DOMINGO 16 del Tiempo Ordinario - Ciclo "C" - 21 de Julio de 2013 - En la Primera Lectura del dÃa de hoy vemos a Abraham siendo visitado por el Señor. Nos dice asà la Escritura: “En aquellos dÃas el Señor se apareció a Abraham junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda ...†Y Abraham de inmediato comienza a atender al Señor. Algo similar vemos en el Evangelio: el Señor va a visitar a sus amigos, Lázaro, Marta y MarÃa, quienes eran hermanos. Y Marta se afana por atender a Jesús, al punto que reclama al Señor que MarÃa no la ayuda. Y el Señor le da a una respuesta un tanto desconcertante ... como a veces son las respuestas del Señor. Si bien estas Lecturas nos muestran el servicio a Dios en forma de atenciones domésticas, ante la visita de alguien tan importante como el Señor, debemos tener en cuenta que servir a Dios es sobre todo hacer su Voluntad, es complacerlo en todo. Servir a Dios es estar a sus órdenes: dejar que El sea quien nos dirija. Servir al Señor es buscar complacerlo en todo. Para poder ver esto, observemos, entonces, la actuación de estos personajes que nos presentan las Lecturas de hoy. Abraham es nuestro padre en la fe. Su caracterÃstica principal fue una fe indubitable ... una fe inconmovible ... una fe a toda prueba ... y una confianza absoluta en la Voluntad de Dios. Por eso se le conoce como el padre de todos los creyentes. A Abraham Dios comenzó pidiéndole que dejara todo: Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre. Y sale sin saber a dónde va. Ante la orden del Señor, Abraham cumple ciegamente. Va a una tierra que no sabe dónde queda y no sabe siquiera cómo se llama. Deja todo, renuncia a todo: patria, casa, estabilidad, etc. Da un salto en el vacÃo en obediencia a Dios. ConfÃa absolutamente en Dios. Abraham sabe que su vida la rige Dios, y no él mismo. Dios le exigió mucho a Abraham, pero a la vez le promete que será padre de un gran pueblo. Y Abraham cree, a pesar de que todas las circunstancias parecen contrarias a esta promesa. Por un lado, su esposa Sara es estéril y él ya cuenta con la edad de 75 años para el momento de la promesa. Pero Abraham cree por encima de las circunstancias humanas. Pasa el tiempo ... pasa ¡bastante tiempo!, desde que Dios le hizo su promesa a Abraham ... pasan ¡24 años! ... Ya Abraham tiene 99 años ... y Sara sigue estéril. En esas condiciones y en ese momento tiene lugar la visita del Señor a la tienda de Abraham que hemos visto en el Primera Lectura. Recordemos que al final de la visita le dice: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijoâ€. Y asà fue: al año siguiente, a un hombre de 100 años y a una mujer estéril de 90, les nace un hijo (Isaac), el hijo por el cual la descendencia de Abraham será tan numerosa como las estrellas del cielo, el hijo por el cual será Abraham padre de un gran pueblo, padre de todos los creyentes. Han sido 24 años de larga espera. Y cuando lo que era difÃcil parecÃa ya imposible, Dios cumple su promesa. La lógica de Dios es distinta a la lógica humana. Los planes de Dios son diferentes a los planes de los hombres. Los planes de Dios no se realizan como el hombre quiere, sino como Dios quiere. Los planes de Dios no se realizan tampoco cuando el hombre quiere o cree, sino cuando Dios quiere. A veces nos es más fácil hacer lo que Dios quiere, que hacer las cosas cuando Dios quiere. A veces nos es más fácil cumplir la Voluntad de Dios, que tener la paciencia para esperar el momento en que Dios quiere hacer su Voluntad. Comienza a crecer el hijo de la promesa. Cuando ya todo parece estar estabilizado, Dios interviene nuevamente para hacer una exigencia “ilógica†a Abraham: le pide que tome a Isaac y que se lo ofrezca en sacrificio. Este tal vez sea uno de los episodios más conmovedores de la Biblia. Dios vuelve a exigirle todo. Ahora le pide la entrega de lo que Dios mismo le habÃa dado como cumplimiento de su promesa: Isaac debe ser sacrificado. Abraham obedece ciegamente, sin siquiera preguntar por qué. Sube el monte del sacrificio para cumplir el más duro de los requerimientos del Señor. Y en el momento que se dispone a sacrificar a su hijo, Dios lo hace detener. Abraham creyó y esperó: creyó contra toda apariencia, esperó contra toda esperanza ... y también esperó el momento del Señor Veamos ahora a Marta y MarÃa en el Evangelio de hoy. Marta se encontraba muy atareada con los quehaceres domésticos. Y su hermana MarÃa se encontraba a los pies del Señor escuchando su Palabra. Marta le reclama a Jesús la aparente inactividad de su hermana y su injusticia al no ayudarla. Y decÃamos que la respuesta del Señor era desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad una sola cosa es necesaria y MarÃa escogió la mejor parteâ€. FÃjense lo que le dice el Señor a Marta: el estarse en la oración a la escucha de la Palabra del Señor (es decir: el estarse a los pies del Señor), no sólo es la mejor parte, sino que es lo único necesario. Si Marta representa el prototipo de la actividad y MarÃa el de la oración ... podrÃamos preguntarnos: ¿qué significa esta respuesta del Señor? ... ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ... ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar? ... ¡Dónde queda mi responsabilidad! La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida. Olvidamos que Dios todo lo dispone. En eso no nos parecemos en nada a Abraham, que sabÃa que era Dios quien regÃa su vida. Recordemos cómo esperaba contra toda apariencia. Los hombres de hoy no nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros. Nosotros nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida ... y no vemos la acción de Dios en nosotros ... ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno de nosotros! Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida: es Dios quien las lleva. Pero el problema es que andamos como Marta, sólo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación Ãntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su Voz en la oración. Si andamos ocupados y preocupados sólo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración. “La mejor parte†a la que se refiere Jesús es justamente esa “aparente†inactividad de MarÃa. “La mejor parte, la única necesaria†es justamente la “aparenteâ€inactividad de la oración. En la oración, en la oración verdadera -esa oración en la que se busca al Señor para servirle en lo que El desea, esa oración que es asidua, que es diaria ... en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad. Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros. Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla ... y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento de su Voluntad. Es asÃ, como la oración nos lleva a la verdadera acción: es decir, la acción que desea el Señor de nosotros; no la que nosotros nos buscamos o nos inventamos, que casi nunca coincide con la que Dios quiere de nosotros. Se da, entonces, el balance entre MarÃa y Marta; es decir, el balance entre la oración y la acción. Se da, entonces, la acción como fruto de la oración. Y se da, sobre todo, esa entrega absoluta a la Voluntad de Dios que vemos en Abraham y esa fe inconmovible -a toda prueba- que tenÃa nuestro padre en la fe. De no ser asÃ, no sólo en nuestra vida personal, sino también en la actividad apostólica podemos equivocarnos, confundiendo nuestros propios caminos con los Caminos del Señor, pensando que ya sabemos cuál es el Camino, sin antes haber pasado, como MarÃa, la hermana de Marta, muchas horas “a los pies del Señorâ€, para que El nos indique qué desea de nosotros, cuál es Su Camino, cuál es Su Voluntad. Si para nuestra actividad diaria y nuestra actividad apostólica requerimos de la oración verdadera, ¿qué decir de la importancia de la oración para poder seguir el ejemplo de San Pablo sobre el sufrimiento? La Segunda Lectura (Col. 1, 224-28) nos trae la famosa frase del Apóstol: “Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque asà completo lo que falta a la pasión de Cristo en mÃ, por el bien de su Cuerpo que es la Iglesiaâ€. ¿Cómo poder tener esa actitud de aceptación del sufrimiento por el bien de los demás y de la Iglesia si no recibimos esa gracia de oblación, de inmolación precisamente en la oración, estándonos muchos ratos a los pies del Señor, para que El mismo nos enseñe a imitarle? Recordemos al Papa Juan Pablo II. El, que fue un ejemplo de ese deseado balance entre silencio y actividad, nos dijo: “El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oÃr Su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle†(JP II, 30-4-96). Con el Salmo 14 nos hemos preguntado ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?. El Salmista nos da varias caracterÃsticas del hombre que es grato a Dios. Nadie más grato que quien busca la Voluntad de Dios en la oración verdadera, sincera, entregada y atenta a lo que Dios nos pide. AsÃ, podremos ser justos, como la descripción del salmista. Pero, además, toda nuestra actividad será lo que Dios quiere y espera de nosotros, pues viviremos de acuerdo a sus deseos en todo. 1ª Lectura (Gn 18, 1-10) Lectura del libro del profeta IsaÃas. Un dÃa, el Señor se le apareció a Abraham en el encinar de Mambré. Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda, a la hora del calor más fuerte. Levantando la vista, vio de pronto a tres hombres que estaban de pie ante él. Al verlos, se dirigió a ellos rápidamente desde la puerta de la tienda, y postrado en tierra, dijo: "Señor mÃo, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases junto a mà sin detenerte. Haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles; traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo". Ellos le contestaron: "Está bien. Haz lo que dices". Abraham entró rápidamente en la tienda donde estaba Sara y le dijo: "Date prisa, toma tres medidas de harina, amásalas y cuece unos panes". Luego Abraham fue corriendo al establo, escogió un ternero y se lo dio a un criado para que lo matara y lo preparara. Cuando el ternero estuvo asado, tomó requesón y leche y lo sirvió.. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor. Salmo responsorial (14) R .¿Quién será grato a tus ojos, Señor? L. El hombre que procede honradamente y obra con justicia; el que es sincero en sus palabras y con su lengua a nadie desprestigia. /R. L. Quien no hace mal al prójimo ni difama al vecino; quien no ve con aprecio a los malvados, pero honra a quienes temen al AltÃsimo. /R. L. Quien presta sin usura y quien no acepta soborno en perjuicio de inocentes. Quienes vivan asà serán gratos a Dios eternamente. /R. 2ª Lectura (Col 1, 24-28) Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los colosenses Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque asà completo lo que falta a la pasión de Cristo en mÃ, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia. Por disposición de Dios, yo he sido constituido ministro de esta Iglesia para predicarles por entero su mensaje, o sea el designio secreto que Dios ha mantenido oculto desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a su pueblo santo. Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria. Ese mismo Cristo, que nosotros predicamos, cuando corregimos a los hombres y los instruimos con todos los recursos de la sabidurÃa, a fin de que todos sean cristianos perfectos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor. Aclamación antes del Evangelio (Lc 8, 15) R. Aleluya, aleluya.- Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R. Aleluya. Evangelio (Lc 10, 38-42) Lucas A. Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenÃa una hermana, llamada MarÃa, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude". El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo asà que una sola es necesaria. MarÃa escogió la mejor parte y nadie se la quitará". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús. RESUMEN ¿oracion o accion? Para resolver esta disyuntiva nos basaremos en el pasaje del Evangelio en que Jesucristo visita la casa de Lázaro y sus hermanas, Marta y MarÃa (Lc. 10, 38-42). Marta se encontraba muy atareada con los quehaceres domésticos. Y su hermana MarÃa se encontraba “a los pies del Señor†escuchando su Palabra. Marta le reclama a Jesús la aparenteinactividad de su hermana y su injusticia al no ayudarla. La respuesta del Señor parece desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad una sola cosa es necesaria y MarÃa escogió la mejor parteâ€. El Señor le responde a Marta que el estarse a los pies del Señor; es decir, el estarse en la oración a la escucha de la Palabra del Señor, no sólo es la mejor parte, sino que es lo único necesario. Si Marta representa el prototipo de la actividad y MarÃa el de la oración, podrÃamos preguntarnos: ¿Qué significa esta respuesta del Señor? ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar? ... ¡Dónde queda mi responsabilidad! ¿Cómo puedo quedarme sin hacer nada? La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres y mujeres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida. Olvidamos que Dios todo lo dispone. No nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros. Nosotros nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida, y no vemos la acción de Dios en nosotros. ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno de nosotros! Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida: es Dios quien las lleva. Pero el problema es que los hombres y mujeres de hoy andamos como Marta, sólo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación Ãntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su voz en la oración. Si andamos ocupados y preocupados sólo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración. “La mejor parte†a la que se refiere Jesús es justamente esa “aparente†inactividad de MarÃa. “La mejor parte, la única necesaria†es justamente la “aparenteâ€inactividad de la oración. En la oración, en la oración verdadera -esa oración en la que se busca al Señor para servirle en lo que El desea, esa oración que es asidua, que es diaria ... en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad. Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros. Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla, y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento de su Voluntad. De no ser asÃ, no sólo en nuestra vida personal, sino también en la actividad apostólica podemos equivocarnos, confundiendo nuestros propios caminos con los Caminos del Señor, pensando que ya sabemos cuál es el Camino, sin antes haber pasado, como MarÃa, la hermana de Marta, muchas horas “a los pies del Señorâ€, para que El nos indique qué desea de nosotros, cuál es Su Camino, cuál es Su Voluntad. Recordemos al Papa Juan Pablo II. El, que fue un ejemplo de ese deseado balance entre silencio y actividad, nos dijo: “El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oÃr Su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle†(JP II, 30-4-96).
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 19:37:05 +0000
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