Cuarenta años no es nada! en el dolor de la pérdida Gina Hoy me - TopicsExpress



          

Cuarenta años no es nada! en el dolor de la pérdida Gina Hoy me desperté sintiendo en mi corazón la certeza de que, aunque fue hace 40 años, la herida sigue abierta. Por los desaparecidos, por los y las que no piden perdón, por mis amigo y amigas que fueron llevados y no pude ver más. Por el día en que el ejercito entro en mi casa. Alejandra tenía solo 2 y medio años, y hasta ahora, tiene también una herida abierta. Además de ella y la Sra. Tina, que la cuidaba, éramos 4: Augusto y Caty, pareja de amigos entrañables, que habían tenido que salir de su casa por los riesgos que corrían; Juan, papa de Alejandra, y yo. Ellos fueron 60. Rodeando la casa y posicionándose en diferentes puntos del jardín, haciendo volar las hojas, (era setiembre, inicio de primavera) a ver si encontraban algo comprometedor, gritando y rebuscando papeles al interior de la casa, amenazando, insultando…. A los hombres los pusieron contra la pared, manos en la cabeza. Las mujeres no, recuerdo que estábamos paradas, con Alejandra, en uno de los rincones de la sala. Hubo solidaridad impagable de algunos oficiales jóvenes, que viendo, dijeron que no vieron nada! Solo se calmaron un poco al ver la foto del General Velazco con mi padre, cuando él estaba asumiendo creo que el cargo de Contralor y que en la tarde, medio en broma, medio en serio, Caty había dicho que mejor las pusiéramos muy visibles porsiacaso llegara la represión. Y eso nos salvo! No se fueron inmediatamente, pero bajaron el tono. Habían reconocido quien era ese general! De esta época también viene otra faceta de mi padre. Al comienzo no entendía mucho. Pinochet lo recibió, le regalo unas espuelas de gaucho que aún conservo, pero que hicimos limpia para quitarle el peso de la traición y la muerte. De esa época es también su enorme apoyo a los grupos de resistencia que tratábamos de formar, sin tener demasiada idea de cómo hacerlo: si enviando mensajes en tubos de pastas de dientes, si inventar nombres y buscar direcciones anónimas para enviar los documentos,…etc. Mientras discutíamos de esto calladamente en la sala de mi casa, mi padre estaba con Alejandra en el cuarto, claro que escuchando todo como pudimos comprobar luego, pues en un momento salió y dijo que lo que estábamos hablando no tenía sentido u y no iba a ser efectivo, que él podría dar algunas pistas y formas más efectivas de organizar la comunicación en resistencia, pero que yo debía salir de la sala, ir a cuidar a Ale, mientras el conversaba con ellos. Hubo acuerdo unánime de todos, así que no tuve más opción que salir d la reunión e irme al cuarto. Según supe después, los consejos habían sido de tremenda claridad, profesionalismo y eficiencia. Según supe también después, en esos días amigos muy queridos quisieron asilarse en la embajada de Perú, sin éxito (el embajador de ese momento fue muy poco colaborador, e impidió de muchas formas dar asilo a quienes lo pedían en la puerta de la embajada). Sin muchas alternativas, ellos fueron a la embajada de Costa Rica, que ya en ese momento estaba absolutamente llena con asilados. Ante el intento de decirles que no se podía, ellos dijeron que el general Vargas Prieto los había enviado. La embajada llamo a mi padre y, según él me conto después, sintió inicialmente tremenda indignación por el uso de su nombre sin su permiso; pero inmediatamente se acordó de los cadáveres en el Mapocho, de la represión insana que se estaba viviendo, y pensó que a lo sumo el arriesgaba su carrera, pero que ellos estaban arriesgando la vida, y contestó: si, yo los he enviado, bajo mi responsabilidad pido que les den asilo! Así fue como Natacha Molina y Arturo Sáenz, su esposo, e hijos, pudieron viajar primero a Costa Rica y luego establecerse en México, hasta el final de la dictadura. Quince días después mi padre llego a Chile, con dos aviones; agenciados también por un general de la aviación cuyo hijo se encontraba en Chile. Salimos a Lima cerca de 400 personas, entre ellas Susana Villarán y su familia, Rosa Guillen, Roberto… y otros que no se me olvidan. Volvimos a Lima, y la solidaridad con Chile en ese momento fue impresionante. Sara Beatriz Guardia fue una de las más activas y creativas en las campañas. Conseguimos en una ocasión que muchos de los pintores progresistas en ese momento cedieran alguna de sus obras para la campaña pro fondos para la solidaridad con los chilenos y chilenas que llegaban o que ya estaban acá. Si. Yo me hubiera quedado en Chile, si no hubiera sido por el golpe. Allí tenía mi familia extendida, mi militancia política, allí termine sociología, (me faltaba 1 año en Lima, en la facultad de sociología de la PUCP, que se convirtieron en dos años en la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, por la necesidad de revalidación: André Gunter Frank, Clodomiro Almeida, Enzo Faletto, Ruy Mauro Marini, Martha Harnecker, Teutonio dos Santos… fueron algunos de los profesores de ese periodo. Julieta Kirkwood (la única en ese momento con mirada feminista), Adriana Muñoz (ahora diputada), Natacha Molina (recién fallecida, hace un par de semanas), Kena Hola, Patricia Provoste, Caty Palma, fueron algunas de las entrañables amigas con las que compartía estudios y militancias. Al terminar los estudios, comencé a trabajar como asistenta del curso de Enzo Faletto sobre sociología política. El día del golpe, nos juntamos muy temprano en la Escuela de Sociología, en el barrio de Ñuñoa, tratando de pensar cómo enfrentar la situación. No hubo mucho que pudiéramos hacer, porque el toque de queda fue rápidamente lanzado. Logramos si, en los siguientes días, hacer contacto con las poblaciones cercanas donde habíamos trabajado, donde había militantes. Kena, manejando, mas de una vez tuvo que retroceder hacia otras calles, cuando la presencia de las guardias militares era demasiado evidente. También en esas primeras semanas vimos muchas veces cuerpos flotando en el rio Mapocho. No pude volver hasta 1986, porque tanto Juan, Alejandra y yo misma estábamos en la lista de los prohibidos de volver. Solo en 1986 se levanto esa prohibición y volví invitada por el Partido Socialista, aun en la clandestinidad. Y el 88, para la votación del plebiscito, viajé un mes entero, a trabajar por el triunfo del No rotundo contra la dictadura. Hoy me di cuenta que 40 años no disminuyen el dolor y el desconcierto de ver la esperanza de un pueblo brutalmente destrozada. Es una experiencia que, por suerte, no se olvida, y es la experiencia que ha nutrido mi mayor y más profundo compromiso con la democracia. Y mi cariño histórico, presente y futuro por Chile, mi segunda patria.
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 17:09:36 +0000

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