Dios nos salva mediante el Mesías “Así como en Adán todos - TopicsExpress



          

Dios nos salva mediante el Mesías “Así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados.” (1 COR. 15:22) ANDRÉS no tenía la menor duda de que Jesús de Nazaret era el Elegido, el Ungido de Dios. Por eso le dijo a su hermano Pedro: “Hemos hallado al Mesías”. Movido por esa misma convicción, Felipe buscó a su amigo Natanael para decirle: “Hemos hallado a aquel de quien Moisés, en la Ley, y los Profetas escribieron, a Jesús, hijo de José, de Nazaret” (Juan 1:40, 41, 45). 2 ¿Qué hay de usted? ¿También está convencido de que Jesús es el Mesías prometido, el “Agente Principal de [nuestra] salvación”? (Heb. 2:10.) Hoy día tenemos muchas más razones para creerlo que aquellos discípulos del siglo primero. Gracias a los relatos bíblicos, sabemos que desde su nacimiento hasta su resurrección Jesús dio pruebas contundentes de ser el Cristo o Mesías (léase Juan 20:30, 31). Además, la Palabra de Dios indica que Jesús seguiría desempeñando ese mismo papel en el cielo (Juan 6:40; léase 1 Corintios 15:22). Por eso nosotros también podemos decir que, espiritualmente hablando, “hemos hallado al Mesías”. Antes que nada, veamos cómo llegaron los primeros discípulos de Jesús a la conclusión de que habían encontrado al Mesías. Se revela paulatinamente el “secreto sagrado” del Mesías 3 ¿Por qué podían estar tan seguros los primeros discípulos de que Jesús era el Mesías? Porque Jehová había ido revelando mediante sus profetas datos que les permitieron identificarlo. Para ilustrar este hecho, un biblista habla del montaje de las piezas de una estatua de mármol. Explica que un grupo de hombres que nunca se han visto se reúnen en una sala y que cada uno de ellos lleva consigo una de las piezas. Si todos los trozos encajan hasta formar la estatua, ¿a qué conclusión llegamos? Que alguien ha dibujado las especificaciones de cada fragmento y ha enviado la parte correspondiente a cada miembro del grupo. Pues bien, las profecías mesiánicas son como esas piezas: cada una aporta un dato esencial para reconocer al Mesías. 4 ¿Sería posible que una persona cumpliera por casualidad todas esas profecías? Difícilmente. Un especialista señaló que “las probabilidades [en contra de esta hipótesis] son tan astronómicas que [la] descartan”. Entonces concluyó diciendo que fue “Jesús y solo Jesús en toda la historia” quien logró cumplir el conjunto de profecías mesiánicas. 5 Las profecías mesiánicas giran en torno al “secreto sagrado” (Col. 1:26, 27; Gén. 3:15). Este secreto abarca múltiples aspectos de relevancia universal. Uno de ellos es la sentencia dictada contra “la serpiente original”, es decir, contra el culpable de que la humanidad sea esclava del pecado y la muerte: Satanás (Rev. 12:9). ¿Cómo se ejecutaría esa sentencia? Pues bien, Jehová predijo que la “mujer” produciría una “descendencia” que aplastaría la cabeza de la “serpiente”, eliminando así al causante de la rebelión, las enfermedades y la muerte. Sin embargo, antes de eso, Dios le permitiría al Diablo herir en el talón a la “descendencia” de la mujer. 6 La identidad de la “descendencia” prometida se reveló gradualmente. Para empezar, Abrahán recibió esta promesa de Jehová: “Mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra” (Gén. 22:18). Tiempo después, Moisés predijo que se trataría de “un profeta”, el cual sería mayor que él mismo (Deu. 18:18, 19). Y luego David recibió la garantía divina —confirmada más tarde por los profetas— de que el Mesías nacería en su familia, heredaría su trono y gobernaría para siempre (2 Sam. 7:12, 16; Jer. 23:5, 6). ¿Con qué credenciales cuenta Jesús? 7 La “descendencia” prometida vendría de la “mujer”, es decir, la parte celestial de la organización de Jehová, compuesta por seres espirituales. En efecto, el Hijo unigénito de Dios —la primera de estas criaturas— “se despojó a sí mismo” de la vida celestial para nacer como hombre perfecto (Fili. 2:5-7; Juan 1:14). Jesús pudo ser “llamado santo, Hijo de Dios”, gracias a que el espíritu santo cubrió “con su sombra” a su madre, María (Luc. 1:35). 8 Las profecías indicaron que el Mesías procedería de Belén, lugar en el que, efectivamente, nació Jesús (Miq. 5:2). Pero también señalaron cuándo aparecería. Por eso, en el siglo primero reinaba la expectación entre los judíos, pues sabían que el Mesías estaba por presentarse. De hecho, cuando vieron a Juan el Bautista, se preguntaron: “¿Acaso será él el Cristo?”. Pero Juan les contestó: “Viene [uno] que es más fuerte que yo” (Luc. 3:15, 16). Cuando Jesús tenía 30 años de edad, fue a Juan para que lo bautizara. Corrían los últimos meses del año 29, en el cual estaba predicho que aparecería el Mesías (Dan. 9:25). En ese momento él comenzó su extraordinario ministerio con esta proclamación: “El tiempo señalado se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado” (Mar. 1:14, 15). 9 Pero no todas las expectativas eran acertadas. Aunque Jesús fue aclamado como rey, no fue sino hasta más tarde que se comprendió que su reinado sería celestial y tendría lugar en el futuro (Juan 12:12-16; 16:12, 13; Hech. 2:32-36). Pese a todo, cuando Jesús les preguntó a sus discípulos: “Ustedes, ¿quién dicen que soy?”, Pedro respondió sin dudarlo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mat. 16:13-16). Y reaccionó de manera muy parecida cuando muchas personas se marcharon ofendidas por cierta enseñanza de Jesús (léase Juan 6:68, 69). Tenían que escuchar al Mesías 10 El Hijo unigénito de Dios, que había gozado de gran poder durante su existencia en el cielo, fue el “representante del Padre” en la Tierra (Juan 16:27, 28). Por eso dijo: “Lo que yo enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado” (Juan 7:16). El propio Jehová confirmó durante la transfiguración que Jesús era el Elegido y dio esta orden: “Escúchenle” (Luc. 9:35). En efecto, los discípulos debían escucharle, es decir, obedecerle. Debían tener fe y realizar buenas obras, pues solo así lograrían agradar a Dios y obtener vida eterna (Juan 3:16, 35, 36). 11 Aunque Jesús tenía todas las credenciales como Mesías, la gran mayoría de los judíos de su día se negaron a reconocerlo. ¿Por qué? Por sus ideas preconcebidas. Para empezar, esperaban a un líder que los liberara del yugo romano (léase Juan 12:34). En cambio, las profecías bíblicas indicaban que el Mesías sería un hombre despreciado y rechazado, que estaría familiarizado con la enfermedad y el dolor, y que moriría asesinado. ¡Ellos nunca aceptarían a alguien así! (Isa. 53:3, 5.) Incluso algunos de los discípulos de Jesús se sintieron decepcionados al ver que él no había liberado a la nación de Israel. No obstante, fueron leales, y con el tiempo lograron comprender con claridad los asuntos (Luc. 24:21). 12 Muchos también rechazaron a Jesús porque consideraban que sus enseñanzas eran difíciles de aceptar. Para formar parte del Reino tenían que “repudiarse”, “comer” la carne y “beber” la sangre de Cristo, “nacer de nuevo” y “no ser parte del mundo” (Mar. 8:34; Juan 3:3; 6:53; 17:14, 16). A los ricos, los orgullosos y los hipócritas, aquello les parecía demasiado. En cambio, a los judíos humildes no les costó reconocer que él era el Mesías. Y lo mismo les sucedió a algunos samaritanos, pues admitieron: “Este hombre es verdaderamente el salvador del mundo” (Juan 4:25, 26, 41, 42; 7:31). 13 Jesús predijo que los sacerdotes principales lo condenarían a muerte, que los gentiles lo clavarían a un madero y que resucitaría al tercer día (Mat. 20:17-19). Cuando declaró ante el Sanedrín que él era “el Cristo” y “el Hijo de Dios”, fue acusado de blasfemia (Mat. 26:63-66). Luego, cuando compareció ante Pilato, este se dio cuenta de que no había hecho “nada que [mereciera] la muerte”, pero como los judíos también lo habían acusado de sedición, terminó entregándoselo (Luc. 23:13-15, 25). Ellos repudiaron al “Agente Principal de la vida” y se las ingeniaron para asesinarlo a pesar de las contundentes pruebas de que era el Enviado de Dios (Hech. 3:13-15). Así, tal como se había predicho, fue “cortado” al ser ejecutado en un madero el día de la Pascua del año 33 (Dan. 9:26, 27; Hech. 2:22, 23). Aquella muerte tan atroz resultó ser la herida en el talón profetizada en Génesis 3:15. ¿Por qué tenía que morir el Mesías? 14 Jehová permitió que su Hijo muriera por dos importantísimas razones. La primera, para dejar resuelto un aspecto clave del “secreto sagrado”. Al ser fiel hasta la muerte, Jesús probó de forma indiscutible que un hombre perfecto puede mostrar devoción a Dios y defender la soberanía divina a pesar de sufrir los peores ataques de Satanás (1 Tim. 3:16). La segunda razón la indicó el propio Jesús al decir: “El Hijo del hombre [...] vino [...] para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mat. 20:28). Como vemos, su vida fue el “rescate correspondiente” que se pagó para librarnos del pecado que hemos heredado de Adán. Además, nos permite tener vida eterna si aceptamos a Jesús como el medio que Dios nos da para alcanzar la salvación (1 Tim. 2:5, 6). 15 Cristo resucitó al tercer día y durante los siguientes cuarenta días se apareció a sus discípulos para demostrarles que estaba vivo y darles instrucciones adicionales (Hech. 1:3-5). Después ascendió al cielo a fin de presentar ante Jehová el valor de su incomparable sacrificio. Y aunque luego tuvo que esperar a que comenzara su presencia como Rey Mesiánico, durante todo ese tiempo se mantuvo muy ocupado. La labor del Mesías llega a su término 16 Durante todos los siglos que han pasado desde su resurrección, Jesús ha estado reinando sobre la congregación cristiana y supervisando fielmente sus labores (Col. 1:13). Pero llegó el tiempo señalado para que asumiera, además, sus funciones de Rey del Reino de Dios. Tanto las profecías bíblicas como los sucesos mundiales confirman que fue en 1914 cuando comenzaron su presencia y “la conclusión del sistema de cosas” (Mat. 24:3; Rev. 11:15). Poco después, Jesús y sus santos ángeles echaron del cielo a Satanás y sus demonios (Rev. 12:7-10). 17 La obra de predicación y enseñanza que Jesús comenzó en el año 29 está llegando a su punto culminante. Pronto él juzgará a la humanidad entera. A los mansos que lo hayan aceptado como el medio para la salvación los invitará a heredar “el reino preparado para [ellos] desde la fundación del mundo” (Mat. 25:31-34, 41). En cambio, a quienes lo hayan rechazado los destruirá cuando utilice a sus ejércitos celestiales para acabar con la maldad. Entonces, Jesús atará a Satanás y lo arrojará junto con sus demonios “al abismo” (Rev. 19:11-14; 20:1-3). 18 Durante su Reinado Milenario, Jesús hará honor a los títulos que ha recibido, tales como “Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isa. 9:6, 7). Bajo su mandato, llegarán a ser perfectos todos los seres humanos, entre ellos los resucitados (Juan 5:26-29). El Mesías guiará a las personas obedientes a “fuentes de aguas de vida”, lo cual les permitirá disfrutar de una relación pacífica con Jehová (léase Revelación 7:16, 17). En cambio, dará un golpe de muerte en la cabeza a la “serpiente” cuando, después de una prueba final, Satanás y sus demonios sean arrojados al “lago de fuego y azufre” junto con los rebeldes (Rev. 20:10). 19 No cabe duda: Jesús desempeña a la perfección sus funciones como Mesías. Gracias a ello, la Tierra será el hogar paradisíaco de la humanidad redimida, la cual gozará por siempre de perfecta salud y felicidad. Además, el nombre de Jehová habrá quedado limpio de toda acusación y se habrá vindicado plenamente su derecho a gobernar el universo. ¡Qué brillante futuro les espera a quienes obedezcan al Ungido de Jehová! ¿Ha encontrado usted al Mesías? 20 Desde 1914 hemos estado viviendo en el período conocido como la parousía, o presencia de Cristo en el poder del Reino. Y aunque esta presencia no es visible, el cumplimiento de las profecías demuestra que es una realidad (Rev. 6:2-8). Aun así, la mayoría de las personas prefieren ignorar las pruebas, tal como hicieron los judíos del siglo primero. Esperan a un mesías político, o al menos a alguien que actúe mediante los gobiernos de este mundo. Sin embargo, nosotros hemos llegado a comprender que Jesús ya ha tomado posesión de su cargo. ¿Cómo nos sentimos el día que nos enteramos de este hecho? Seguramente exclamamos como los primeros discípulos de Jesús: “Hemos hallado al Mesías”. 21 Hoy más que nunca hay que explicar a la gente el papel de Jesús como Mesías. ¿Lo está haciendo usted? Si así es, valorará aún más todo lo que él ha realizado y realizará a favor suyo. Igual que Andrés y Felipe, seguramente ya les ha hablado de Cristo a sus amigos y familiares. Esperamos que este artículo infunda en usted el deseo de seguir mostrándoles que el medio que Dios emplea para salvar a la humanidad no es otro que Jesús, el Mesías prometido
Posted on: Sun, 30 Jun 2013 03:55:08 +0000

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