yo mataría a la mayor cantidad posible. Eso no fué muy difícil, ya que con la afamada: "Política de los acuerdos", los políticos republicanos y demótratas criollos, celebraban grandes banquetes en el palacio presidencial donde se repartían la torta, por lo que elegí uno de esos eventos, para hacer mi entrada triunfal. La preparación fué relativamente sencilla, asesorado por un inteligente amigo que tengo, apodado Venegas. Estoy casi seguro de que no me creyó cuando le dije lo que quería hacer, y con su lógica irredarguíblemente sencilla me instruyó, como el cristo le hablaba a las multitudes, hablaba ParaBolas. Iba como el viento; no alcanzaron ni a darse cuenta, de hecho, fueron innecesarios el chaleco anti balas usado, que le compré a un policía jubilado, que en su juventud había sido bailarin en la televisión, ni el casco dado de baja del ejército, que compré en el mercado Persa. Lo único que me gustó, aunque no sé si era indispensable, fue la morfina, supuestamente vencida, que le compré a un corrupto de la salud privada. Él mismo me mandó donde un enfermero que me puso la inyección en el entretiempo de un partido televisado de cierto equipo azul. ¡¡¡Wow!!! fué lo más increiblemente placentero que había experimentado. Toda la vida había evitado las drogas, por temor a engancharme, especialmente el juego, pues había visto numerosas películas donde la vida del protagonista se arruinaba al perderlo todo. Al sentir la dulzura en mis venas, comprendí por qué los soldados de oklahoma cambiaban sus armas y pertrechos por drogas que les hicieran olvidar una guerra cuya primera víctima fué un tal Kennedy. Era una especie de feliz ignorancia, algo así como una indiferencia contenta, si es que eso pudiera existir. Sólo eramos yo, la moto, la dinamita y esa canción rockera que transmitían mis audífonos. No voy a decir que la habilidad de un acróbata me iluminaba, porque, para serles sincero, los palurdos que cuidaban, estaban justo en el cambio de guardia, y si alguien duda de lo que se puede aprender de las películas de acción, le aseguro que puede aprenderse lo suficiente. Iba como el viento. Entré por la puerta ancha, como un dignatario en llamas, como una carátula de disco de Pink Floyd, y ahí se encontraban ellos, con sus sonrrisas anchas y plastificadas, con la certeza de la impunidad, desprovistos de las máscaras. No peleaban, como en cámara, sino que brindaban en secreta expuesta complicidad. Era una felicidad horrible, aquella construida sobre el dolor de muchos, despreciados, humillados, como la res que va al matadero sin que nadie le diga un adiós. Creo que por un momento los comprendí, y al comprenderlos los odié. La sensación, incomparable; la emoción, inconfesable; quizá el único acto decente de mi vida; no morir, ya que era un ser corriente, cuya única virtud era no haber sido malo, y dejar de ser tonto, por lo menos al final, sino que en el breve espacio en que estaba, estaba haciendo lo que creí correcto, ¡¡¡y fué en forma espectacular!!! Ende.
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 05:40:22 +0000

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