De Bolívar a Timerman De pronto, estamos a punto de viajar a La - TopicsExpress



          

De Bolívar a Timerman De pronto, estamos a punto de viajar a La Haya para dirimir en esa instancia internacional, un nuevo diferendo con nuestros vecinos uruguayos. Nota escrita por Gonzalo Neidal y envíada por el compañero de Córdoba, Alfonso Piro. De pronto, estamos a punto de viajar a La Haya para dirimir en esa instancia internacional, un nuevo diferendo con nuestros vecinos uruguayos. Esta vez ha sido porque la empresa pastera UPM (ex Botnia), radicada en la ciudad uruguaya de Fray Bentos pidió autorización al gobierno oriental para aumentar su producción de pasta celulosa. Y el presidente José Mujica le dijo que sí. El gobierno argentino, que ya veía venir esa decisión, exhumó su nacionalismo y ordenó al canciller argentino para que salga al ruedo diplomático con el estilo que al parecer le resulta más cómodo y amoldado a su particular configuración psicológica: los tapones de punta. Empeñado en parecerse cada vez más a la imitación que de él hacen en el programa dominical de Jorge Lanata, el canciller apareció con sus modos destemplados y prepotentes a cruzar al presidente Mujica. Éste apeló al estilo campechano de siempre y circunscribió el entredicho a la figura del canciller evitando, al menos por el momento, aludir a la presidenta que es en realidad quien le marca los tonos y acentos al ministro argentino. Bolivarismo al palo ¿El gobierno argentino ha abdicado de su propalada vocación latinoamericanista o simplemente ha sucumbido a las curiosas demandas del temperamento belicoso de la presidenta? Hacer del entredicho con Uruguay una causa nacional es, cuanto menos, una exageración. Pero es el estilo K. Ya en tiempos de Néstor, cuando el conflicto estaba en sus comienzos, el gobierno impulsó la pantomima de un gran acto demagógico en Gualeguaychú, con gobernadores y ministros, donde el entonces presidente comparó ese entredicho con… ¡la guerra de Malvinas! La desmesura no cesó ahí, el conflicto continuó y la razón quedó de lado de los uruguayos. Más allá de la discusión específica, más allá de si en verdad la pastera contamina el aire y el agua (algo que cada vez parece más alejado de la realidad), resulta inexplicable que el gobierno argentino trate a su par uruguayo con sus modos destemplados a los que, si bien los argentinos estamos acostumbrados, no resultan pertinentes para ser ejercidos en una relación entre países hermanos. Porque existe un abismo entre los discursos presidenciales acerca de Bolívar, San Martín y la unidad de América Latina y este nacionalismo de parroquia que intenta convencernos de que la defensa de la Patria pasa por la pelea con la pastera UPM y el gobierno uruguayo, a quien la cancillería argentina acusa de ceder a las presiones de la empresa. Doble canon Los criterios que el gobierno argentino exhibe en materia de ecología y medio ambiente son, cuanto menos, curiosos. En efecto, por un lado acepta y defiende con energía la explotación de la Barrick Gold y otras mineras en la zona andina argentina. También se ha mostrado muy activa para que la Corte Suprema desestime las acusaciones contra Chevron, empresa ahora socia de YPF y a la que Argentina necesita para arrimar capitales a la mega explotación de Vaca Muerta. En este caso, además, contábamos con el dictamen desfavorable del gobierno ecuatoriano, amigo de nuestro gobierno. Además de todo ello, Cristina ha aprobado y promovido la instalación de Monsanto en Córdoba, según se ha podido ver en estos días en videos que circulan por la red. Lejos estamos de cuestionar estas decisiones. Simplemente señalamos la contradicción entre ellas y el caso de la pastera UPM cuyas infracciones en materia ambiental no parecen tener la magnitud que se señala en los otros casos. El caso de Uruguay, en cierto modo, se parece más al de Chile. En ambos, el gobierno argentino se muestra más interesado en medir fuerzas, en mostrar quién manda, que en la obtención de algún beneficio concreto. Nada parece aterrar tanto al gobierno como la pérdida de poder. O, visto desde otro ángulo, la percepción popular de que el poder del gobierno se desplaza con cadencia menguante hacia la inmovilidad y la impotencia. Desmentir esto supone hacer, cada tanto, demostraciones de fuerza, vociferaciones, denuncias. Todo ello configura un “estilo combativo” que probablemente los asesores de la imagen presidencial hayan detectado como preciado por el pueblo argentino. El porte de una presidenta que pega cuatro gritos, se enoja y contrae afonía en defensa de los sagrados intereses nacionales es valorada por una franja de argentinos impregnados por este nacionalismo elemental y demagógico. Timerman trata a Uruguay con criterios de bwana. Ha dado en la tecla el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti al decir que su país se siente como una provincia argentina gobernada por la oposición. Es el estilo prepotente de Cristina, que excluye el diálogo y la diplomacia.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 21:19:15 +0000

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