DISCAPACIDAD Y TRABAJO En nuestros días no es - TopicsExpress



          

DISCAPACIDAD Y TRABAJO En nuestros días no es ninguna novedad decir que las fuentes laborales no han sido para nada generosas con un gran sector de argentinos. A esta grave situación se agrega que en ninguna época los ciudadanos lisiados tuvimos igualdad de condiciones para acceder a empleos dignos. De aquí se observa que esta franja social fue y es la segunda clase pasiva del país. Los gobiernos, salvo una paradójica excepción, no han tenido en cuenta la necesidad de trabajo que tenemos. Sólo escasos sociólogos y psicólogos se han preocupado por este problema, que no han pasado de sus ensayos. Tal vez esta segregación ocurra por una suerte excesiva protección hacia los lisiados, la que llegó a la castración, a escamotearnos y privarnos el derecho del trabajo remunerado, el que es reemplazado por darles a nuestros padres o tutores una suma equis para los gastos que grosso modo podamos ocasionar, u otorgarnos una pensión también azarosa y magra. Ninguna de estas medidas es la correcta, porque lo acertado sería que luego de cumplir la mayoría de edad deberíamos obtener la seguridad de un empleo, y no englobarnos a priori en la “invalidez”, calificativo que tiene una vaguedad similar a la de “discapacidad”. Es sabido que hay trabajos que no son impedimentos para que los desempeñemos personas lisiadas en forma normal, sin contar aquellas ocupaciones que se pueden modificar a las capacidades del trabajador, las que son harto numerosas, y no es necesario invertir sumas elevadas. Ningún gobierno democrático, salvo una paradójica excepción, contempló este importante y grave problema para los argentinos que con nuestros potenciales intelectuales y voluntades intactas, hemos sido y somos desplazados del mercado laboral, pues tanto los empleadores públicos como los privados rechazan a los postulantes lisiados por nuestra sola presencia. Esto sucede mientras los gobiernos nacionales, sea cual fuere su color, se jactan de que en nuestro territorio no existen las discriminaciones, por lo que aceptamos abiertamente a todas las etnias con sus costumbres y credos que deseen habitarlo, lo cual es muy cierto. Pero esto no resuelve el problema de la segregación en nuestro país, puesto que la padecemos los mismos argentinos, especialmente aquellos que tenemos dificultades físicas, sensoriales, motrices o de cualquier otra índole, que pese a nuestros esfuerzos no encontramos respuestas satisfactorias para integrarnos a todos los ámbitos de la sociedad, la que desde 1990 ha ido incrementando un manifiesto estado de exclusión, el que beneficia a los sectores que comparten el modelo de subordinación a los países capitalistas. Anteriormente dije que escasos psicólogos se han ocupado teóricamente del problema laboral de los ciudadanos lisiados. Entre estos profesionales se encuentran las licenciadas en psicología Norma Capace y Nélida Lego, autoras del libro “La Discriminación del Discapacitado”. De este trabajo extraigo las propuestas de la Recomendación Nro. 99 de 1955 de la Organización Internacional Trabajo, que recomienda: “Se debería poner a disposición de todos los inválidos medios de adaptación y readaptación profesionales, cualquiera sea el origen y la naturaleza de su invalidez y cualquiera sea su edad, siempre que sean preparados para ejercer un empleo adecuado y tengan perspectivas razonables de obtener y conservar tal empleo. “Se deberían adoptar todas las medidas necesarias y factibles para crear o desarrollar servicios especializados de orientación profesional destinadas a los inválidos que necesiten ayuda para elegir o cambiar de profesión... “...Los principios, medidas y métodos de formación profesional que de modo general se apliquen a la formación de las personas no inválidas deberían ser aplicados a los inválidos, siempre que lo permitan las condiciones médicas y pedagógicas... “La formación profesional de los inválidos debería, en todo lo posible, poner a los interesados en condiciones de ejercer una actividad económica que les permita utilizar sus conocimientos o aptitudes profesionales, habida cuenta de las perspectivas de empleo... “...Los inválidos deberían, en todo lo posible, recibir formación profesional junto a trabajadores no inválidos y en las mismas condiciones... “...Se deberían crear y desarrollar medios especiales para la formación profesional de los inválidos que, en particular por la naturaleza o gravedad de su invalidez, no puedan recibir esta formación en compañía de trabajadores no inválidos... “...En todos los casos en que sea posible y apropiado, entre estos medios deberían figurar: a) escuelas y centros de formación, comprendidos los internados; b) cursos y cursillos especiales de formación para ocupaciones determinadas; c) cursos de perfeccionamiento para inválidos... “...Se deberían adoptar medidas que estimulen a los empleadores a proporcionar formación profesional a los inválidos, dichas medidas deberían comprender, según las circunstancias, asistencia financiera, técnica, médica y profesional... “...Deberían adoptarse medidas en estrecha colaboración con las organizaciones de empleadores y de trabajadores, para aumentar al máximo las oportunidades de empleo de los inválidos y para que puedan obtener y conservar un empleo... “...Estas medidas deberían basarse en los siguientes principios: a) los inválidos deberían tener la misma posibilidad que los trabajadores no inválidos de ingresar en los empleos para los cuales están calificados; b) los inválidos deberían tener plenas oportunidades para aceptar un empleo que les convenga con un empleador a su elección; c) se debería hacer hincapié en las aptitudes y capacidad para el trabajo y no en su invalidez”... Estas recomendaciones, al término de sus cincuenta y dos (52) años deberían estar indiscutiblemente instaladas en nuestra sociedad, ya que muestran muy claro el lugar laboral que deberíamos ocupar las personas lisiadas en un país en donde desde hace 7 años gobierna un partido que postula la justicia social. Si bien esta desatención no es exclusiva de este mandato, pues, reitero, ningún gobierno nacional se ha preocupado por el problema laboral de la población con discapscidad, es hora de comenzar a tomar con máxima seriedad esta cuestión que tiene múltiples carencias, que con buena voluntad e inteligencia se pueden solucionar, y así proseguir siglo XXI sin barbaries antisociales, las que nos permitirán construir una nación sólida y próspera, de la que también los lisiados debemos ser hacedores. He aquí la paradoja que mencioné más arriba: En 1981, próximo al ocaso del último gobierno de facto, se promulgó la ley provincial 9.769, la que fue reemplazada en 1988 por la ley 10.592. Ambas reglamentaciones abogan por los derechos y garantías de las personas lisiadas. Respecto al trabajo establecen lo siguiente: “El Estado Provincial, sus organismos descentralizados, Empresas del Estado, Municipalidades, Entidades de Derecho Público no Estatales creadas por ley y Empresas Privadas subsidiadas por el Estado, deberán ocupar a personas discapacitadas que reúnan condiciones de idoneidad para el cargo, en una proporción no inferior al cuatro (4) por ciento de la totalidad de su personal, con la modalidad que fije la Reglamentación”. Este es el texto del artículo 8vo. de la disposición, que no difiere en su esencia del decreto-ley que lo antecede, ni de la ley nacional 22.431. En este punto me pregunto: ¿Por qué un gobierno impuesto, que tiene en su haber múltiples asesinatos y vejaciones atroces de toda índole, que han dejado un sector nada despreciable de argentinos jóvenes, en su mayoría, trastornos e impedimentos graves, promulga leyes tan beneficiosas? Segunda pregunta: ¿Por qué estas leyes (la nacional y la provincial) muy ventajosas para las personas con discapacidad no se cumplen tal cual están redactadas? Mi conclusión es que los gobiernos democráticos no se ocupan del tema, o si lo hacen, no lo divulgan suficientemente, porque no cometieron tales males, en tanto que la última dictadura probablemente con los decreto-leyes 22.431 y 9.769 haya pretendido mitigar sus culpas. Aunque esta hipótesis no es convincente, si nos guiamos por las declaraciones de los promotores de aquella terrorífica época, Platón en su “República” dice que: “todo gobierno actúa de acuerdo con sus intereses personales, sin preocuparle sus gobernados”. Pese a su antigüedad este concepto, no ha perdido su vigencia en ningún tipo de gobierno, cosa que en lo que respecta a nuestro país está sobradamente comprobado. El trabajo debidamente remunerado, lo que hoy es bastante difícil, pues casi ningún trabajador lo tiene, es muy importante para las personas lisiadas, ya que la autosustentación nos permite obtener una particular autonomía que desemboca en la libertad de nuestro propio ser, que a la vez nos incorpora al sistema social actual, el cual es netamente consumista. De hecho, por nuestras afecciones, las personas lisiadas consumimos más que un individuo sano, ya que necesitamos atención médica permanente, remedios, manutención de prótesis (sillas de ruedas, bastones, muletas, manomóviles, etc.), y desde ya vivienda, comer y vestir. Recordemos que no todas estas personas cuentan con obras sociales, y en caso de poseerlas, estas no cubren todas las necesidades expuestas. Sólo para satisfacer estas urgencias nos es imprescindible trabajar. En caso de que queramos estudiar, esta posibilidad también es un imposible, porque si no tenemos un apoyo económico sustancial este propósito queda anulado, y aunque nuestros familiares o amigos puedan ayudarnos monetariamente. Esto no arregla en su raíz el problema, porque siempre estaremos dependiendo de lo que se pueda dar, y nunca nos sentiremos dueños de nada. Por supuesto descarto, por lo dicho, todo tipo de diversión. Esta falta de recursos nos condena a las personas lisiadas a la desocialización, y por lo tanto a un aplastamiento intelectual, que disminuye más las posibilidades de obtener un empleo digno. Aquí encuentro otra paradoja: La preparación de una persona lisiada no siempre juega a favor para conseguir un empleo, sino, más bien, esta preparación suele sumarse a los contratiempos para que podamos conseguir trabajo. Una de las causas puede ser que a más preparación el trabajador tiene más jerarquía, y por esto, supuestamente, se le debería pagar más, limitándose a su tarea específica, y no efectuando labores que estén fuera de su campo. Esta puede ser -repito- una de las tantas razones por las que las personas lisiadas no podamos acceder a un empleo. Por otra parte existe la desconfianza o el prejuicio. Es muy raro que una persona “normal” requiera los servicios de un profesional lisiado, por excelente que sea este. Si tomamos en cuenta estos ejemplos, que no son todos hipotéticos, podemos afirmar que el problema del desempleo de las personas lisiadas no sólo se debe a la carencia de empleo que sufre la mayoría de la población argentina, sino también se debe al concepto generalizado que tiene el ciudadano común respecto a la franja social a la que me referí. Dannyy
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 00:07:51 +0000

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