Del jueves 19 al domingo 22 de septiembre, los voluntarios tienen - TopicsExpress



          

Del jueves 19 al domingo 22 de septiembre, los voluntarios tienen el control visible de la ciudad. La improvisación y la desorganización son inevitables, pero el nivel de la eficacia es altísimo. Se consigue aprovisionar a los albergues, localizar familiares, distribuir la ayuda en los campamentos premiosamente instalados, organizar el rescate, acordonar los sitios riesgosos no ocupados por el ejército. Si en algunos casos los voluntarios se exceden, y en su arrebato juvenilista llegan a creer en un “poder del paliacate” recorriendo desaforadamente la ciudad, la mayor parte de las veces priva el espíritu de colaboración. Ante la falta de éxito de la presentación de funcionarios en la televisión (el estilo burocrático no convence, no inspira. A los Secretarios de Estado se les ve demasiado alejados emotivamente de los problemas que, además, no parecen conocer), la confianza en la autogestión se esparce, y las autoridades lo resienten. El sábado 21, el regente Ramón Aguirre se opone ya a la acción dispersa de los voluntarios y el lunes 23 se emite la consigna: normalización, es decir, regreso al antiguo autoritarismo, a la obediencia ante el caos oficial. Al irse recuperando las instancias de gobierno, a los voluntarios se les niegan facilidades, se les trata con aspereza. “Su misión está cumplida. Pueden irse a sus casas. No se les necesita y ya no se les necesitará.” El rechazo a la “normalización” es múltiple. En los primeros días domina el horror ante la catástrofe natural, pero luego se vigoriza el asombro y la indignación ante la colaboración humana a la catástrofe, ante los alcances de la corrupción. ¿Qué tanto se debió la extensiónde la tragedia a causas telúricas y qué tanto a construcciones deficientes, fruto de la rapiña? Se exigen los peritajes, sin mucha confianza en su aparición, y va resultando innegable la corrupción de todo un sector de la industria de la construcción: arquitectos, contratistas, ingenieros, funcionarios del DF. Al amparo de la demanda de crecimiento y modernización, se ha vivido por décadas un fraude monumental, la improvisación de conocimientos técnicos, la obtención tarifada de permisos para construir en zonas prohibidas, la inflación de presupuestos con materiales de pésima calidad, el descuido en los proyectos, la ausencia de revisión. Ante esto, no hay “normalización” posible. Una prueba al calce es el destino evidente de dos causas del régimen de Miguel de la Madrid: la descentralización y el combate al “presidencialismo”. En lo relativo a descentralización, a partir del temblor, México se convierte más que nunca en ciudad de un solo país y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE) se dedica exclusivamente a los problemas capitalinos. Y el presidente De la Madrid se ve obligado a intervenir corrigiendo sobre la marcha decisiones de sus colaboradores, y poniendo de manifiesto la índole de su poder. Al secretario de Salud Guillermo Soberón, que se niega a la construcción del nuevo Hospital General, el Presidente lo rectifica en público. Critica la pésima ejecución del Decreto de Expropiación de Predios y Lotes Urbanos del regente Aguirre. Enmienda decisiones del secretario de SEDUE Guillermo Carrillo Arena. En la práctica se eliminan las instancias intermedias, y ante la crítica se apuntala el “principio de autoridad”. A Díaz Redondo, De la Madrid le declara que no hará cambios en el gabinete, y ante la pregunta sobre el deterioro del sistema político y la gran irritación contra el gobierno, es categórico: “No lo creo. Yo no veo en la mayoría del pueblo de México un deseo de cambio fundamental de nuestra estructura política”. En los meses de septiembre y octubre la ciudad de México cambia. A la residencia presidencial de Los Pinos marchan costureras, médicos, vecinos de Tlatelolco, vecinos de Tepito, enfermeras. La presión modifica muchas decisiones y la acción civil es elemento de gobierno. Muchas y muchos hablan por vez primera en un mitin, en una asamblea. Gente de todas las clases sociales colabora con ropa, comida, ayuda física, creando consultorios, levantando planos, demoliendo casas, limpiando lugares. Las sensaciones y proposiciones utópicas duran más de un mes. Luego, la falta de tradiciones organizativas, la escasa conciencia política y la intervención desmovilizadora del gobierno ayudan a liquidar a la mayoría de los grupos autónomos. No del todo. Muchos de ellos persisten (y gracias en gran parte a la ayuda extranjera), se inician programas de auto construcción, que sostienen en albergues y en campamentos en la calle a cerca de 100 mil personas. ¿En qué consiste la “normalización”?
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 14:24:54 +0000

Trending Topics




© 2015