Dios nos recomienda su amor “La bondad inmerecida [reinará] - TopicsExpress



          

Dios nos recomienda su amor “La bondad inmerecida [reinará] mediante la justicia con vida eterna en mira.” (ROM. 5:21) “EL MAYOR [...] legado que dejaron los romanos para la posteridad fueron sus leyes y la concepción de que la vida tiene que ajustarse a las leyes.” (David J. Williams, traductor de la Biblia y profesor de la Universidad de Melbourne, Australia.) Sin entrar a discutir esta afirmación, hay un legado mucho más valioso. Se trata de un regalo que nos ha hecho Jehová: el medio para que podamos obtener su aprobación, la salvación y la vida eterna. 2 La forma en que Jehová hizo disponible esta dádiva tiene algunas implicaciones que, en cierto sentido, son de tipo legal. Pablo las explica en el capítulo 5 de Romanos, pero no lo hace con un estilo frío, como en un tratado de derecho. Por el contrario, comienza con unas palabras que nos llenan de emoción: “Ahora que hemos sido declarados justos como resultado de fe, gocemos de paz con Dios mediante nuestro Señor Jesucristo”. ¿Cómo ven la dádiva divina las personas que la aceptan? Como una muestra del amor de Jehová a la que quieren corresponder. Entre quienes actuaron así figura el propio apóstol, que escribió: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el espíritu santo” (Rom. 5:1, 5). 3 Ahora bien, ¿por qué fue necesario que Dios nos diera ese bondadoso regalo? ¿Por qué pudo ofrecerlo de forma justa y equitativa? ¿Qué debe hacer uno para recibirlo? Veamos las convincentes respuestas que ofrecen las Escrituras y notemos cómo subrayan el amor de Jehová. El amor de Dios frente al pecado del hombre 4 En su gran amor, Jehová envió a su Hijo unigénito a ayudarnos. Bien lo dijo Pablo: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Notemos que aquí se destaca en qué condición nos hallábamos los seres humanos cuando Jesús dio su vida: “todavía éramos pecadores”. Por eso, hacemos bien en ver cómo llegamos a ese estado. 5 Pablo lo explica comenzando por una realidad histórica: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Rom. 5:12). En otros pasajes de la Biblia, Dios nos brinda la clave para entender estas palabras. Como sabemos, Jehová dio comienzo a la humanidad al crear a Adán y Eva, quienes, al igual que él, eran perfectos. Luego les puso una prohibición muy razonable, advirtiéndoles que si la desobedecían serían castigados con la muerte (Gén. 2:17). Desgraciadamente, nuestros primeros padres tomaron la desastrosa decisión de no hacer caso a Jehová, con lo que demostraron que no lo aceptaban como Legislador y Soberano (Deu. 32:4, 5). 6 Los hijos de Adán fueron engendrados después de la rebelión de Edén. Por eso, todos recibieron de su padre el pecado y sus consecuencias. Ahora bien, Jehová no los culpó por el pecado de Adán, pues no eran ellos los que habían violado su mandamiento; además, para ese tiempo aún no se había dado ningún código legal (Gén. 2:17). Con todo, heredaron el pecado. Desde entonces, el pecado y la muerte reinaron sobre la humanidad hasta el tiempo en que Dios entregó la Ley a los israelitas, la cual dejó claro que eran pecadores (léase Romanos 5:13, 14). El pecado transmitido por Adán pudiera compararse a ciertos males y defectos hereditarios, como la talasemia, o anemia mediterránea, y la hemofilia, la cual suele manifestarse en graves hemorragias. Un personaje célebre que padeció esta última enfermedad fue el príncipe Alejo de Rusia, hijo del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra. En familias como la anterior, no todos los hijos padecen el mal, aunque quizás sean portadores. Pero con el pecado heredado de Adán es diferente. Nadie está libre. Todos lo recibimos de nuestros padres, lo pasamos a nuestros hijos y sufrimos sus mortales consecuencias. ¿Tendrá remedio esta situación? ¿Qué nos ha brindado Dios mediante Jesucristo? 7 El Dios de amor ha dispuesto lo necesario para que nos curemos del pecado heredado. Pablo explicó que esto es posible gracias al “último Adán”, es decir, un hombre que, al igual que el primero, era perfecto (1 Cor. 15:45). Sin embargo, como veremos a continuación, los dos actuaron de forma diferente y consiguieron resultados completamente distintos (léase Romanos 5:15, 16). 8 Pablo señala que no sucede “con el don como [...] con la ofensa”. ¿Qué ocurrió en el caso de “la ofensa”, es decir, el pecado de Adán? Él mismo fue el culpable, y recibió con toda justicia la sentencia de muerte. Pero, como añade el apóstol, no fue el único que perdió la vida: “Por la ofensa de un solo hombre muchos murieron”. La justicia de Dios exigía que los descendientes imperfectos de Adán —entre ellos nosotros— recibieran la misma condena que el primer hombre. No obstante, nos consuela saber que el otro hombre perfecto, Jesús, fue capaz de conseguir un resultado totalmente contrario. ¿Cuál? Pablo da la respuesta al mencionar que hombres de toda clase son “declara[dos] justos para vida” (Rom. 5:18). 9 ¿Qué implican las palabras griegas que se traducen “declaración de justicia” y “declararlos justos”? El traductor de la Biblia antes citado escribió: “Es una imagen de origen legal en la que se establece un punto casi jurídico. No se refiere a un cambio en el interior de la persona, sino en su situación ante Dios [...]. En la metáfora, Dios es el juez que toma una decisión a favor del acusado, el cual —por así decirlo— comparece ante el tribunal divino por el cargo de ser injusto, pero termina absuelto por el propio Dios”. 10 ¿Cómo podía “el Juez de toda la tierra” actuar con justicia al absolver, o declarar libre de culpa, a una persona injusta? (Gén. 18:25.) Podía hacerlo porque bondadosamente envió a la Tierra a su Hijo unigénito y así puso la base necesaria. Jesús cumplió a la perfección la voluntad de su Padre, a pesar de que se enfrentó a tentaciones, burlas despiadadas y malos tratos. Fue fiel hasta el límite, llegando a morir en un madero de tormento (Heb. 2:10). De este modo, sacrificó su vida humana perfecta como rescate para redimir a los descendientes de Adán, es decir, liberarlos del pecado y la muerte (Mat. 20:28; Rom. 5:6-8). 11 En otro pasaje, Pablo lo llama un “rescate correspondiente” (1 Tim. 2:6). La cuestión es: ¿a qué corresponde? Al pecar, Adán trajo la imperfección y la muerte a sus descendientes, o sea, a miles de millones de personas. Es cierto que, como Jesús era perfecto, pudiera haber procreado miles de millones de seres humanos perfectos. Y basándonos en ello, en el pasado afirmamos que la combinación de la vida de Jesús y la de sus potenciales descendientes perfectos constituía un sacrificio que correspondía, o equivalía, a la vida de Adán y la de sus descendientes imperfectos. Pero ¿habla la Biblia en algún lugar de descendientes potenciales de Cristo que formen parte del rescate? No. Romanos 5:15-19 señala que fue la muerte de “un solo hombre” la que trajo la liberación. Como vemos, es la vida perfecta de Jesús la que corresponde a la de Adán. La atención debe centrarse exclusivamente en Jesucristo. Lo único que permitió que hombres de toda clase recibieran la dádiva gratuita de ser declarados justos y obtener la vida fue el “solo acto de justificación” de Jesús, es decir, su total obediencia y fidelidad a Jehová hasta la muerte (2 Cor. 5:14, 15; 1 Ped. 3:18). Ahora bien, ¿cómo nos absuelve Dios gracias al rescate? Absueltos gracias al rescate 12 Jehová aceptó el sacrificio redentor que ofreció su Hijo (Heb. 9:24; 10:10, 12). Sin embargo, ¿en qué situación se encontraban los discípulos de Cristo mientras vivían en la Tierra? Todos ellos —incluidos sus apóstoles fieles— seguían siendo imperfectos. Aunque se esforzaban por actuar bien, no siempre lo conseguían. ¿Por qué? Por culpa del pecado heredado (Rom. 7:18-20). Pero ahora Dios podía corregir la situación. Al haber aceptado el “rescate correspondiente”, podía aplicarlo a favor de sus siervos, y así decidió hacerlo. 13 No es que Jehová estuviera obligado a aplicar el rescate a los apóstoles y otras personas porque se lo hubieran ganado con sus buenas obras. Más bien, lo hizo por su gran amor y misericordia. Por su libre decisión, los absolvió de la condena que pesaba contra ellos y pasó a verlos como libres de la culpa heredada de Adán. Pablo dejó muy claro este punto al decir: “Por esta bondad inmerecida, en verdad, ustedes han sido salvados mediante fe; y esto no debido a ustedes: es dádiva de Dios” (Efe. 2:8). 14 ¡Qué extraordinario regalo hace el Todopoderoso cuando le perdona a alguien el pecado heredado y las faltas en que ha caído! De hecho, si sumáramos los errores cometidos por la totalidad de los cristianos antes de abrazar la verdad, la cifra sería enorme. Pero gracias al rescate, Dios puede perdonar todos estos pecados. Es tal como escribió Pablo: “El don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia” (Rom. 5:16). Claro, tanto los apóstoles como las demás personas que recibieron la generosa dádiva de ser declarados justos tuvieron que seguir adorando a Jehová con fe. ¿Cuál sería su recompensa en el futuro? “Los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola persona, Jesucristo.” El legado que dejó Adán es contrario al que deja Jehová al hacer la dádiva de justicia. Mientras que el primero lleva a la muerte, el segundo lleva a la vida (Rom. 5:17; léase Lucas 22:28-30). 15 Quienes reciben la dádiva de ser declarados justos se convierten en hijos espirituales de Dios. Pasan a ser coherederos con Cristo, lo que les brinda la esperanza de resucitar como espíritus para reinar con él en el cielo (léase Romanos 8:15-17, 23). Dios manifiesta su amor a otros 16 Pero no todos los que sirven a Dios con fe reinarán con Cristo en el cielo. Al igual que los fieles de tiempos precristianos, muchos siervos de Jehová tienen hoy la esperanza bíblica de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca. ¿Les ha hecho ya Jehová la amorosa dádiva de considerarlos justos con la vida terrestre en perspectiva? Según explica Pablo a los romanos, podemos contestar con un rotundo sí. 17 Pablo menciona un ejemplo destacado. Habla de Abrahán, un hombre de fe que vivió siglos antes de que Jehová entregara la Ley a Israel y mucho antes de que Cristo abriera el camino a la vida en los cielos (Heb. 10:19, 20). El apóstol dice: “No fue mediante ley que Abrahán o su descendencia tuvieron la promesa de que él hubiera de ser heredero de un mundo, sino que fue mediante la justicia por fe” (Rom. 4:13; Sant. 2:23, 24). Como vemos, Dios consideró justo al fiel Abrahán (léase Romanos 4:20-22). 18 Eso no quiere decir que este siervo de Dios nunca cometiera un pecado. No, él no era justo en ese sentido (Rom. 3:10, 23). Sin embargo, Jehová, en su sabiduría infinita, tomó en cuenta tanto su fe excepcional como sus obras de fe. En particular, Abrahán tuvo fe en la “descendencia” prometida que vendría de su familia. Esa Descendencia fue el Mesías, o Cristo (Gén. 15:6; 22:15-18). Tomando como base “el rescate pagado por Cristo Jesús”, el Juez Supremo puede perdonar los pecados de Abrahán y de muchos otros fieles de tiempos precristianos, lo cual permitirá que resuciten en el futuro (léase Romanos 3:24, 25; Sal. 32:1, 2). Dios nos considera justos hoy 19 El hecho de que el Dios de amor considerara justo a Abrahán debe animar a todos los cristianos verdaderos de la actualidad. Jehová no lo declaró justo en el mismo sentido que a quienes unge con espíritu para ser “coherederos con Cristo”. Los cristianos de ese reducido grupo son “llamados a ser santos” y son aceptados como “hijos de Dios” (Rom. 1:7; 8:14, 17, 33). Abrahán, sin embargo, llegó a ser “amigo de Jehová”, y esto cuando Cristo aún no había dado su vida en rescate (Sant. 2:23; Isa. 41:8). ¿Qué puede decirse, entonces, de los cristianos que esperan vivir cuando se restaure el Paraíso? 20 Estos cristianos no han recibido “la dádiva gratuita de la justicia” con vida celestial en mira “mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús” (Rom. 3:24; 5:15, 17). No obstante, tienen fe firme en Dios y en el medio que él ha establecido para nuestra salvación. Y lo evidencian con sus buenas obras, entre ellas la de ir “predicándoles [a las personas] el reino de Dios y enseñando las cosas respecto al Señor Jesucristo” (Hech. 28:31). Por estas razones, Jehová los considera justos en el mismo sentido que a Abrahán. Aunque no disfrutan de “la dádiva gratuita” que reciben los ungidos, aceptan muy agradecidos el mismo regalo que obtuvo el fiel patriarca: la amistad con Dios. 21 La esperanza de vivir eternamente en la Tierra no es una de tantas promesas que se quedarán sin cumplir, como las que suelen hacer los políticos. Por el contrario, forma parte del propósito que el Soberano Universal se ha trazado en su infinita sabiduría. En efecto, Jehová ha ido dando los pasos necesarios para hacer realidad su propósito. Y todas estas medidas las ha adoptado en plena conformidad con la justicia. Lo que es más, son una demostración palpable de su inmenso amor. Sin duda, Pablo tenía toda la razón del mundo para escribir: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). [Nota] La explicación de que la prole o descendencia de Jesús estaba incluida en el “rescate correspondiente” se publicó, por ejemplo, en Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 825, párrafos 3 y 4. ¿Recordamos estos puntos? • ¿Qué herencia hemos recibido los descendientes de Adán, y cuáles han sido las consecuencias? • Explique cómo se pagó el “rescate correspondiente” y cuál es la correspondencia implicada. • ¿De qué esperanza disfrutamos al haber sido declarados justos? [Preguntas del estudio] 1, 2. ¿Qué herencia dejaron los romanos, y qué legado mucho más valioso hemos recibido? 3. ¿Qué preguntas es lógico hacerse? 4, 5. a) ¿Qué extraordinaria prueba de su amor nos dio Jehová? b) ¿Qué hechos históricos nos aclaran el significado de Romanos 5:12? 6. a) Explique por qué estaban los descendientes de Adán condenados a morir y si la situación cambió al dar Dios la Ley. b) ¿Por qué es comparable el pecado a una enfermedad como la hemofilia? 7, 8. ¿Qué diferentes resultados produjeron Adán y Jesús con su forma de actuar? 9. Cuando Dios declara justos a los hombres, tal como dice Romanos 5:16, 18, ¿qué hace por ellos? 10. ¿Qué hizo Jesús para que Jehová pudiera declararnos justos? 11. ¿Cuál es la correspondencia en la que se basa el rescate? 12, 13. ¿Por qué es una muestra de amor y misericordia el que Dios declare justa a una persona? 14, 15. ¿Qué recompensa se ofreció a las personas a las que Dios declaró justas, pero qué tenían que hacer todavía? 16. ¿Qué dádiva reciben hoy los cristianos que no esperan reinar con Cristo? 17, 18. a) ¿Cómo consideró Dios al fiel Abrahán? b) ¿Por qué pudo Jehová ver a Abrahán como una persona justa? 19. ¿Qué hecho sobre Abrahán anima a muchos cristianos de la actualidad? 20. ¿Qué deben hacer las personas de la actualidad para que Dios las considere justas en el mismo sentido que a Abrahán? 21. ¿De qué podremos disfrutar gracias al amor y la justicia de Jehová? [Ilustración de la página 13] Un hombre perfecto, Adán, fue el que pecó. Otro hombre perfecto, Jesús, ofreció el “rescate correspondiente” [Ilustración de la página 15] Anunciamos las buenas nuevas de que podemos ser declarados justos por medio de Jesús
Posted on: Mon, 04 Nov 2013 09:02:43 +0000

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eftersom det har varit total avsaknad av inlägg från mig den

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