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« ( . . . ) Cuando los pueblos de España llegan a la modernidad, la idea del “Imperium”—ya esbozada por algunos de los monarcas asturleoneses—pasa a manos de Castilla. Pero cuando Castilla, la Castilla de los Habsburgo, quiere “el mundo” entero, se encuentra con nacionalidades ya hechas en Europa, con un feudalismo en declive, con una burguesía triunfante y una rebeldía protestante. Madrid, Roma y Viena fueron el triángulo de la Contrarreforma, del “Imperium” teocrático y ultramontano, en palabras de Spengler. Al referirse a Austria, nuestro filósofo habla incluso de la “Alemania Española”. Un Imperio hispánico subordinado a la Fe católica encubría, por su propio universalismo, el mosaico nacional que una misma corona católica aglutinaba. Por ello, el testigo fue recogido por Inglaterra y Prusia de muy diversa manera. En Inglaterra con su máxima del éxito y del enriquecimiento: otra manera de entender la voluntad faústica, el Imperio como empresa básicamente comercial. En el caso de Prusia, por medio del socialismo. Los grandes reyes prusianos, y Bismarck, repudian el enriquecimiento personal e inculcan al pueblo el sentido del deber, de la obediencia, de la jerarquía y la abnegación. Para Spengler esto es lo que significa la palabra socialismo. El socialismo degradado en su concepto es anarquismo, y su localización la centramos en Francia e Italia. Así pues, los grandes pueblos de Europa pueden ser clasificados en dos grandes grupos, según hayan aportado constructivamente a la idea de ese “Imperium” faústico, occidental: a) Tendencia edificante: —España: ultramontanismo, Imperio Católico al servicio de la Iglesia. —Inglaterra: capitalismo, Imperio Comercial al servicio de los particulares. —Prusia: socialismo, Imperio del trabajo como servicio a la comunidad, como deber y obediencia. b) Tendencia anarquizante: —Francia: revolucionarismo igualitario y sangriento, oclocracia. —Italia: particularismo de la ciudad-estado o pequeña república. Absolutamente, España aparece en la tríada germánica y faústica. Pero ha de notarse que el espíritu español, que para nuestro prusiano es el del caballero, el del soldado, el del conquistador ya ha visto pasar su hora. En la Europa de entreguerras se hablaba mucho de la “decadencia de las razas latinas”, al igual que hoy en día se estila el tópico de la “informalidad” de la Europa del Sur. Sin someter a un desarrollo específico el concepto de lo hispano, parece que España no es un pueblo con homogeneidad en las categorías mentales spenglerianas. Fue un pueblo inequívocamente faústico, y hay una línea directa de sangre y alma entre el vikingo o el caballero teutónico, por una parte, y el reconquistador hispánico-cristiano curtido en batallar al moro, así como entre los “aventureros” Cortés y Pizarro, que entregaban a Occidente mundos enteros sobre los que imperar. ( . . . ) »
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 10:29:33 +0000

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