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Conversando con mis amigos evangélicos sobre la autoridad de la Biblia A las 7:25 PM, por José Miguel Arráiz Categorías : Sola Scriptura y Juicio Privado Diálogo Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un nuevo diálogo ficticio en donde reflexionamos sobre la autoridad de la Biblia y su relación con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Como de costumbre los argumentos los he recogido de conversaciones que he tenido de este tema a lo largo de los años. Los nombres de quien participan no son reales. Miguel: Todo lo conversado ha sido muy interesante, y aunque hasta ahora todo los temas que hemos tratado lo hemos abordado con la Biblia en mano, no entiendo por qué los católicos dan tanta importancia a la tradición ¿No es acaso la Biblia la PALABRA DE DIOS, la única verdadera norma de Fe? Marlene: Si, yo tampoco entiendo por qué le dan tanta importancia, y con todo respeto, pienso que es una de las razones por las cuales se han ido apartando de la verdad. José: ¿Podrías explicarte mejor? Marlene: En la propia Biblia se atestigua el riesgo de que las tradiciones vayan tomando más importancia que la palabra de Dios al punto de desplazarlas. Ya Jesús advirtió a la clase sacerdotal de la época, los fariseos como esto les había ocurrido: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.” (Marcos 7,6-8). El apóstol Pablo también nos prevenía de esto: “Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo” (Colosenses 2,8). Si esto le pasó a la clase sacerdotal de la época ¿No crees que le pueda pasar a la Iglesia Católica hoy? José: Si lees con cuidado esos textos verás que se refieren a tradiciones de origen humano que contradecían la Palabra de Dios, pero cuando nosotros hablamos de la Tradición nos referimos a aquella que proviene de Cristo y los apóstoles[1] de las que también se habla en la Biblia y se ordenan mantener: “Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido” (1 Corintios 11,2), “Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis” (2 Tesalonicenses 3,6) o “Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros de viva voz o por carta” (2 Tesalonicenses 2,15). ¿Recuerdan esos textos? Miguel: La verdad no recuerdo haberlos leído en mi Biblia[2], pero ¿no se refieren precisamente a enseñanzas contenidas en ella? Después de todo, la enseñanza que recibieron de los apóstoles quedó escrita en la Biblia. San Pablo por ejemplo, atestigua haberles escrito siempre las mismas cosas: “Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor… Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad.” (Filipenses 3,1) José: Observa que el último texto que te mencioné deja claro que no se refiere solo a lo que les dejó escrito, porque habla de mantener “las tradiciones que habéis aprendido de nosotros DE VIVA VOZ o POR CARTA.” (2 Tesalonicenses 2,15). Si San Pablo hubiese querido dar a entender que solamente había que mantener las tradiciones que quedarían escritas en la Biblia no pidiera mantener aquellas que se transmitieron de forma oral o “de viva voz”. El texto que citas puede utilizarse para probar que San Pablo era insistente con las iglesias a las que escribía en algunos puntos, pero no que en sus cartas fuera a dar una completa explicación de todas las verdades reveladas[3]. De hecho, muchas cosas él da por hecho que los cristianos ya las conocen y no les deja una explicación escrita detallada. Marlene: Pero un mensaje al pasar de boca en boca es vulnerable a que se le deforme, porque cada persona puede agregarle o quitarle algo como podemos observar en la vida diaria, en cambio lo que queda escrito nadie puede alterarlo y permanece intacto. Las tradiciones pueden ser tergiversadas e ir cambiando a lo largo de la historia, lo que no sucede con la Biblia que es Palabra de Dios, recuerda las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24,35; Marcos 13,31; Lucas 21,33). José: La Tradición como la Escritura son formas de transmisión de un mismo mensaje que parte de una misma fuente: la Revelación divina. No creemos que la Tradición ha sobrevivido solo de manera oral, fue transmitida de esa manera en un primer momento[4], pero luego ha quedado atestiguada en los escritos de los primeros cristianos y padres de la Iglesia y en las decisiones de los Concilios. Miguel: Si José, pero los padres de la Iglesia no siempre estaban de acuerdo en todo y se solían contradecir mutuamente. ¿Cómo encontrar entre tantas opiniones discordantes cual es la verdad?. José: Porque para encontrar la interpretación correcta de la Revelación la Iglesia no acude a ellos individualmente sino a lo que llamamos consenso unánime de los padres[5]. Los Concilios por ejemplo, son un ejemplo perfecto para entender cómo los primeros cristianos llegaban a este consenso y es precisamente una de las maneras en que la Iglesia cristiana resolvía sus diferencias en algún problema doctrinal importante[6]. Miguel: Si, pero hoy que no tenemos los apóstoles vivos ¿no es más sensato simplemente quedarte con lo que enseña la Biblia? Después de todo el apóstol Pablo fue muy claro en advertirnos que “aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!ˮ (Gálatas 1,8) José: La autoridad conferida por Jesús a sus apóstoles no murió con ellos, y de eso podemos hablar más adelante. Respecto al texto que mencionas, es precisamente para no apartarse del evangelio que originalmente fue anunciado que la iglesia se sirve de la Tradición, y para comprender su importancia hay que conocer la forma en que la Iglesia desde sus comienzos formuló la doctrina cristiana. Para ello se fundamentó en tres pilares que no pueden separarse entre sí: ESCRITURA, TRADICION, y MAGISTERIO. La Escritura y la Tradición son medios de transmisión de la Revelación que fungen como principio material de teología, y el Magisterio es la autoridad instituida por Jesucristo para interpretar auténticamente lo transmitido, y es para nosotros nuestro principio formal de teología. Si solo tuviésemos un texto escrito, este pudiera ser interpretado de muchas maneras[7]. No es lo mismo leer un texto siglos después y ponerse a interpretarlo, que haber estado allá y tener a los apóstoles a la mano para explicarles todo a detalle. De esta manera la Tradición no solo ha permitido la transmisión del texto bíblico[8] sino la salvaguarda de su correcta interpretación. La intención de que esto fuera así queda clara en los textos paulinos: “y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros” (2 Timoteo 2,2). Así, si alguien incluso dentro de la propia Iglesia se apartaba en alguna doctrina importante para la Fe gracias a la Tradición se podía detectar que ese no era el sentido original del mensaje. Por otro lado, no es bíblico el modelo donde el creyente define por sí mismo cada doctrina en base a su interpretación subjetiva de la Biblia. Recuerda que San Pedro nos advertía: “Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2 Pedro 1,21) Miguel: Pero José, la Biblia tampoco habla de ningún “magisterio”. José: Cuando hablamos de Magisterio estamos hablando del oficio que fue encargado a los apóstoles y sus sucesores (los obispos) de enseñar de manera autorizada. El término “Magisterio” proviene del latín magisterium, y designa la cualidad del magister, «el que enseña, el maestro», y sabemos que el enseñar fue uno de los oficios instituidos por Jesucristo en la Iglesia: “El mismo dió a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo” (Efesios 4,11-12). Este oficio lo desempeñaron los apóstoles y posteriormente sus sucesores[9], y tenían bien claro que tenían la autoridad de parte de Cristo para ejercerlo “que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.” (1 Corintios 4,1), “Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos” (1 Tesalonicenses 2,7) Marlene: Pero de ser así, ¿Para qué Dios nos da el Espíritu Santo sino interpretar la Biblia por nosotros mismos?. El apóstol Santiago nos dice que “Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará” (Santiago 1,5). Y hay muchos textos como estos: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14,26), “la unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y NO NECESITÁIS QUE NADIE OS ENSEÑE. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas - y es verdadera y no mentirosa” (1 Juan 2,27) José: No he querido decir que no podamos interpretar la Biblia nosotros mismos con la ayuda del Espíritu Santo, eso es bueno y saludable, pero lo que no tenemos es un derecho absoluto a juicio privado en aquellos puntos en donde la Iglesia ejerciendo su Magisterio ha tomado una decisión definitiva. Un ejemplo de este ejercicio se vio en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15), en donde se resolvió el primer conflicto de peso en la Iglesia primitiva. Por un lado estaban los de tendencia judaizante que creían que los cristianos debían ser circuncidados (Génesis 17,9-12), por el otro estaban los apóstoles y presbíteros que determinaron asistidos por el Espíritu Santo que ya no era necesario[10]. Respecto a 1 Juan 2,27 si leemos el texto en su contexto vemos que el apóstol no pretende decir que la Iglesia no necesita maestros, un oficio que como hemos visto fue instituido por voluntad de Dios (Efesios 4,11-12) y estuvo presente siempre en la Iglesia primitiva, pues los cristianos “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hechos 2,42). Allí se habla específicamente de apóstatas que negaban que Jesús era el Mesías (1 Juan 2,18-26) y que no tenían nada que enseñar a los creyentes. Miguel: Me parece muy interesante nuestra conversación, pero quizá luego podríamos hablar más sobre esas tradiciones que provienen de la Iglesia primitiva. José: Con gusto.
Posted on: Tue, 20 Aug 2013 20:24:10 +0000

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