César estaba medio dormido. No se tenía en pie. Se había pasado - TopicsExpress



          

César estaba medio dormido. No se tenía en pie. Se había pasado todo el día jugando y se merecía ya un descanso. Buscó su osito, y se hizo un ovillo en el sofá. - ¡Qué sueño tiene mi niño! ¡A dormir, a dormir! – Decía mamá tratando, inútilmente, de cogerlo en brazos. - ¡No! ¡Yo no quiero ir a la cama! ¡No quiero, no quiero! – Lloriqueaba haciendo esfuerzos sobrehumanos para mantener los ojos abiertos. - ¡Si estás muerto de sueño! Si te duermes pronto, mañana iremos al zoo y conocerás muchos animales nuevos. ¡Qué más quería César que dormir! ¡Pero es que no podía! Aquella habitación tan divertida por el día se convertía en el cuarto de los horrores por la noche. - Mamá, ¿vas a dejar dada la luz del pasillo? - Sí, cariño, como todos los días. No tengas miedo, nosotros estamos a tu lado y no puede pasarte nada. Medio convencido se dejó llevar. Estaba deseando su cama blandita. Ya no podía más. Escuchó el chasquido del interruptor de su habitación, y el del pasillo. Todo estaba en orden. Se disponía a dormir, pero antes había que investigar por si acaso… - ¡Qué miedo! ¡Ya han llegado los lobos, las brujas, los monstruos y los duendes! – Pensó mientras metía la cabeza entre las mantas y se quedaba inmóvil para que nadie le descubriera. Allí estaba el ogro panzudo dispuesto a comerle, el fantasma que nunca dejaba de moverse, la bruja, el duende que… - ¡Que…que…que vieneeee! - ¡Jajaja, ¡que miedica es este niño! – Se divertía la bruja mientras César se agarraba con fuerza a su manta. - ¡Vete, vete! ¡Mamá, mamá! Mamá debía estar sorda porque allí no aparecía nadie. ¡Cómo le hubiese gustado llegar a la cama de sus papás y acurrucarse entre ellos! Pero ¿quién tenía valor para salir? ¿Y si le cogían? La angustia iba creciendo y un duende se iba acercando. - Tranquilo, soy el “Duende de la Oscuridad” y vengo a ayudar a los niños que tienen miedo. Quiero enseñarte un conjuro para que desaparezcan los monstruos. - ¿Sí? ¡Qué bien! Date prisa. Son muy feos. – Dijo César, no muy convencido de la eficacia de ese personajillo. - Esto es muy fácil. Cierra los ojos y repite conmigo: CARRAKÍS KUS KAS, LOS MONSTRUOS DESAPAREZCA YA. No era fácil aprendérselo, pero era un chico listo y enseguida lo dijo alto y bien pronunciado, no fuera que con el más mínimo error no surtiera efecto el conjuro. Abrió despacito los ojos y… !Qué horror! Allí seguían, amenazadores como siempre. - ¡Me has mentido! ¡Me has mentido! – Lloraba César desconsolado. - ¡Qué cabeza la mía! ¡Se me ha olvidado lo más importante! Cuando hayas dicho “carraskis kus kas, los monstruos desaparezcan ya”, te levantas de un salto y enciendes la luz. - ¿Y ya está? - ¡Ya está! Cerró los ojos un poco, y por el rabillo pudo comprobar que todos seguían ahí, más terribles si cabe. Era la hora de aplicar su fórmula mágica. - ¡CARASKÍS KUS KAS LOS MONSTRUOS DESAPAREZCAN YA! - Se levantó de un salto y encendió la luz. Esta vez, la magia se hizo. Todo estaba en orden y pudo dormir tranquilo. Y a la mañana siguiente… - Buenos días – dijo mamá retirándole la ropa de la cama - ¿Has dormido bien? - ¡Ya no tengo miedo! – Contestó al margen de toda pregunta. El Duende de la Oscuridad me ha enseñado a no tenerlo. - ¿El duende? ¿Qué duende? - ¡Ese! - Exclamó señalando a la estantería, sorprendiéndose de que también él se hubiera marchado. Mamá empezó a entender lo que le pasaba a Cesar. Apagó la luz y allí aparecieron el ogro panzudo, el fantasma, la bruja… - ¿Qué has hecho? ¿Por qué los has traído? – pataleaba César apretando los puños. ¡Se había deshecho toda su magia! - Yo no he traído a nadie. Es la luz del pasillo la que proyecta la sombra del balón, el gorro del payaso y de la marioneta, y a ti se te antoja que esas sombras son monstruos. Aún incrédulo, se dedicó buen rato a encender y apagar la luz, hasta que se convenció de que su madre tenía razón, y lo que le daba miedo, bien pronto se convirtió en diversión. Jugó con la sombra de su cuerpo y de sus manos, riéndose mucho al ver que salía un conejo, un perrito…y un montón de cosas que su imaginación transformaba en algo. Nunca más tuvo miedo. Desde entonces, cada vez que sentía sueño, decía tranquilamente: Mamá, llévame a la cama.
Posted on: Tue, 16 Jul 2013 06:35:06 +0000

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