DEFINICIÓN DE GRUPO DE CONSUMO (el texto es de mi grupo) Podemos - TopicsExpress



          

DEFINICIÓN DE GRUPO DE CONSUMO (el texto es de mi grupo) Podemos definir un grupo de consumo como un conjunto de personas de un mismo barrio o pueblo que se agrupan con el objetivo de poner en marcha un sistema de consumo alternativo al del sistema capitalista; es decir, un consumo respetuoso con el medio ambiente, ecológico, sostenible, que fomente relaciones directas entre productores y consumidores, elimine intermediarios, impulse el desarrollo rural de su zona y consolide circuitos cortos de comercialización. La definición anterior pone de manifiesto que todo grupo de consumo tiene una perspectiva claramente política. El tomar las riendas y cambiar nuestro modo de consumir nos posiciona frontalmente contra la estructura del capitalismo. Formando parte de un grupo de consumo eliminamos los intermediarios, creamos relaciones igualitarias entre productores y consumidores, construimos espacios asamblearios y auto gestionados, rompemos con el individualismo imperante, nos relacionamos con nuestros vecinos, favorecemos el desarrollo rural y damos un paso fundamental hacia la autogestión completa de nuestras vidas. En ese sentido, no podemos contemplar únicamente al grupo de consumo como una opción para “comer bien”, sino como una herramienta de transformación política y social, es decir, un nuevo campo al que llevar la lucha. Se trata, en definitiva, de construir una alternativa al sistema de producción –almacenamiento – distribución – venta de la industria, que encarece los productos y busca el beneficio económico por encima de todo, aun a costa de las condiciones de salubridad de los alimentos. En este momento es preciso mencionar que un grupo de consumo no tiene porqué limitarse tan solo a productos de alimentación. Pueden formarse grupos de consumo también para satisfacer otras necesidades como el vestido, la limpieza o el aseo personal. Finalmente, y de cara a la consolidación de redes potentes de economía alternativa, los grupos de consumo podrían aspirar, incluso, a la administración y gestión de servicios comunes como la salud, la educación o los cuidados. ORIGEN A finales de los años 80 y principios de la década de los 90 comienzan a aparecer los primeros grupos de consumo en el estado español. El nacimiento de estos primeros grupos está ligado a militantes de los movimientos sociales de la época (en Andalucía, por ejemplo, algunos de estos grupos de consumo eran políticamente cercanos al Sindicato de Obreros del Campo). El otro aspecto que justifica el aumento de este tipo de iniciativas es el descontento social con respecto a este sistema explotador y aniquilador de toda forma de vida. La gente se está dando cuenta de que la única forma de defender sus intereses comunes es auto organizándose, poniendo en marcha sus propias alternativas, creando espacios autónomos y auto gestionados. En este aspecto los grupos de consumo juegan un papel fundamental, ya que la alimentación es un recurso básico e indispensable cada vez más caro y vulnerable a la rapacidad de los grandes conglomerados empresariales. En ese sentido, formando parte de un grupo de consumo podemos cambiar lo anterior, ya que logramos acceder a alimentos más sanos y en condiciones económicas más justas (tanto para productores como para consumidores), además de favorecer el desarrollo rural y la conservación del medio ambiente. FUNCIONAMIENTO No podemos obviar que el “boom” de lo ecológico no ha pasado desapercibido para nadie, y mucho menos para el capital, lo cual ha atraído hacia este campo a gente que tan solo busca hacer dinero con esto (la inmensa mayoría, por desgracia). Se puede funcionar con cestas abiertas como las de “A freír espárragos” o con cestas cerradas, es decir, el productor distribuye los productos disponibles en cantidades iguales para todas las cestas. Trabajar así sería lo ideal, es la forma más justa para el productor (ya que de otra forma podría haber demasiada demanda de algunos productos y excedentes de otros). Trabajar con cestas cerradas agiliza el trabajo, supone una tranquilidad para el productor (sabe que todo lo que siembre va a tener salida) y también como consumidores nos obligamos a probar nuevos productos, adaptándonos a la temporada de cada cultivo y a las hortalizas disponibles en cada momento. Un ejemplo para este punto. Nuestro productor -como decimos, un miembro más del grupo- ha sufrido heladas en el huerto a causa de las bajas temperaturas que hemos tenido durante este último mes, perdiendo gran parte de la cosecha. Las últimas cestas han venido muy mermadas y tendremos que hacer un parón (recogemos cesta cada 15 días) para dar lugar a que se recupere el huerto. Ante esta situación, estamos tratando en asamblea de qué manera podemos abordar el problema. Por lo pronto, a las últimas cestas se les añadió una pequeña aportación económica por parte de todos los compañeros y compañeras para sufragar en parte las pérdidas ocasionadas. Si esto no fuese un grupo de consumo el problema sería únicamente del agricultor. Otros dirían: que se las apañe, después de todo, las heladas y las plagas son riesgos derivados de su actividad, ¿no? Pues precisamente es con todo este tipo de razonamientos con los que pretendemos romper definitivamente. Otro aspecto que queremos resaltar es que el productor también forma parte del grupo de consumo. Aquí es interesante remarcar que los intereses del grupo son comunes. No podemos diferenciar dentro del grupo entre consumidores y productores, reduciendo el enfoque a una mera actividad mercantil. El agricultor participa de las asambleas y de la vida orgánica del grupo; no debe ser simplemente una persona que recibe el pedido de cestas de verdura cada una o dos semanas y punto. Los objetivos son comunes y por tanto debemos de trabajar de la mano, codo con codo. No podemos dejar de lado la labor de difusión de la actividad a nivel de los barrios. A través de la organización de cenadores con productos de la huerta, proyecciones de documentales, charlas, etc., logramos difundir la labor del grupo, despertar la conciencia social de la gente que se acerca, autofinanciarnos para elaborar material (pegatinas o panfletos) y ayudar a que otra gente ponga en marcha actividades de este tipo. En ese sentido, creemos que lo fundamental es fomentar el debate sobre la necesidad de un consumo responsable, consciente, que deslegitime el consumismo salvaje, y por ello consideramos que parte de nuestra labor es animar a que cada vez más personas se auto organicen en este campo. ECOLOGISMO, SOSTENIBILIDAD Y SOBERANÍA ALIMENTARIA Desde el final de la Segunda Guerra Mundial y tras la posterior consolidación del Estado del Bienestar, el sistema capitalista ha centrado la mayoría de sus esfuerzos en aumentar exponencialmente la cantidad de bienes y servicios producidos, creando a su vez un gran número de necesidades artificiales para elevar la demanda y aumentar los beneficios. Esta lógica enfermiza del estado-capital nos ha conducido a la sociedad actual: la sociedad de consumo, en donde lo importante no es la salud (física y psíquica) de las personas o la sostenibilidad del planeta, sino el aumento de las ganancias por encima de cualquier otra cosa. El ser humano ha pasado a ser un consumidor nato. La agricultura ecológica es un sistema global de gestión de la producción que incrementa y realza la salud de los agrosistemas, inclusive la diversidad biológica. Esto se consigue aplicando métodos agronómicos, biológicos y mecánicos, en contraposición a la utilización de materiales sintéticos para desempeñar cualquier función específica del sistema. Dicho esto, también conviene resaltar que no es oro todo lo que reluce. Allí donde hay una oportunidad en forma de negocio encontraremos al “libre mercado”, con su potente aparato político-militar detrás. Y es que, en la actualidad, la mayoría de la agricultura ecológica “oficial” está en manos de grandes empresas capitalistas subvencionadas por los diferentes estados, especializadas mayoritariamente en la exportación (con la utilización de circuitos largos de comercialización y enormes cadenas de intermediarios que todo ello conlleva); empresas poseedoras de grandes latifundios donde abunda el monocultivo que tan dañino resulta para la riqueza orgánica de la tierra y la extensión de las plagas, a lo que hemos de sumar los precios abusivos que engordan sus cuentas de ganancias (con ganancias en algunos casos superiores a los de la agricultura convencional). A todo esto habría que añadir que las empresas certificadoras de lo ecológico no avisan en ninguno de sus productos de la utilización sistemática de sustancias (permitidas) tóxicas para el organismo, como el cobre o el azufre, (mineral altamente tóxico y venenoso, más que el cianuro), utilizados para combatir ciertas plagas, su eliminación es traumática para el organismo, pero existen grados de intolerancia, hasta cuadros alérgicos graves que necesitarán de hospitalización para evitar llegar al grado más extremo, la muerte por choque anafiláctico. Tampoco podemos olvidarnos de las aguas altamente contaminadas usadas en algunos casos para el riego. Producción y consumo son las dos caras de la misma moneda y por tanto hay que actuar progresivamente en ambas de manera que lleguen a integrarse en un proyecto donde no haya consumidores por un lado y productores por otro, sino que dichos papeles se difuminen hasta llegar a confundirse. Es fundamental ir poco a poco reduciendo las relaciones que mantenemos con el mercado estatal-capitalista. Y todo lo anterior para lograr la soberanía alimentaria, es decir, un sistema que priorice el saber tradicional del medio rural propio de cada comunidad y donde queden garantizados el libre acceso a la tierra, a las semillas y al agua como bien público repartido conforme a criterios de justicia, sostenibilidad y solidaridad. LOS GRUPOS DE CONSUMO COMO HERRAMIENTAS DE TRASNFORMACIÓN SOCIAL Todos y todas sabemos que el consumismo desaforado es uno de los puntales estructurales del sistema capitalista. La expansión del consumo de masas tiene su base en una serie de transformaciones que ya se vieron principiadas a inicios del siglo XX y que se consolidaron tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, a partir de la década de los cincuenta se produce un explosivo aumento de la demanda de productos y servicios que viene provocada, qué duda cabe, por el aumento de la capacidad adquisitiva de las clases medias creadas para el consumo y así enriquecer a los estados del primer mundo, pero también por la generalización y perfeccionamiento de los sistemas de crédito y financiación pensados para anular la libertad de los ciudadanos mediante el endeudamiento. Junto a ello no podemos olvidar que buena parte del aumento de la demanda de bienes y servicios de la que hablamos viene dada también por la multiplicación de los canales de publicidad y propaganda mercantilista ocasionada por la irrupción de aparatos como la televisión. Todo este proceso, en el que, no lo olvidemos, juega un papel de primer orden el abaratamiento de los costes de producción, ha tenido continuidad a lo largo del pasado siglo a través de un cada vez más efectivo (para los capitalistas) sistema internacional del trabajo, que paulatinamente ha ido derivando toda la base fabril del sistema productivo internacional hacia los países periféricos con menos derechos laborales y salarios más bajos, entre los que en breve también estará situada España. Este hecho, que en occidente ha significado la destrucción de millones de puestos de trabajo a raíz de la deslocalización productiva, ha hecho posible, sin embargo, el suministro al primer mundo de una ingente cantidad de productos a bajo precio que han posibilitado el crecimiento sostenido de la demanda y, por tanto, el aumento exponencial de los beneficios empresariales de las clases dirigentes de la plutocracia internacional. Se antoja perentorio plantear un modelo de consumo alternativo tendente a erosionar paulatinamente esta cultura consumista alienante y criminal. En ese sentido, la consolidación, junto a otra serie de alternativas, de grupos de consumo auto gestionados y de carácter anticapitalista, puede resultar determinante a la hora de poner en pie una estrategia que, por un lado, ayude a derribar el sistema capitalista y, por otro, articule un modelo de consumo antagonista que nos permita vivir de otra manera, sin duda más justa con la naturaleza, el medio rural y los sectores de la clase trabajadora más expuestos a la rapacidad de los mercaderes. Consecuentemente, y en base a lo anterior, entendemos que los grupos de consumo tienen que ser una más de las herramientas de las que se dote a las personas, para plantar cara de manera integral a un sistema, el capitalista, que tiene en la expansión irracional de nuestras necesidades una de sus más perfeccionadas herramientas de sometimiento.
Posted on: Wed, 03 Jul 2013 05:01:38 +0000

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