Cuento, El pequeño Joaquín. EL PEQUEÑO JOAQUÍN Todos los - TopicsExpress



          

Cuento, El pequeño Joaquín. EL PEQUEÑO JOAQUÍN Todos los ángeles se encontraban en el cielo, muy aplicados en sus clases, se les enseñaba cómo debían ayudar a las personas en la tierra. Algunos de ellos eran novatos y otros estaban listos para bajar y empezar su labor. Cierto día, en que unos ángeles se graduaban, el ángel mayor, con su lista en mano, empezó a nombrar a cada uno de los que debían bajar, por un error de quien escribió la lista, se leyó un nombre sin tomar en cuenta que se trataba de un novato. Éste no sabía cómo volar, cómo desaparecer y aparecer, en fin, tenía que seguir por completo el curso de ángeles, pero por ese malentendido, fue enviado directamente a la tierra. Cuando aterrizó, se dio cuenta de que fue un gran error el no haber dicho nada sobre su designación. El caso a él encomendado era el de ayudar a morir a un anciano de 97 años, quien por su carácter no permitía que nadie se le acercara en lo más mínimo. Joaquín, el ángel, por su inexperiencia, fue directamente hacia la casa del anciano y sin más, golpeó a su puerta; se presentó como una persona que trataba de ayudar al hombre. Don Modesto, más enojado que de costumbre. Cerró la puerta en las oorices a Joaquín diciéndole que se fuera tan pronto como había venido; Yo no necesito de la ayuda de nadie..., déjeme en paz, muchacho impertinente. Señor, usted no ha entendido, he sido enviado para ayudarlo a morir, replicó Joaquín. Don Modesto gritó nuevamente colorado de las iras, icómo que has venido a ayudarme a morir? El día que tenga que morir, lo haré solo y no necesitaré a nadie que me sostenga la vida para hacerlo. ¡No me molestes más!, exclamó, con todas sus fuerzas, el anciano, cerrando de un solo golpe la puerta. Joaquín, más confundido todavía, se preguntó, que cómo era posible que el anciano no deseara ayuda, a él le habían encomendado un trabajo y lo debía cumplir. Se sentó en la vereda de la calle para organizar un poco sus pensamientos; por un momento se quedó en silencio y pensó: tal vez no sabe quién soy, lo más prudente es que le haga saber que soy un ángel y que me han enviado a ayudarlo, de seguro entenderá todo y me permitirá cumplir con mi labor. Se levantó del suelo y por tercera ocasión se acercó a la puerta, don Modesto la abrió, quedó mirando a Joaquín y éste se adelantó diciendo: ¡espere, espere! No se enoje conmigo, yo he venido a ayudarlo porque soy un ángel y me han dado esta misión iahora entiende por qué estoy aquí? ¡Muchacho!... no sé de qué casa de salud te escapaste, pero si me sigues molestando ten la seguridad de que me vas a ayudar a morir ya que me provocarás un ataque de iras, que me moriré en menos de dos segundos, y si no desapareces llamaré a la ley para que te arreste. Joaquín se quedó parado junto a la entrada y, luego de pensarlo unos minutos, insistió y golpeó la puerta; don Modesto abrió y dejó caer sobre el muchacho un balde de agua fría: ¡te lo dije,... no necesito ayuda. ¡Déjame en paz, por favor! Para los ángeles, la primera regla era que si un humano les solicitaba algo como un favor, ellos jamás debían negárselo, fuese cual fuese el pedido. Escuchó las palabras del anciano y se retiró de la casa confundido, desconcertado al saber que no pudo cumplir con su encomienda. Pero, iahora qué vaya hacer? Supongo que tendré que regresar al cielo y tal vez me encomendarán otro caso. Hizo varios intentos de volar, daba saltos y saltos y no se elevaba ni un centímetro. Se subió a un árbol y aunque se impulsó con todas sus fuerzas, cayó contra el suelo; se propinó un golpe. Corrió desde un lado de la calle hasta el otro, tratando de tomar viada como si fuera un avión, pero sólo consiguió agitarse hasta sentirse mareado. Buscó por todo su cuerpo las alas, pero no las pudo encontrar en ningún lado, ¡Ajá! ¡...ahora entiendo; no puedo elevarme porque se olvidaron de colocarme las alas! Tengo que conseguir algo que se les parezca y, tan pronto las tenga, regresaré con mis amigos. Así, tomó hojas de un árbol y las unió entre sí, se colocó en su espalda, se subió a una pequeña colina y se lanzóa la aventura. No llegó muy lejos ya que cayó tan pronto como subió. Intentó ahora con unas sábanas que encontró colgadas en el patio de una casa, se las puso como una capa. Su intento se vio frustrado al momento en que éstas se le enredaron por todo el cuerpo, casi lo mataron de estrangulamiento. Un nuevo intento: tomó hojas de papel y dibujó las alas como si fuesen originales; se las colocó, pero no se percató de que en ese momento comenzó a llover y se le mojaron quedando totalmente destruidas. Bajo la lluvia., triste y sin saber qué sería de él, estaba convencido de que tendría que quedarse en la tierra para siempre por no tener alas para regresar, se sentó bajo un portal y se puso a llorar. Esa noche, por primera vez sintió frío, miedo y hambre. Para sí mismo, se preguntaba que cómo era posible que los humanos vivieran de esta forma sintiendo tantas cosas raras. La tierra era un lugar muy distinto al cielo, ahí jamás se sentía temor a nada, el ambiente siempre era cálido; a su alcance estaban frutas de todos los tamaños y colores. Si sentían la necesidad de comer, podían tomar todo lo deseado hasta sentirse satisfechos y jamás se sentían solos. Las horas pasaron muy lentas para Joaquín, su vestimenta era muy pobre y al amanecer, cuando la luz del día aclaraba poco a poco, se percató de que las personas que pasaban junto a él lo miraban con .recelo; por su aspecto pensaban que era un mendigo, uno más de los tantos que abundan en la tierra. Vio venir a una hermosa mujer vestida con un lindo traje, sus zapatos se podían oír desde lejos, pues eran de tacón muy alto y delgado; "al ser tan bonita, debía ser una persona muy buena", pensó Joaquín, quien llamó la atención de la señora diciendo: Por favor bella dama, ¿pudiera usted ayudarme? La mujer volteó su mirada al pequeño ángel y con voz muy enérgica lo sorprendió diciendo: aléjate de mí,... estoy yendo a mi trabajo, cuidado ensucias mi ropa, deja de molestarme. Joaquín, muy desorientado, intentó con otra persona. Vio acercarse a un adolescente que traía en su espalda una mochila, probablemente llena de libros; cuando estaba casi junto a él, quiso hablarle, pero el joven pasó a su lado sin regresar a ver. Nuevamente, Joaquín se quedó sin comprender lo que había pasado, ¿cómo era posible que en la tierra nadie tendiera la mano a quien estaba tirado en el suelo, necesitado de alguien que lo ayudara a levantarse? En el cielo nunca se daban situaciones como las que él estaba viviendo. Cuando alguien requería de ayuda, todos en el cielo lo sabían, no era necesario expresarlo para que miles de ángeles tomaran de su mano y lo levantaran. ¿Qué pasaba en la tierra? ¿Por qué la gente caminaba tan rápido y no regresaba a ver a ningún lado? No se preocupaban sino de ellos mismos; ¿cómo era posible ser tan insensibles? Joaquín se levantó y empezó a caminar sin rumbo, buscando algo o a alguien que pudiera ayudarlo, tal vez uno de sus amigos ángeles que habían sido enviados a la tierra, podría prestarle unas alas para ir al cielo. Caminó por horas, vio a muchas personas que pasaban junto a él, estaba muy confundido por el ruido que producían los pitos de los carros, sirenas de ambulancias, bomberos que se abrían paso entre los vehículos, ruido y más ruido que lo ensordecía. Por fin, a lo lejos, pudo divisar un parque; corrió hacia él y se internó, era como haber visto la luz en tanta oscuridad. Miró que había flores, pajaritos y niños jugando. Por un momento sintió alivio, se sentó en un columpio y se meció mirando cómo la gente, de cierta manera, se distraía dejando el ruido y las preocupaciones por unos momentos, para luego regresar a sus actividades. Ahora entiendo por qué hay ángeles en el cielo que se preparan tanto para venir a la tierra, aquí abajo la gente necesita de la ayuda celestial para poder sobrevivir entre tanta locura. No comprendo cómo se complican tanto, ¿por qué corren hacia ninguna parte?, ¿cómo no pueden fijarse en las cosas hermosas que tienen a su alrededor? y lo más grave, que destruyan esas cosas bellas que DIOS les regaló. Ahora sentía tristeza, no por él, sino por la gente que vivía en la tierra. Alzó sus ojos al cielo y dijo llorando: Señor, ayúdame a regresar al paraíso; este mundo me asusta mucho y no quiero vivir más aquí. Mientras tanto, en el cielo, ya se habían percatado del error: un ángel novato había bajado a la tierra sin ninguna preparación, sin conocimiento de lo que pasaba en ella, no había recibido ninguna instrucción de cómo ayudar o pedir auxilio. La misión de los ángeles era ayudar a los humanos a darse cuenta del gran error que cometían al ser tan individualistas y vivir en un mundo donde la violencia estaba presente. Debían estar junto a las personas, servirles de apoyo cuando ellas lo necesitaban y lo más importante, no juzgar a nadie por su condición. Para los humanos, uno de los más bellos regalos que DIOS les había dado era entregarle a cada uno un amigo, un verdadero amigo; un ángel que en todo momento y lugar, estuviera junto a ellos. Los ángeles en el cielo, miraron hacia la tierra para poder ubicar a Joaquín. Cuando lo vieron sentado en el parque, sintiendo lo que los seres humanos sentían cuando no tenían fe, pensaron que no sería conveniente traerlo de vuelta. Tenía que aprender una lección importante. Joaquín preguntaba: SEÑOR, ¿me escuchas? Ayúdame a regresar,... no quiero estar aquí, envía a uno de mis hermanos para que venga por mí, SEÑOR, ¿estás ahí? Joaquín no recibió ninguna respuesta. Las horas pasaron y la tarde iba llegando, más angustiado todavía y, al verse nuevamente solo, siguió caminando sin rumbo. Al llegar la noche, buscó un lugar para dormir. Esa noche estaba previsto que caería una tormenta, Joaquín se recostó sobre una vereda pensando en que DIOS lo había abandonado en el lugar más feo y triste de todo el universo. Pensaba que su vida terminaría sin la compañía de sus hermanos, en un mundo donde nadie se había dado cuenta de que estuvo en él. Cerró sus ojos y se durmió, acurrucado, sintiendo cómo caía el agua sobre su cuerpo. Llegada la noche, alguien lo tomó del brazo e intentó levantarlo: ¡Muchacho!,... ¿qué te sucede? ¿Por qué estás aquí mojándote en esta noche tan fría? ¿Acaso no tienes un lugar donde pasar la noche? Levántate, ven junto a mí y te quedarás esta noche en mi casa, mañana podrás regresar a la tuya. Joaquín abrió sus ojos y miró a un hombre que trataba de levantarlo, sin temor alguno se dirigieron a una hermosa casa, donde se podía ver desde afuera que salía humo de la chimenea. Al entrar, percibió un delicioso olor a comida recién cocida y fueron recibidos por una hermosa mujer que era la esposa de aquel caballero. Tan pronto como lo vio mojado, trajo una cobija y lo cubrió para darle calor a su cuerpo. Dispuso la mesa para que pudieran sentarse a comer sopa caliente. Al estar reunidos, preguntaron a Joaquín por qué estaba solo bajo la lluvia; él, sabiendo lo que había pasado con don Modesto al revelarle su identidad, sólo comentó que había llegado de un lugar muy lejano y que la persona que lo iba a recibir se negó a su compañía. Ahora no sabía cómo regresar a su casa y menos dónde quedarse hasta poder contactar con alguno de sus parientes. La mujer, mirando a su esposo, consintió que se que dara en su casa hasta que pudiera regresar a la suya. Joaquín muy confundido preguntó a la pareja que por qué ellos eran diferentes al resto de las personas; les contó que durante el tiempo que había estado en la ciudad, había visto mucho movimiento y todo tipo de gente y nadie se había percatado de su presencia aun cuando él estaba necesitado. La pareja se miró y, con paciencia, explicó al joven que las personas en la tierra no eran malas, sino que a veces se les olvidaba que estaban ahí por una razón, que se nos encomienda una labor para cumplirla; al escuchar esto, Joaquín saltó de su silla y preguntó, ¿son ustedes ángeles? Los esposos sonrieron y contestaron: ¡No muchacho! ¡No somos ángeles!,... creemos en ellos, pero no gozamos de tal privilegio; somos personas que confiamos en DIOS, esa es la forma de vivir con felicidad en un mundo como el que tú has constatado. Joaquín fue guiado hacia una habitación donde pasaría la noche. Entró y se quedó solo, se acercó a la ventana y con nostalgia vio a través del cristal un cielo grande lleno de estrellas de luminoso esplendor; desde la tierra, el cielo era diferente, era aún más bello. Empezó a llamar al SEÑOR, pero Él no le respondía, entonces comenzó a orar y de esta manera empezó a entender que las personas que habitaban el mundo no eran malas, viven tan rápido que se les olvidaba el verdadero motivo por el que estaban en la tierra, y por eso DIOS enviaba ángeles a ayudarlos. Su misión era la de complementarse para crear un mundo mejor, así dejó de llorar y sólo entonces pudo escuchar la voz de DIOS: ¿Joaquín, estás listo para que te envíe tus alas y poder regresar al cielo? Joaquín respondió: SEÑOR, ahora entiendo cómo es que uno puede ir al cielo, creo que sé lo necesario para poder ser un ángel en la tierra, si tú lo dispones puedo cumplir tu voluntad. Al otro día, la familia se levantó como de costumbre y encontró un papel sobre la mesa dándoles las gracias por su ayuda y una pequeña .frase que decía: Para llegar al cielo no es necesario tener alas, es necesario confiar en DIOS. Joaquín volvió a la casa del anciano y golpeó nuevamente la puerta. Él abrió y se quedó sorprendido de la insistencia del muchacho y le preguntó: ¿Quién eres y porqué me buscas tanto?, Joaquín respondió: Sólo soy un joven que necesita de su ayuda, al ser usted un hombre de experiencia, tal vez pueda contarme cosas que me servirán en mi futuro. El anciano se sintió halagado y permitió que el muchacho entrara a su casa y se pusieron a conversar. De esta manera, Joaquín pudo cumplir con su labor, convirtiéndose en un verdadero ángel. Autora: Adriana Reyes
Posted on: Wed, 09 Oct 2013 01:35:36 +0000

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